TRIBU

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Hace más de cuatrocientos años, una niña iba caminando por la selva del Amazonas acompañada de su madre. Las dos iban recolectando uvas caimaronas que hasta el día de hoy son bastante típicas en toda la región. Estas frutas las encontraban en los troncos de algunos árboles que estaban en el lugar, por lo que todo lo que debían hacer era retirar los tallos de las uvas con ellas colgando. La niña se acercó cuidadosamente a uno de los árboles que contenía el fruto, lo observó unos segundos y lo retiró. Luego guardó la comida en un pequeño canasto que ella había traído. De un momento a otro escucha que su madre la llama por su nombre -¡Yatzil!-

La chica va al lugar de donde la llamaron y se encuentra con que el grupo entero de mujeres se había reunido. De todas las canastas que habían, la de Yatzil y su madre eran por mucho las que más uvas tenían. Las demás siempre se asombraban por la capacidad que tenían ellas para encontrar tanta fruta. Siempre le preguntaban cómo lo hacía. Cayendo el atardecer regresaban a la aldea de donde habían salido y encontraban a los hombres cocinando la carne de los animales que cazaron. Estaba todo listo para un rico asado con las uvas como postre. Yatzil se sienta en el suelo mientras las demás personas hacían lo mismo. Luego comenzó a hablar el cacique de la tribu -Quiero dar las gracias a todos los miembros de la tribu por su trabajo duro consiguiendo comida. No solo son los que nos mantienen con vida, sino que además consiguen los alimentos más deliciosos de la región. No nos conformamos simplemente con sobrevivir en nuestras tierras, sino que buscamos una buena vida y gracias a ustedes la estamos teniendo. Por eso quería agradecerles, y a partir de ahora dejarles disfrutar de la comida que tanto trabajo y tiempo les costó conseguir-

Después de ese discurso comenzó el festín. Yatzil era fanática de la carne, por lo que ella siempre se aseguraba de probar todos los pedazos que pudiera. Cayó la noche y todos se fueron a dormir. Pero esta noche no sería como las demás. De madrugada, la chica despertó por un aullido que escuchaba desde afuera. Vio a sus padres pero estos estaban dormidos. Parecía que nadie más en la aldea sentía nada. Por eso decidió salir a averiguar qué pasaba. La noche estaba estrellada, por lo que las estrellas iluminaban lo suficientemente bien como para que Yatzil pudiera ver. Poco a poco se fue acercando a la fuente de ese ruido. Temiendo que pudiera ser alguna amenaza tomó un palo que estaba en el suelo. Caminó muy lentamente hasta un arbusto. De su interior salía el aullido que cada vez se hacía más tenue. Con miedo y curiosidad a la vez, movió las ramas y se encontró con un animal muy pequeño. La criatura estaba herida en una pata y estaba sola. La niña la miró fijamente y logró identificar que el animal era la cría de un felino. Pero debido a la extraña forma de su cola, sus patas delanteras y los gigantescos colmillos que sobresalían de su mandíbula superior, se dio cuenta de que no se trataba ni de un jaguar ni un puma. Esto era algo más. Pero sea como sea, estaba herida y sentía que debía ayudarla. Tomó a la criatura en brazos y la llevó hacia donde quedaron los restos de carne que los demás no se habían comido. Dejó al animal en el suelo y este empezó a comer como si no lo hubiera hecho en varios días. Yatzil lo miraba con pena. Se preguntaba dónde estaba su familia y cómo se le hizo esa herida en la pata trasera. Así estuvieron juntos hasta que salió el sol. La chica siguió acariciando a lo que parecía que se convertiría en su nueva mascota, hasta que una mujer gritó a toda voz -¡WAIRARIMA!- 

La muchacha se volteó e inmediatamente los hombres la rodearon. Uno de ellos la levantó por la espalda. Intentó soltarse pero la fuerza de esa persona era mucha. Otro le comenzó a pegar patadas al animal hasta que logró expulsarlo de la aldea. Luego llegó el padre de la chica y le gritó -¡¿Estás loca?! ¿Cómo se te ocurre traer un wairarima a la aldea?-

Ella respondió -Sólo es una cría papá, ¡está herido!-

-¡Esas cosas crecen! En unos meses va a clavar sus dientes en tu cuello y será demasiado tarde para que te des cuenta de lo peligrosos que son-

WairarimaOù les histoires vivent. Découvrez maintenant