Gracias a Dios, tenía suficiente dinero como para poder costearlo y que mi antiguo sugar se había encargado de depositar. Gracias Max, pero no era decisión tuya si tomaba un empleo de invierno o no. Me gustaba el dinero fácil, eso no lo discutía, pero más me gustaba ganarlo por mi propia cuenta. 

—Así que Max resultó ser el hijo de Hades —fue lo primero que me dijo Miranda apenas nos sentamos en la mesa de un Starbucks con vista al pasillo del centro comercial.

Pedimos un café con tostadas rellenas de jamón y queso, el cual comenzaba a derretirse en nuestros platos.

—Sí —confirmé, mirando y pasando mi dedo pulgar sobre mi nombre en el vaso descartable.

—¿Y continuar enamorada de él o esa noticia te asqueó tanto que decidiste alejarte cuanto antes? —me preguntó, curiosa—. Dime por favor que es la última opción.

Mi silencio fue la respuesta que ella necesitaba cómo para que hundiera su rostro entre sus manos y lanzara un gruñido.

—¡Ada supéralo, está prohibido que te enamores de alguien que pertenece al MALDITO INFRAMUNDO!

—¡Lo sé! —exclamé, intentando bajar la voz para no llamar la atención de nuestro entorno.

—Por favor, olvídate de Max, tengo un mal presentimiento y no he parado de pensar en la taza y su contenido negro desde la otra vez que viniste a mi casa —insistió.

—Es fácil pedírmelo, pero más complicado es cumplir lo que me dices, Miranda —le dije, tratando de calmarla con todo aquel rollo —. Max, de todas formas, se ha enamorado de mí. Él me lo confesó.

—Ada, te amo y quiero pasar el resto de mi vida contigo.

—¿Eh? 

—¿Ves lo fácil que es decirlo? —soltó, con tostado en su boca—. Puedes escuchar y leer las palabras, pero es muy difícil saber si es lo que realmente siente.

—No me está gustando el camino que está tomando esta conversación, Miranda.

—Y a mí no me gustaría verte sufrir, tía Ada —relajó el gesto y me miró, apenada —. Deja de ser tan confiada y por favor, se más precavida.

La miré, algo triste. Sabía que podía llegar a tener razón, pero...estaba muy aferrada a Max y aquellos tres meses me habían golpeado tanto que no pensé jamás necesitar tanto a alguien.

Y mi único propósito en aquella fiesta era demostrarle lo que se había perdido. Si es que asistía.

Mientras continuábamos charlando con Miranda, me llegó una video llamada a mi celular de Adam.

—Discúlpame un momento —la interrumpí a ella.

Atendí, aún sentada en mi lugar. El rostro de Adam apareció en mi pantalla. 

—¡Hola, Adam! —lo saludé, con una sonrisa—. Estoy aquí con una amiga, me la he encontrado aquí, en el centro comercial—desvié la cámara hacia Miranda para mostrársela, quién primero sonrió con timidez, pero luego se acercó más a la pantalla con los ojos como platos.

—¡Dios mío, que guapo eres! —exclamó mudamente, cuando yo volvía la cámara hacia mi rostro.

—¡Hola chicas! —saludó Adam, agitando su mano —Ada, tengo dudas sobre lo que me pondré esta noche ¿crees que se me verá bien en esmoquin con una pajarita roja? Quiero que se entienda bien la temática navideña —se echó a reír.

—¡Por supuesto que sí! Un moño rojo se te vería fantástico y seguro a tus padres les gustara. Buena elección. Yo también opté por detalles rojos en mi vestido.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Where stories live. Discover now