Abrí la puerta finalmente y de una forma tan brusca que se golpeó contra la pared. Tomé mi bolso, mi vestido y todo lo que me pertenecía. No, no llores Ada. No le demuestres que te ha lastimado.

—¡Espera Ada! —gritó Max, desesperado, detrás de mí.

Sentí sus pasos acercándose y llegué a la puerta de salida. Me di vuelta para mirarlo.

—¡La que te deja soy yo, Max!¡Ni siquiera sé por qué demonios no quieres estar a mí lado, pero yo no voy a estar con alguien que se acobarda a la primera! —mi voz se quebró—¡Yo sabía perfectamente que nosotros no podíamos estar juntos y aun así me aferré a ti!

—¡Y sigues ocultándome cosas! —masculló, muy indignado—¡No me dijiste absolutamente nada!¡Siempre escapas cuando se te presenta un problema!¡Decides irte, marcharte, en vez de enfrentar las cosas! ¿¡Por qué no me has dicho nada, Ada?!

—En primer lugar: ¡Jodete por meterte con una maldita suicida, Max! —las lágrimas no paraban de brotar por mis ojos.

—¡No!¡Maldición no quise decir…! —se acercó a mí a paso veloz mientras la culpa lo carcomía.

—¡No! —lo frené levantando una palma de mi mano a la altura de su pecho antes de que se acercara otro paso más a mí—¡Y, en segundo lugar, no te dije nada porque tenía miedo de encontrarme con una verdad que no quería escuchar!

—¡Eres una diosa! —insistió, desesperado—¡Deberías saber que es muy peligroso una relación entre diosa del Olimpo y un dios del Inframundo!¡Créeme que esto me duele más de lo que aparenta, hoy te confesé mi amor y te he pedido para que seas mi novia!

—¡¿Crees que en lo más profundo de mi corazón no sabía que esto estaba mal, Max?! —le dije, con una mano en mi pecho —¡Pero me pesó más el amor que el peligro!

Comencé a llorar más fuerte, acunando mi rostro entre mis manos y sollozando contra ellas. El calor corporal de Max se hizo presente ante mí y sus fuertes brazos me abrazaron con fuerza. Su mentón se pegó a la coronilla de mi cabeza y luego sentí cómo depositaba un beso en ella, uno sostenido y doloroso.

Me aparté unos cuantos pasos de él y lo miré, con el rostro empapado de lágrimas y los ojos de él estaban tan cristalinos que se habían tornado claros.

—Ya veo que sólo prefieres satisfacer el capricho de los dioses y no la aferrarte a la persona que llamaste amor hace un par de horas —asumí en un susurro.

Su silencio me dolió. Max permaneció allí, parado, helado y pálido, mirándome con tanta confusión que quise volver a explicarle en otras palabras sencillas que todo había terminado, pero estaba segura de que por más que me atravesara el corazón, él ya había comprendido el mensaje.

Apreté mis pertenencias contra mi pecho, tomando una última fotografía mental de él, con los ojos vidriosos. Crucé la puerta de la salida sin decir más nada, todas las cartas estaban sobre la mesa y él se había levantado, dejando que yo jugara sola.

¿Saben lo que me destrozó? Qué él no me detuvo, sentenciado aquello que jamás empezó.

TRES MESES DESPUES...

La época decembrina llegó, la nieve en New York era tan hermosa que podía mirarla caer por horas. La universidad nos había dado un receso a todos los estudiantes y eso me tenía algo contenta porque regresaría al apartamento en el que vivía antes. Con ayuda de Adam y sus amigos habíamos logrado remodelar y acomodar un poco el apartamento. Reemplazamos el sofá que tenía por uno nuevo y moderno, colgamos un televisor de pantalla plana en la pared y pintamos cada rincón de mi hogar. 

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Where stories live. Discover now