Cap. 23 Líos de cama

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Mientras Oliver y Sandra se instalan en la habitación, Alan también está esperando que le den la suya en la recepción de su hotel. Parece que ha habido algún problema con las reservas y varios huéspedes están esperando en el hall a que se solucione, para que puedan instalarse.

Alan está sentado en uno de los butacones de la entrada, leyendo una revista, cuando la recepcionista se acerca hasta él para entregarle su llave:

—Disculpe las molestias, ya se han asignado las habitaciones —le entrega una tarjeta de cartón y le dice—: La 114, en el primer piso. Que disfrute de su estancia.

—Gracias —responde Alan, cogiendo la llave y su bolsa, para dirigirse a la escalera que le lleve a su habitación.

Cuando consigue que la luz verde se encienda y se abre la puerta, escucha una voz femenina cantando una melodía. En un principio, piensa que se trata de alguna chica del servicio de limpieza, que está amenizando su trabajo con sus propias canciones. Aunque, cuando va a dejar la bolsa en el suelo, junto a la cama, observa que hay otra bolsa, medio abierta, justo a su lado.

Se queda un momento de pie, pensando, y vuelve a dirigirse a la entrada, abre la puerta y sale al exterior, para comprobar el número de la habitación. Es la 114, la que le ha dicho la recepcionista. Así que vuelve a entrar y mira a su alrededor. 

En ese momento, se abre la puerta del baño y la propietaria de la voz que estaba escuchando, aparece en la habitación, enrollándose una toalla alrededor del cuerpo y con otra enrollada sobre su cabeza. Al ver a Alan allí de pie, suelta un grito:

—Perdona —dice, Alan, enseguida.

—¿Quién eres? ¿Qué haces en mi habitación? —pregunta la chica alarmada.

—Soy Alan y, supuestamente, también es mi habitación.

—¿¡Qué!? No puede ser. Esta es la 114.

—Lo sé, es la que me ha dicho la recepcionista al darme la llave. Acabo de llegar y...

—Pues yo me instalé anoche, así que no hay duda de que se han equivocado al asignarte la habitación.

—Sí, eso ha debido ser... —acepta Alan y, cogiendo de nuevo su bolsa, añade—: Bajaré de nuevo a recepción. Perdona.

—No pasa nada. 

Alan baja la escaleras y cuenta en recepción lo sucedido, esperando que le asignen una nueva habitación. Pero, para su sorpresa, la recepcionista le informa de que el hotel está completo y que, según le aparece en el ordenador, la huésped de la habitación 114 tendría que haber abandonado el hotel esa misma mañana. Así que, marca el número de su habitación para informarle de que tiene que salir, pero no obtiene respuesta.

Después de varios intentos, decide subir a la habitación, pidiéndole a Alan que le acompañe, por si quiere dejar ya su equipaje.

Desde el pasillo, pueden escuchar la entregada interpretación que la chica está haciendo de un nuevo tema. Tiene que llamar insistentemente hasta que por fin, abre la puerta.

—Buenos días. Tendría que haber dejado ya la habitación libre, señorita Torres. El nuevo huésped está esperando para instalarse aquí...

—¿Cómo? —le interrumpe la joven —: Tengo reserva hasta el domingo. He venido al Congreso...

—Según nuestros datos, su reserva era de 2 noches, y tenía abonado hasta hoy.

—Sí, pagué las dos primeras noches en efectivo. La editorial había reservado la noche de hoy y la de mañana, y ellos se encargarán de realizar la transferencia. Pero yo decidí venir dos días antes y por eso las pagué en recepción el día que llegué. 

Tres no son multitud, ¿o sí?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora