『05』

47 8 2
                                    

—Venga venga vamos, dame. Estoy indefenso —tentó Alastian, haciéndome ir de un lado al otro de la forma más rápida y ágil que mi cuerpo me permitía.

Intentaba con todo mi ser conseguir la precisión de cada golpe, le había pillado el truco a las distancias y a diferencia de los primeros días; era capaz de saber dónde, cómo y cuándo golpear en cada momento. No siempre era efectivo, pero todo era cuestión de seguir entrenando.

Continuaba con mis típicos errores, en cambio a medida que iba pasando el tiempo y Alastian me hacía centrarme en cada uno de ellos, obtenía unos resultados increíblemente fuera de sí. Yo lo notaba, mi físico lo notaba, mi Guardián lo notaba...

Aquellos días, que en un principio fueron tan desesperantes como arrancarse las uñas; se habían convertido en una rutina. Una rutina que siempre se me hacía cuesta arriba por todas las dificultades que Alastian me presentaba, pero jamás me atrevería a abandonarla. Me había jurado llegar hasta el final, y así iba a ser.

—¡Deja de ser tan escurridizo!—exclamé volviéndome hacia él, siguiendo y acompasando sus movimientos con los míos.

—¡Pues atrápame!, ¡debes golpearme!—siguió provocando entre risas, esquivando todos mis intentos para poder alcanzarlo.

Sin embargo, a mi siguiente vuelta logré atraparlo de frente. No lo dude y lancé un puñetazo a la altura de su nariz. Fue una reacción tan rápida que ni yo fui capaz de verla. Aún así, no logré siquiera rozarle. Es más, lo esquivó por debajo y por acto reflejo, actuando por y para su propia defensa, me golpeó de un segundo a otro con el mismo golpe que había ejercido sobre él. 

Fue una escena rápida y continua. Solo reaccioné cuando llegué al suelo de barbilla.

Acto seguido mostró una expresión de pura sorpresa, tapándose la boca y agachándose para comprobar que mi tabique seguía en su sitio.

Existía una lista entera de razones por las cuales Alastian no me lanzaba ningún golpe, una de ellas, es que su anormal fuerza no se podía comparar en lo absoluto con la mía. Su piel parecía de metal y sus músculos parecían hechos de maldito carbono. Además, su resistencia era casi infinita. Y a parte, ¡nunca enfermaba! Con el frío y la humedad que había en aquel dichoso bosque, logré tener cuatro resfriados seguidos en menos de dos semanas. Y él fresco, como un tulipán en primavera.

Sin duda alguna, Alastian, estaba hecho para ser una armadura, para ser un Guardián.

—¡Nay, lo siento!, ¡has sido tan rápida que no he evitado reaccionar así!—gritó totalmente preocupado, acercándose a mí para ayudarme a incorporar. Me tapé la nariz con ambas manos y cuando sentí un cierto sabor metálico en la boca, me las aparté, observando la sangre de mis dedos. Respiré hondo mientras contaba hasta 3, y subí los ojos lentamente para descuartizarlo con una sola mirada. Alastian rio nervioso, sintiéndose culpable—. Míralo por el lado bueno..., si has logrado que te golpee, es que me has hecho activar el modo peligro. ¡Eso es bastante bueno Nay!

—¡¿Pero tú eres tonto?!—me volví hacia él, mostrando el hilo de sangre que se escurría de mi nariz. Metió los labios hacia adentro—¡¿Cómo que bueno?!, ¡no me desfigures la cara, mamón!

Le di un limpio puñetazo en la mejilla con las intenciones de devolvérsela, y como se lo llevaba esperando desde que había logrado levantarme, se dejó golpear. No se movió, quedó ahí, formando un disimulado gesto que hacía entender toda la paciencia que ahora mismo se encontraba acumulando. A la vez, me observó dar pequeños saltos, agarrarme los dedos y chillar en silencio hacia el suelo del dichoso dolor. Era consciente de que me iba a destrozar los nudillos por golpearlo, pues era como darle al pectoral de un gorila. Pero no perdía nada por intentarlo. 

GUARDIÁN ©Where stories live. Discover now