Subía las escaleras del edificio con lágrimas en mis ojos. Cuando estaba enojada lo demostraba llorando, y no me gustaba hacerlo. Lloraba del enojo que me superaba de una forma inexplicable, demostrándome que detrás de la fragilidad se escondía la ira.

Sentía inconscientemente que Rose era mi competencia. Me daba igual si Max se acostaba con todas las chicas del mundo...y mi pregunta siempre era desde que lo conocí: ¡¿Por qué con ella?!¡¿Por qué con alguien que me complicaba la existencia?

A Rose la tenía entre ceja y ceja y todo tenía una explicación, tenía un motivo y su situación, que no me importaba pensar.

Me adentré en la silenciosa biblioteca, que más que una parecía una iglesia de tanto silencio. Era inmensa, los enormes estantes con libros de tomos gigantes, había variedades de lecturas al alcance de mi mano. En la entrada estaba una recepcionista que me pidió el carnet de estudiante, que no tarde en darle y me recibió con un buen día que tanto necesitaba.

Me senté en una de las mesas de madera oscura que estaba frente a la ventana que me brindaba una hermosa vista la ciudad, tanto que me obligaba a concentrarme en mis estudios y no en la preciosa postal.

Había varios estudiantes dispersos, un grupo de chicas que hablan muy bajito, estudiando y alguno que otro chico en alguna mesa, enfocados en sus lecturas. Era un hermoso sitio para encontrar la paz que necesitaba en aquella mañana horrible.

Mientras desayunaba, y tenía el libro abierto en la página donde había quedado mi última lectura, pude percibir que alguien tenía los ojos puestos en mí.

Levanté la vista un poco, y en la distancia, encontré a unos intensos ojos oscuros posados en mí detrás de sus lentes de lectura. Tenía el cabello como la noche, unos brazos enormes, debajo de una camiseta de manga larga gris. Sujetaban un libro y tenía a su lado un café, humeante. La luz del sol le pegaba a un costado del rostro.

Se me fue el aliento apenas lo vi y me sentí nerviosa al instante. Dios mío, que guapo era, era tan atractivo...tan...

Entonces me sonrió y yo por poco me desmayo, era una sonrisa tan perfecta como tan inexplicable y parecía pasar su tiempo libre en el gimnasio.

Si Max podía follarse a mi hermanastra...

Aparté la mirada del chico y busqué el número de Max en mi celular, el cual no tardé en llamar.

-Ad...

-Hola, Max. Me he topado con Rose y no ha tardado en escupirme en la cara que ella es tu nueva sugar baby -lo interrumpí en seco, sin dejar que me saludara -. Me encanta saber cómo te importa mi odio hacia ella. Tanto que no te das cuenta que me estás lastimando de una forma horrible.

-Ada ¿por qué me llamas a esta hora? Es temprano y es mi día libre -soltó, enojado y con aquella voz tan atractiva que un hombre tiene cuando se despierta, ronca y gruesa.

Supuse que seguía en la cama.

-Te importo tanto que decides follartela, sabiendo que te he prohibido que lo hagas. Y no sólo eso, sino que la amparas eligiéndola como tu segunda sugar baby -proseguí, en voz baja y haciéndome ojitos con el chico de la biblioteca que no paraba de mirarme -. Max, si a ti no te importa lo que me molesta, supongo que a mí tampoco deba importarme lo que a ti te molesta ¿no crees?

Su aliento golpeteó contra mi oreja y lo escuché maldecir por lo bajo.

-Ahora veo por qué odias a Rose, porque no cierra la boca -masculló, fríamente -. No quería que te enteraras por ella, sino por mí ¿podemos hablar personalmente o continuaras evadiéndome, Ada?¡Por Dios, madura!

No te enamores de Ada Gray (Libro 1 TRILOGIA EL PECADO DE LOS DIOSES)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora