· D i e c i o c h o ·

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Por suerte él consiguió manejar vehículo y frenarlo a un lado de la calzada, a la altura del coche que por poco nos hace estrellarnos.

Con las manos todavía agarradas con fuerza sobre su cuerpo y mi pecho pegado a la espalda, me negué a alejarme de Jax, incluso cuando noté que su cuerpo se movía.

Posó un pié en el suelo y escuché cómo recriminaba en italiano a alguien.

Sei un idiota! Non puoi lasciare la tua auto qui.

Reconocí su voz, la primera vez que le escuchaba de verdad hablar en italiano.

Y lo hacía gritando.

Me arriesgué a mover la cabeza, torpemente a causa del casco, para ver a otro señor al lado del coche moviendo las brazos de forma demasiado agresiva y también gritando, mientras una chica se metía en el asiento del copiloto.

Jax volvió a responderle a voz alzada:

—Abbiamo quasi avuto un incidente a causa tua!

Después de eso el señor tuvo algo más que decir. Escuché a Jax gruñir por lo bajo y, mientras él se metía al coche de nuevo, le gritó una última cosa:

Vaffanculo! —Exclamó Jax antes de arrancar la moto de nuevo y salir de allí.

No tenía ni idea de qué demonios le había dicho, pero había sonado a insulto.

Mantuve la boca cerrada el resto de camino a la casa, con los dedos bien clavados sobre la camiseta de Jax. Notaba los músculos de su abdomen bajo la tela, en especial cuando movía un poco los dedos para agarrarme mejor. Puramente por la sujeción, ¿o alguien lo duda?

Cuando llegamos a la casa, él no frenó, pero bajó la velocidad. La portilla estaba abierta y condujo hasta la caseta del jardín donde tenía guardada la caravana.

Apagó el motor delante de la puerta y, después de lo que probablemente fueron segundos más largos de lo recomendado, mis dedos se soltaron de su camiseta.

Jax no dijo nada mientras también me tomaba mi tiempo para bajar, pero se rió cuando fui incapaz de desabrochar el casco.

No estaba acostumbrada a usarlo por eso de que solamente había subido antes a una moto con Angelo, y él no lo llevaba. Había una especie de tope bajo mi barbilla y no atinaba.

—Espera, déjame —pidió.

Dándome por vencida dejé caer los brazos a ambos lados de mi cuerpo. Sentía mi cabeza muy pesada con aquella cosa cubriéndola, pero Jax había insistido en que si no me lo ponía, no me dejaba subirme a la moto.

Tuve miedo cuando amenazó con "decirle a la Nonna que iba sin casco por la carretera", aunque luego él no se lo pusiera porque solo había uno.

Se bajó de la moto por el otro lado y dio la vuelta al vehículo hasta estar frente a mí. Contuve el aliento al notar sus dedos rozar la piel de mi cuello, buscando la forma de desabrochar el casco.

Recordé nuestro beso, delante de la tienda de juguetes. Otra vez.

Porque una parte de mí tenía ganas de pedirle que me besara, y otra sabía que no debía. Que se había acabado.

Dejé salir el aire al escuchar el "click" que soltaba la correa, pero nada más alejarse sus manos de mi cuello, agarraron el casco y tiró de él hacia arriba, fuera de mi cabeza.

Probablemente tenía unos pelos de loca impresionantes, despeinados y llenos de sudor por el calor que hacía y que proporcionaba aquel material. Sin embargo, cuando los ojos de Jax aparecieron delante de mí, solamente miraban los míos.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now