—¿Qué fue lo que dijiste, Cal?

Está calmado. La nerviosa aquí soy yo y no sé por qué, porque sé que no he hecho nada que pudiera crearme problemas, pero de todos modos esta conversación me pone los pelos de punta.

—Sólo dije que no eras un abusador, que conmigo respetaste los límites y que no habías sido un mal amo.

Trago saliva luego de hablar, lo escucho suspirar y yo clavo mis ojos en el exterior del coche mientras él parece pensarlo.

—Está bien— murmura finalmente. Me raspo el esmalte de las uñas y él me mira—. No hagas eso.

—¿Qué más te da?

—¿Por qué estás tan nerviosa?

—Porque no sé qué está pasando por tu cabeza— admito.

—No estoy enfadado— habla—, pero no eres mi abogada o mi defensora

—¿Estás enfadado porque te defendí?

—Acabo de decirte que no estoy enfadado.

—Suenas enfadado para mí.

—Sólo... intenta no tocar ese tema de conversación, vas a meterte en problemas.

—¿En problemas contigo?

—En problemas con las demás sumisas. Algunas de ellas son amigas de Amelie.

—Primero que nada, me vale meterme en problemas con ellas— hago comillas con mis dedos—, y segundo, no hablé mal de ella. Dije que ser sumisa era ponerse en una situación de extrema vulnerabilidad y que podía ser difícil decirle a un dominante que se detenga. Lianna lo secundó— insisto—. Le pasó lo mismo con su esposo, así que, al parecer, no dije algo tonto.

—Nadie dijo que fuera tonto, sólo digo que no todas lo van a comprender del mismo modo que ella o Gemma.

Resoplo.

—Bien.

—Ahora tú pareces la enojada— señala, mientras sigue con los ojos en la carretera y conduce.

—No estoy enojada, sólo que me sales con un planteo que no comprendo y mucho menos entiendo por qué te fueron con el chisme de algo que se supone que quedaría en un espacio de sumisas — digo—. No hablé mal de ti, ni de ella, ni siquiera le mencioné a alguien que la conocí o que sé sobre Boris, porque creo que es algo que tú debes decidir decir o no y que yo ni pincho ni corto respecto a eso, pero...

—Respira, Caléndula, que no es una batalla de rap.

—Estoy respirando— le chillo.

—No lo parece.

Apoyo la cabeza contra el respaldo y suspiro con fuerza. Él no dice nada más por un rato, hasta que nos detenemos en la entrada de su casa y yo no sé bien qué humor se carga. A veces Dorian se me hace una persona súper fácil de entender y otras— como en este momento—, tiene una expresión profesional de jugador de póker.

Cuando estaciona y apaga el motor, no se baja. Por unos instantes, vuelvo a jugar con el esmalte de mis uñas y él suspira. Abre la puerta, se baja y yo me tomo mi tiempo para desabrochar el cinturón y girarme un poco para abrir la puerta. Sin embargo, antes de que logre hacerlo, él lo hace.

—¿Qué hice ahora?

—Baja— su voz no es brusca ni nada, pero de nuevo, todo se siente demasiado tenso para mí, incluso cuando me ofrece la mano para ayudarme. Me esfuerzo en no lucir acojonada y la tomo, carraspeando y saliendo del coche. Le doy un intento de sonrisa justo cuando él vuelve a suspirar y pellizcarse el puente de la nariz—. No sé qué hacer contigo.

Espinas | SEKS #3Where stories live. Discover now