Capítulo VII

33 6 0
                                    

- ¡Ayúdame!- grito de nuevo-.

Los soldados me sujetan con fuerza, pero me revuelvo para librarme de sus manos que me tienen atrapada por los brazos. La muchedumbre mira expectante la escena, pero no tienen intención de intervenir. El hombre se acerca a mi, haciendo un gesto a los guardias pra que me soltasen. Agotada y dolorida acudo hacia el. Sin embargo, agarra con fuerza mi brazo y me arrastra hacia un lado con una expresión clara de enfado.

- ¿Estás loca?- clama furioso muy cerca de mi rostro. Su aliento huele a alcohol-.

- Necesito tu ayuda, no tenía otra opción- le espeto, intentando mostrarme segura de mi misma, aunque no sin mucho resultado-.

- ¿Y te parece la mejor idea de hacerlo?- dice, meneando la cabeza en un gesto de desesperación-. Deberías ser más discreta, no te conviene llamar la atención. Aún así, has hecho bien en acudir a mí. Ha llegado el momento de que sepas algo. Ven. 

Frunzo el ceño. No logro entender que ocurre. Respiro hondo, intentando serenarme. El hombre me espera unos pasos más adelante, con expresión fija e impasible. Le sigo tras las calles que me eran conocidas. Eran. Niños, ancianos y niños ocupan las calles, muchos de ellos heridos. La mugre campa a sus anchas y según nos acercamos al hospital, se hace mas penetrante. 

En menos de un segundo, mi ser se precipita en el acantilado de la locura y la desesperación. Una gran masa de escombros se extiende hasta donde no alcanza la vista. Una mujer llora desconsolada sujetando a su hijo en brazos, sangriento y mutilado, sin vida. Los soldados desentierran cadáveres de los cascotes. El cielo negro  ponen un fondo de horror a la muerte y mi corazón se encoge. Una lágrima corre por mi cara impasible.

- ¿Y mi padre?- pregunto, sin dejar de mirar al frente-.

- No lo hemos podido encontrar todavía, pero seguramente no haya sobrevivido. Los proyectiles han sido lanzados exclusivamente en edificios públicos. Estamos protegiendo los monumentos más ilustres y hemos evacuado los museos. Por lo demás, no hemos podido hacer nada. Lo siento. 

- ¿Y todos esos monumentos pueden volver a la vida a mi padre?- protesto-. ¿Un montón de piedras van a salvarnos a todos de morir?-  grito, golpeando su pecho con toda mi furia contenida-. No soy capaz de pensar ni razonar, sólo quiero pensar que esto no ha pasado. Es fruto de mi cabeza, pero me doy de bruces con la más cruda de las realidades, la pérdida de a alguien al que amas. El hombre me toma entre sus brazos y me abraza con fuerza, en lo que creo que es un intento de calmarme pero que consigue que mi rabia aumente y con ella mi rencor. 

- Cálmate, por favor- me susurra, haciendo caso omiso a mis exabruptos-. Debes están entera para lo que viene.- continua, ahora apoyando sus enormes manos en mis hombros, sosteniéndome casi por completo-. Tu padre querría que continuaras con lo que el no pudo terminar. 

- ¿Qué vas a saber lo que querría mi padre? No te atrevas ni siquiera a nombrarlo.

- Lo conocía, sí. Que nos encontrásemos no ha sido del todo casualidad. Tienes la capacidad de aparecer en el sitio adecuado en el momento adecuado. Pero escúchame bien- continua- debes tener la cabeza fría. De nosotros depende muchas vidas. Debemos resistir, Wanda. Debemos resistir. Por Polonia. 

Veintisiete más unoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora