· V e i n t i c i n c o ·

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Olivia había cerrado del todo los ojos.

—¡Quitaros del medio, idiotas!

La voz de Chiara llegó clara a nuestras espaldas. No nos movimos, pero ella pasó entre nosotros sin problemas y se subió sobre el cuerpo de Olivia. Tardé unos pocos segundos en darme cuenta de que estaba dándole primeros auxilios.

Posó las manos sobre su pecho y comenzó a dar pequeños golpes, apretando mientras contaba en alto. Llegó hasta treinta y luego colocó su boca contra la de ella mientras le tapaba la nariz.

—Venga, Olivia... —susurró al incorporarse y volver a poner las manos sobre su pecho.

Fueron los momentos más largos y agónicos de mi vida, hasta que escuché una tos.

Su tos.

El cuerpo de Chiara se alejó del suyo, encogido en alivio, y yo me incliné hacia delante para ayudar a Olivia a incorporarse mientras seguía tosiendo. Coloqué una manos sobre su hombro, abrazándole la espalda y juntando mi cabeza a la suya.

—¿Estás bien? —Preguntó Angelo, mientras Chiara se dejaba caer exhausta a su lado, sobre la arena.

Olivia no contestó. Siguió tosiendo, cada vez un poco más leve, y yo la abracé contra mí. Más para consolarme a mí mismo, sintiendo cómo seguía viva, que para ella.

Por un momento, por un segundo... pensé que la perdía. Y esta vez de forma definitiva.

La cabeza de Olivia cayó contra mi pecho, por fin sin toser. La sostuve con fuerza y acaricié su mejilla con mi mano libre.

—Ya pasó, solo fue un susto —susurré contra su cabello húmedo, besando la coronilla de su cabeza.

Un susto enorme.

El socorrista por fin llegó, motivado por el escándalo de toda la gente que se había reunido para observar lo que estaba pasando. Ni siquiera había sido consciente de ellos.

Chiara fue la primera en ver al chico que se acercaba y se levantó para soltarle unos cuántos improperios, que iban desde "¿cuál se supone que es tu trabajo?" hasta "menos mal que no te esperamos".

Nadie quería sufrir la ira de Chiara Russo cuando se enfadaba.

Y yo, en aquellos momentos, no quería dejar ir a Olivia. Mi único deseo era seguir abrazándola, sujetarla cerca de mí y contar cada una de sus respiraciones, asegurándome de que seguía viva. De que la pesadilla había terminado.

Ofrecerla la calidad de mi abrazo mientras ella no me apartase. Se dejaba reconfortar por mí.

Sin embargo, cuando Chiara dejó de gritar al socorrista, éste nos informó que debíamos llevarla a la enfermería de la playa para que la examinara un médico. Tomé a Olivia en brazos, como cuando la saqué de las olas. Al principio peleó, pero estaba muy cansada por lo sucedido y quizás un poco en shock. Acabó dejando que la tomara. Me rodeó el cuello con los brazos y la llevé a través de la arena.

Cuando Angelo me ofreció ayuda, la mirada que le lancé lo dijo todo.

Ahora que ella estaba bien, la rabia comenzaba a abrirse paso.

Pensé que la cuidaría.

La dejé dentro de la caseta de los socorristas con el médico y salí fuera junto Chiara y él mientras se aseguraban de que todo estaba bien.

Y encaré a mi primo.

—Casi se ahoga por tu culpa.

Angelo alzó las palmas de las manos en pose defensiva y dio un paso hacia atrás de mí.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now