Capítulo 17

Beginne am Anfang
                                    

Imágenes de la noche anterior vinieron a mi cabeza y eso me provocó un enorme mal humor.

—¿Qué haces aquí? ¿Cuánto tiempo llevas mirándome dormir? —mi voz sonó algo ronca, ya que eran mis primeras palabras del día.

¿Cómo demonios había entra...? Yo y mi maldita costumbre de no cerrar la puerta con llave. Aunque también la había dejado abierta por si Amanda regresaba y no traía la copia de la llave con ella.

—Las necesarias como para saber que te ves muy hermosa cuando duermes.

—Eso es mentira, estoy toda despeinada y... —sequé la comisura de mi labio con el dorso de mi mano, ya que se encontraba algo mojada—, babeó cuando duermo.

Max se echó a reír.

—Eres difícil de halagar, Gray—confirmó —. Veo que estás de mal humor.

—Veo que te gusta repartir besos —contraataque, molesta.

Su buen humor desapareció y lo reemplazó la incomodidad entre los dos.

—No me dejaste explicarte lo que sucedió anoche, simplemente te fuiste —soltó, con un movimiento de mano y atónito.

—Max...ya no quiero que me expliques más nada —le respondí, desanimada y con un nudo en la garganta—. Acordamos que nada sentimental nos uniría así que, haz lo que quieras, bésate a quien se te dé la gana. Tú y yo no somos nada. Bésate a Rose, bésate a Amanda, bésate a quien tú quieras. Sólo llámame para follar o si necesitas compañía. Nada más.

Los labios de Max se separaron para decir algo, pero no fue capaz de formular palabra alguna y eso sí que lastimó un poco.

—Así que no creo que quieras mi compañía a las... —miré la hora del reloj de mi mesa de noche antes de proseguir—¡Siete de la mañana!¡¿Tú viste la hora, Max?! —lo miré de nuevo, sin poder creer que se presentara a esa hora.

—Hay días que me cuesta conciliar el sueño así que, por eso estoy aquí, deseando que me permitas pasar la mañana contigo en la cama —me dijo, con un tono cansado y cara tan cansada que me daba algo de cosita que se marchara —. Siento mucho lo que viste ayer, pero tu hermanastra se piensa que tiene un tipo de poder sobre mí. Dios, si sabía que era así de...

—¿Irritante? ¿Infantil? La lista puede seguir —le dije, tras lanzar un suspiro —¿Por qué fue a verte?

—¿No acabas de decirme que no ibas a hacerme más preguntas? Que fácil cambia tu humor cuando estoy cerca. —contraatacó, curioso.

Jaque mate. Maldito arrogante.

—Te juro que será la última. Responde.

—Quería que le diera una explicación de por qué la mandaba a Chicago a estudiar su carrera y por qué la despedía de su trabajo como mi secretaria.

Dios mío. Creí que la mandaría a Oregón. Chicago era una buena opción, aunque sólo quedaba a dos horas en avión de New York hasta allí.

—¿Despediste a Rose? —una sonrisa ancha y triunfal floreció de mis labios y traté de ocultarla para no parecer una tonta.

—No la despedí por ti, Ada —auch, eso dolió—. La chica era mala y me hizo perder horarios de juntas importantes por estar con la cara pegada en las redes sociales. No tolero esa falta de respeto.

—Ya veo...ojalá encuentres una secretaria mejor —fingí lamentarme, aunque estaba feliz por dentro.

Adiós Rose.

Max se levantó con gran pesar de la cama de Amanda y se sentó en los pies de la mía, buscando mis ojos y con los labios apretados. Ojalá me viera perfecta ante sus ojos, porque verme por las mañanas era una abominación bajo mi punto de vista.

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Wo Geschichten leben. Entdecke jetzt