7• Las vacaciones, Parte Uno.

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— ¡Querido público!, ¿Cóm-?. — Todo se llena de aullidos, varios gritos, y algún que otro desmayo, suspiro mirando el panorama en silencio mientras veo volar varios objetos al escenario, uno de ellos cae sobre mi regazo, lo miro, y parpadeo intensamente al ver que es un dildo con mi cara plasmada y un 'te amo' sobre mi frente deformada por la cabeza del grueso y curvo miembro de plástico, lo agarro, aún anonadado y lo inspecciono lentamente. Luego lo arrojo hacia atrás y escucho un quejido de Mykol, le habré dado en la cabeza. Ups. Carraspeo,  apretando el micrófono entre mis dedos y acomodándome mejor en el sofá, todo se queda en silencio y entonces hablo. — Esto es en serio, dejad ya de tirar cosas, ¿Vais a dejarme terminar la presentación algún día?

— ¡No!. — Grita un chico del público, siendo automáticamente golpeado por su acompañante, ambos muchachos se quedan mirándose unos segundos y empiezan a morrearse con ansiedad.

—A ver, como masoquista comprendo que te pongan los golpes, y más en lugares públicos, pero ese golpe ni ha sido fuerte, ¡Más brío, hombre!, ¡Azótale!, ¡Escú-! — Una tos desde detrás del telón me detiene.

—Tiene que hablar de sus vacaciones. — Dice Mykol con una hermosa bolsa de hielo adornando su cabeza.

— Sí, lo sé, pero esto está muy homoerótico hoy, ¿Quieres unirte?. — Le digo, subiendo y bajando las cejas mientras le miro, él solo me  observa como si yo hubiese sido sacado de una de las canciones de Maluma, Justin Bieber y Bad bunny juntos añadiéndole la personalidad estándar de un personaje masculino de la que se avecina, más concretamente la del marisquero que probablemente tiene sueños sucios con el concejal, su juventud y su tiempo libre. 

— Das asco. — Me dice y me río.

— Bueno, público de mi vida, mi corazón y mi todo. Hoy les voy a contar cosas sobre mis vacaciones en la 'granja', bien, primero voy a contarles una historia:

Hace mucho, mucho, mucho tiem-

— Hace un año.

— ¡Cállate Mykol!. Bueno, como iba diciendo, hace mucho tiempo, mi tío decidió separar la parte de la casa de mi abuela que le había tocado de herencia y lo que le había  tocado a mi madre, entonces, con el poder del titán fundador creó un muro que separó ambas partes, dejando una casa de puta mierda en la que vivir pero con buen corral.

Bien, acá empieza mi queja sobre esta mierda de vacaciones:

Empecemos por la entrada, no hay. Es una portalera, metálica, oxidada, y que hace un ruido parecido a una pizarra siendo arañada cada vez que se abre, huele mal, cuando digo que huele mal es que huele como una puta compresa son restos de óvulo, lo digo putamente en serio, ese olor metálico recuerda mucho a la sangre. Aunque creo que las manchas que la cubren podrían no recordarlo, sino serlo. Luego tienes que bajar por un camino pedregoso por unos seis-siete metros, de día no molesta tanto, incluso es divertido jugar a ver si no te rompes la mano. Pero de noche eso es como jugar a la ruleta rusa con un solo agujero vacío, llevo ¿Dos días?, aquí y ya me he caído cuatro veces al volver de sacar a los perros de noche, porque esa es otra, de día hacen cuarenta y siete grados y como que no vas a sacar a los niños a que se cozan, lo mejor es que no hay aire acondicionado, ni ventilador, y cuando digo que a este paso me voy a hacer verdura de todo el tiempo que paso con la cara dentro de la nevera, creedme, el próximo movimiento es volverme verde y que mi madre quiera freírme.

Bueno, siguiendo, después del camino mortal hay una verja a la izquierda que separa el patio minúsculo de la casa que parece solo tener espacio para un sofá y ese insiste avispero que ya hemos quitado siete veces y el corral,  por cierto, la verja huele igual que la portalera, o peor, y bueno, luego está la puerta de entrada, que no tiene cerradura, por lo tanto, la casa se queda abierta unos... 340 días al año, se puede cerrar, claro, pero cualquier persona con un par de pulgares puede forzar esa mierda. O con una piedra. Porque esa es otra: la puerta es de cristal.

Se entra por la cocina, más vieja que el dicho que dice en abril aguas mil, y el viejo de la esquina que parece haber jugado al ajedrez con Cleopatra, luego el salón, que su interruptor está al otro lado de la habitación, por lo que mi madre ha tenido que poner una lamparita de noche encima de la nevera,   no comentaré mucho del salón, es la mejor parte de la casa; posteriormente llegas al baño... Que no tiene puerta.

