Aquel lugar era mucho más alegre, más acogedor, y el nudo en su pecho se calmó al darse cuenta lo mucho que estaba evolucionando aquel lugar, siendo ahora un refugio para muchas mujeres, niños y niñas que seguían viviendo en aquel infierno donde ella logró salir hace años.

Si, Amelia se sentía mucho mejor y sabía que había hecho lo correcto al volver, sin embargo, esa sensación tardó muy poco en desaparecer, porque, de repente, su mundo se paró. De verdad, fue como si alguien hubiera pausado el tiempo, hubiera hecho desaparecer todo y lo único que hubiera dejado era a aquella rubia al final del pasillo. La ojimiel necesitó unos segundos para ubicarse, y no porque le hubiera costado trabajo reconocerla, ella reconocería a su pitufa en cualquier parte, pero simplemente no podía asimilar verla allí.

Y entonces, todo empezó a encajar en su cabeza. Los horarios tan amplios de sus escapadas, las faltas al trabajo en el King's y que María no le importara absolutamente nada, su reacción tan seria cuando Amelia le mencionó aquel lugar cuando estaban hablando, que su humor se viera afectado constantemente por aquel sitio y se lo llevara consigo a casa. Que fuera a escondidas. Que se lo ocultara a Bea.

Le costaba imaginarse que aquella rubia estuviera recibiendo golpes más allá de los verbales, y no porque no lo viera posible, de hecho, conociendo a Bea tenía toda la lógica, simplemente no podía imaginarse a su pitufa viviendo lo que ella vivió. Aquella chica que ella tan bien conocía, esa que tanto reía, que sonreía con la mirada, que era un ser de luz, y que ahora estaba totalmente apagada. Le estaban robando su dulzura y la estaban consumiendo. Por un lado, se alegraba de que estuviera ahí recibiendo ayuda, pero le mataba que aquello estuviera ocurriendo en sus narices y que ella no se hubiese dado cuenta.

Salió de su shock inicial y lo único que quería era pedirle a ese Dios en el que hacía mucho que dejó de creer que ella no estuviera pasando por todo aquello que se estaba imaginando.

Por favor, ella no

Caminó hacia ella poco a poco mientras sentía como con cada paso que se acercaba a ella, su mundo se le iba cayendo encima, sintiéndolo a cámara lenta. Ni si quiera se fijó en la mujer con la que hablaba Luisita, y eso que era una de las coordinadoras que Amelia conocía de cuando solía ir. No le importó, no le importó ni si quiera ser tan maleducada de ni mirarla a la cara, lo único que quería era llegar a la rubia y rogarle que aquello fuese un espejismo y que realmente no estuviera allí.

- ¿Qué haces aquí?

Tanto Luisita como la coordinadora se sorprendieron al ser interrumpidas, pero sobre todo por las formas. Esa mujer reconocía a Amelia y siempre la había recordado como una chica dulce a pesar de sus circunstancias, y Luisita no se esperaba aquella actitud. Ninguna de las dos la vio llegar hacia ellas y a la rubia se le borró la sonrisa de la cara cuando vio a Amelia. No sabía que estaría haciendo ahí, pero ahora mismo solo quería huir y hacer que la ojimiel se le olvidara haberla visto.

- Discúlpanos un momento, Marta. – le dijo la rubia con una sonrisa amable.

La mujer asintió y se fue. En cuanto se quedaron solas, Luisita se giró hacia la morena y cruzó los brazos, pero no se dio cuenta de la tormenta que había en su interior.

- Vaya, no sabía que seguía teniendo niñera.

- No estoy para bromas, Luisita. ¿Qué haces aquí? – repitió con más desesperación.

La rubia resopló, porque sentía que cada paso hacia adelante que daba en su reconciliación con Amelia, había dos para atrás.

- ¿Ves? Siempre que te doy una oportunidad para perdonarte, terminas fastidiándolo con tu sobreprotección. Pues, ¿sabes qué? Ya no soy una niña y no tengo porqué darte explicaciones.

Un refugio en ti (#1)Där berättelser lever. Upptäck nu