Capítulo 21

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Brendan

—¿A qué hueles?

Caleb, que estaba sentado a su lado en las escaleras, lo miró con mala cara.

—¿Desde cuándo tú eres el del buen olfato?

—Hueles a tabaco —insistió Brendan con una sonrisita—. Así que has usado el tabaco que te traje, ¿eh?

Su hermano se limitó a suspirar, como si aquella conversación fuera agotadora.

—¿Y qué?

—Que podrías darme las gracias.

—Gracias.

—No. Gracias, Brendan, por ser el mejor hermano del mun...

—¿Quieres que te dé las gracias o que te mienta?

—Serás cabrón.

—Idiota.

—Imb...

Brendan se calló cuando, de pronto, Caleb se llevó una mano a la oreja. Su expresión había cambiado. Ahora, era casi de molestia.

—¿Qué te pasa? —le preguntó.

—No lo sé. —Caleb se quitó la mano de la oreja y se removió, incómodo—. Una sensación rara.

—¿Como qué?

Un recuerdo vago de cuando eran pequeños le vino a la cabeza. Por aquel entonces, Caleb ya tenía habilidades que otros niños, definitivamente, no podían ni imaginarse. El único que lo sabía era Brendan —porque se lo contaban todo—, pero no lo usaban como ahora. Lo usaban para tonterías como escaparse por la noche y que él pudiera controlar si sus padres se despertaban, jugar al escondite...

Y, cuando a Caleb algo le causaba una sensación extraña, lo describía siempre con una comparación de algo que Brendan pudiera imaginarse.

—Presión en las orejas —dijo su hermano finalmente—. Como... como te metes en el agua, a mucha profundidad, y empiezan a dolerte los tímpanos. ¿Sabes a qué me refiero?

—Sí.

Brendan lo observó con cuidado, intentando ver si él volvía a tocarse la oreja. No lo hizo, pero estaba claro que se sentía incómodo.

—¿Alguna vez te había pasado? —preguntó.

—Solo una vez, en casa de nuestros padres.

¿Y qué había pasado en casa de sus padres que los diferenciara de ese momento?

Oh, sí... La maldita magia.

Brendan estuvo a punto de decirlo, pero de pronto ambos se giraron inconscientemente hacia la puerta principal. Ania entró como si nada y, sin siquiera mirarlos, pasó por delante de ellos para dirigirse al gimnasio.

Brendan y Caleb, parpadeando, la siguieron con la mirada.

—¿Acabo de ver...? —empezó Caleb.

—Menos mal —murmuró Brendan—. Por un momento, he pensado que solo la veía yo y me estaba volviendo paranoico.


Victoria

Vale, le molestaba un poco que esa chica se paseara por ahí como si nada. ¡Estaba en casa del enemigo! ¿No podía, al menos, mostrar un poco de miedo? ¿Aunque fuera por respeto?

Victoria entró en el gimnasio con el ceño fruncido. Se encontró a Dani, Lambert y Kyran muy pasmados en una de las mesas con Ania sentada al otro lado. Estaba comiendo tranquilamente de una bolsita de golosinas.

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