Cap. 22 Distancia

Start from the beginning
                                    

Era algo que le habían enseñado sus padres siendo niño. Nunca dejaban que ninguno se fuera a la cama o saliera de viaje mientras estuvieran enfadados. Decían que nunca, separarse de alguien a quien querías, tenía que hacerse con un mal recuerdo, con una disculpa pendiente, con una mala sensación en el corazón. Pues si esa separación fuera definitiva, esas palabras no dichas se harían cada vez más pesadas e incómodas en nuestro interior. Por eso, si alguna vez tenían una discusión, le reñían o le castigaban, siempre tenían un te quiero y un abrazo como último gesto antes de despedirse o de darse las buenas noches.

Con sus amigos, no recordaba haber tenido antes esa sensación, pues siempre procuraban solucionar sus pocas desavenencias. Pero esa noche, justo además el día previo a su separación por unos días, no habían tenido una despedida demasiado cariñosa. Por eso, se había pasado casi toda la noche en vela, reprimiendo sus ganas de levantarse y hacer a sus amigos que también lo hicieran, para darles un abrazo y desearles un buen viaje de todo corazón.

Pero no lo había hecho, porque tampoco quería molestarles en su descanso. Y por eso, en cuanto oye que Emy sale de su habitación, se incorpora de su cama y sale a su encuentro.

—Oh, perdona, ¿te he despertado? —le pregunta Emy en susurros.

—No, estaba despierto —le dice, mientras la acompaña hacia la puerta.

Allí, ella deja la maleta en el suelo y se gira hacia Oliver, quien la observa unos instantes antes de hablar. 

—Solo quería decirte que..., bueno, eso, que tengas un buen viaje.

—Ah, gracias —responde Emy. Pero se queda quieta, mirándole, con la certeza de que él le quiere decir algo más, pero su boca permanece cerrada. 

Oliver da un pequeño paso hacia ella y Emy, por un momento, se siente sobrecogida. Levanta un poco más su cabeza para mirarle a los ojos, unos ojos que le parece que tienen un brillo especial, y el reguero de la luz del alba que entra por la ventana, le dan un tono más verde de lo habitual. 

Toma consciencia de su diferencia de altura, de su más de metro noventa, de la anchura de sus hombros, de los brazos fuertes que caen a ambos lados de su cuerpo, y tiene la tentación de apoyar la cabeza en su pecho, de sentir su cálido aroma, su protección y su cariño. Pero se queda inmóvil, notando cómo su corazón se acelera, esforzándose por desviar la idea de que va a pedirle que no se vaya, que se quede con él, y que lo haga para siempre. Pues, cada vez que aparece ese pensamiento fugaz en su cabeza, ella desea que se transforme en palabras que no dudaría en aceptar. 

Él vuelve a dar un paso más, menudo, casi inapreciable, y comienza a levantar sus brazos para apoyarlos, lentamente, sobre los hombros de Emy. Y ese leve contacto, a ella le provoca un cosquilleo que le recorre toda la espalda, desde los talones hasta la nuca, y el corazón se le acelera un poco más.

—Emy... —susurra Oliver, sin añadir nada más. 

Solo quería decirle que tuviera un buen viaje, y ya lo había hecho. Porque el resto de palabras que cruzaban por su mente, sabía que tenían que seguir ahí, guardadas, apartadas del camino hacia su garganta con gran esfuerzo. Palabras como que sentía un gran temor por su marcha, que odiaba estar separado de ella, que no soportaba saber que se iba con el imbécil de Cooper, que se moría de celos, que si se quedaba, él cancelaría su escapada con Sandra, sin dudarlo, que...

—Oliver, ¿qué pasa? —le pregunta Emy, al ver que su amigo sigue allí plantado, mirándola fijamente.

—Que tengas un buen viaje —repite Oliver.

—Ya me lo has dicho... Gracias —dice Emy, entre risueña y sorprendida por la actitud de Oliver. Pero, antes de que pueda añadir nada más, él la empuja hacia su pecho con un leve movimiento y la abraza con fuerza, apoyando su barbilla sobre la coronilla de Emy.

Tres no son multitud, ¿o sí?Where stories live. Discover now