Has oído bien, habéis oído bien.

El baño.

No tiene puerta.

Y tampoco planea tenerla.

Lo único que te separa de que la gente huela tu caca recién hecha es una cortina. No sabéis lo incómodo que es cagar escuchando todo lo que hay fuera de la casa, porque para colmo, justo al lado del váter hay un ventanuco roto, por el que puedes ver el caminito mortal, y si tienes suerte, saluda a mi tío, que suele pasar por ahí, y que si te ve cagando te va a dar conversación mientras tú empujas fuertemente con el ano, quizá te aplauda si la sueltas pronto, es muy majo el hombre que me echó de mi casa, oh yeah. Y hablando de no tener puertas, las habitaciones tampoco la tienen, y tampoco privacidad. La casa está a ras de suelo, y lo único que intenta taparte de que un viejo te vea durmiendo en bolas, porque, repito, hacen cuarentena y siete grados de día y de noche unos treinta y algo, es una cortina más fina que mi fé en la humanidad y el hilo que sujeta tu estabilidad emocional cuando empiezas el instituto.

Preferiría haberme quedado comiendo mierda en mi casa, ahí al menos tengo Internet, porque, otro añadido : no tengo Internet. Ni cobertura. Este es el mejor sitio para cometer un asesinato, aunque intenten llamar a alguien no lo va a escuchar ni Dios, uno, si llaman por teléfono la llamada ni se envía, dos, si es a gritos, toda la población está medio sorda, o, en su defecto, con un pie en la tumba y cuando hay algún joven suele estar borracho y lo más probable es que piense que lo gritos de agonía vienen de algún gato callejero. Ahg. Lo único que me gusta de este lugar es el campo, y está hecho un sacarral lleno de pinchos y plantas muertas pidiendo aunque sea una tormenta de verano, todo este sitio está perdido de la mano de Dios, estoy a más de treinta minutos en coche del primer supermercado de la zona, ¿Te ha bajado la regla y no tienes compresas?, tienes dos opciones : ir a la tienda de acá donde una barra de pan vale dos euros, y tus compresas, en un paquete de diez unidades, quince,  o ir con medio royo de papel durante media hora en coche y luego otra media hora de vuelta, porque no creo que te vayas a poner con el tema en medio de la calle ... Pero, ¿Y si no tienes coche?, dos horas en autobús, un autobús que tiene la parada a veinte minutos de ese supermercado y que volverá dentro de nueve horas, porque solo pasan dos autobuses en todo el día, uno en la mañana y otro en la tarde, bienvenidos a vivir en el culo del mundo. La otra opción es gastarte medio sueldo en una tienda que no vende ni esponjas para poder hacerte cuatro comidas de calidad cuestionable.

Un sonido fuerte interrumpe la función, y todos miran a la pareja de muchachos que más que besarse los labios están por besarse la polla, ambos tirados en el suelo después de volcar sus sillas.

— ¡Seguridad!. — Grita Mykol a mi espalda.

— Nah, déjales. — Digo, comiendo unas palomitas que sabe La Creadora de dónde las habré sacado.

— ¿Qué?, ¿Cómo?, ¿Qué?. — Responde él, y sin siquiera verle sé que está haciendo aspavientos con las manos. — ¡Están interrumpiendo la función!.

La primera parte de la función. — Le corrijo.

— ¿La primera?.

— Sí, Mykol. Esto va para largo. — Me incorporo y carraspeo, veo al muchacho que había sido golpeado separarse de la boca de su compañero, aún estando a horcajadas sobre... Las partes íntimas de este. En efecto. Esto está muy homoerótico hoy, no me quejo, es lo que espero de mi show. — ¡Volvemos es una hora, disfruten de la comida que han dejado mis hermosos trabajadores y trabajadoras afuera de esta sala, justo por donde han venido!, ¡Y ustedes, muchachos, váyanse al baño. Gracias!. — Empiezo a sacudir mi mano mientras el público se levanta y se va, el telón que había empezado a cerrarse hacía un rato nos deja a oscuras a Mykol y a mí, vuelvo a tirarme sobre el sofá y suspiro. — Estoy cansadísimo.

— ¿Necesitas algo?. — Doy un respingo a darme cuenta de que, sigilosamente, Mykol se había puesto a mi lado. Puto humano con agilidad de gato.

— Nah. — Me vuelvo a levantar como si nada y le sonrío ampliamente. — Vayamos a comer.

CONTINUARÁ.


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