Joy Finlay es descuidada, desprolija, despistada y una pésima cocinera. Vive su vida un día a la vez, odia las agendas, la contaminación y el machismo. Jamás ha planeado algo y a la edad de veintiocho años no ha tenido ni una sola relación seria.
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CINCO AÑOS DESPUÉS
15 de febrero.
Conducir últimamente se ha convertido en un maldito calvario para mí, por eso disfruto haciéndolo cuando las bestias están dormidas pues es mi único momento de paz, además de que agradezco por los viajes en carretera ya que los agota tanto que terminan dormidos una hora después de subir en el coche.
Observo por el espejo retrovisor, duermen plácidamente aunque en una posición bastante extraña.
Una sonrisa surca mis labios mientras el reloj de mi coche anuncia que finalmente hemos llegado a otro maldito 15 de febrero. Inhalo profundo cuando un dolor ya bastante peculiar se instala en medio de mi pecho al declararse ocho años desde esa terrible mañana en que perdí al amor de mi vida.
El dolor que me acompaña me hace sonreír. Se ha convertido en un viejo amigo que me visita de vez en cuando, ahora con menos frecuencia que antes pues con el paso del tiempo me visitó solo los 15 de cada mes, y ahora los 15 de febrero de cada año pero siempre con la misma intensidad.
Miro mi anillo de casado, lo llevo conmigo todo el tiempo pues le dije que lo nuestro sería para siempre y lo cumplí, al menos eso. Observo por el retrovisor nuevamente al notar que hubo una sola cosa en la que fallé y es que juré que jamás sentiría amor por otra mujer, sin embargo lo hice, lo hago.
Hace cinco años me reconcilié con el amor y mi vida ha cambiado tanto que luego de conocerla no he podido pensar libremente en Joy como hubiera deseado. Hay noches en que la culpabilidad viene a mi mente puesto que no la tengo tan presente como antes, sin embargo su recuerdo me acompaña desde el primer momento.
Ya no suelo pensarla tanto, ya no suelo llorar solo por ver sus fotografías o por recordar que tengo su ropa todavía en las bolsas en las que las puse hace años y eso esta bien. Ya no la recuerdo con dolor, pocas veces sueño con el último día en que me dijo que me amaba y eso también está bien porque demuestra que el mundo sigue avanzando y esta vez, yo voy con él.
La carretera me obliga a mantenerme despierto. Estamos haciendo un viaje desde Nueva York hacia California para ver a mis padres y opté por conducir el coche pues es la primera vez que regreso desde que visité la tumba de mi esposa.
Necesito este tiempo para pensar, para aclarar mis ideas puesto que sé que los recuerdos me golpearán con fuerzas sin embargo esta vez voy preparado.
Han sido años difíciles, no he sabido afrontar ciertas cosas que pasaron en mi vida y mis padres tampoco. El tratar de retomar mi vida, cómo quise hacerlo no les pareció correcto. Dudaron mucho, me criticaron demasiado pero finalmente comprendieron que era lo que yo necesitaba hacer para salir adelante porque de otra forma no hubiera podido hacerlo.
Fueron meses duros al principio, necesitaba tanto de mi madre que tuvo que mudarse conmigo a Londres por un tiempo hasta que me convencieron que regresar al país sería lo mejor por eso regresé a mi apartamento en Nueva York, sin embargo es la primera vez que regreso a este lugar, donde tantos recuerdos fueron grabados en tan poco tiempo y no todos son felices.
