Capitulo 1

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Un chico rubio, trajeado, serio. HyukJae hablaba por teléfono. Caminaba por la oscura calle, alumbrada solo gracias a las pocas luces de la calle. Frunció el ceño y suspiró. Con su dedo meñique acomodó las gafas sobre su nariz antes de hablar. 

-No, dile a KyuHyun que me traiga mañana los informes. Me da igual que tenga vacaciones. Mañana a las ocho en mi despacho. Adiós. 

Apretó el botón rojo y se metió el móvil en el bolsillo de los pantalones grises. Escondió media cara en la bufanda que rodeaba su cuello y abrazando su propio cuerpo siguió caminando. Si, había sido mala idea pensar que andar era mejor que ir en su deportivo, pero ya no había nada que hacer, y ahora tenía tanto frío que temía morir congelado. Por suerte no llovía, no nevaba, frotó sus manos y volvió a encogerse. 

Caminó algunas calles más, la oficina y su casa estaban bastante lejos, pero por la mañana, no parecían tan lejanas. Se detuvo en una pequeña tienda para comprar ramen, no le apetecía hacer la cena, pues, aunque tuviera tanto dinero, no le gustaba que nadie entrara en su casa y tocara sus cosas. Así que después de pagar, salió, disgustado por la diferencia de temperaturas entre la caliente tienda, y la helada calle. Giró la esquina, y entonces, un sonido extraño llegó a sus oídos. Eran unos aullidos agudos, un llanto de perro, quiso ignorarlo, pero recordar a su perrita Choco, aquella que murió atropellada, hizo que su cuerpo se dirigiera al lugar de donde provenía aquel sonido. 

-Perrito...ven aquí...

Entró en el oscuro callejón, llamando al animal, haciendo un ruido con sus labios. Dejó de oír el sonido para escuchar una agitada respiración. Se acercó más a la pequeña silueta que veía en la esquina, tras un contenedor. Sería un perro callejero, un perro hambriento o malherido, por eso, sacó un bol de ramen y lo abrió, dejándolo en el suelo con cuidado de no derramar nada, siguió haciendo el sonido con su boca.

-Toma...come algo...

La silueta seguía tras el contenedor, y no sabía que hacer, el perro parecía no querer hacerle caso. Sacó el móvil y encendió la pantalla, apuntó a la esquina con la luz tenue. Ahogó un gemido de sorpresa. No era un perro.

Era un chico. Un pequeño castaño. Tenía una camisa rota, unos pantalones en la misma condición, su pelo largo caía hasta los hombros y llevaba un gorro de lana tapando hasta sus orejas. Se abrazaba a si mismo y miraba el suelo. Debía tener frío, hambre, sueño...¿Por qué sonaba como un perro? 

-Eh...oye...¿Estás bien? 

No era amable, no era solidario, era frío, solitario, un tipo asquerosos que solo trataba bien a los perros. Había creído que era un cachorro abandonado y hasta se le había pasado por la cabeza el llevárselo a su casa. Pero ahora que veía que era un chico, estaba pensando coger el ramen de nuevo y largarse, sin embargo, ya estaba abierto, y lo dejó ahí. Se levantó y a paso lento e indiferente se marchó a casa. 

Al día siguiente despertó, como siempre, a la vez que la alarma sonaba. Desayunó un café y después de una ducha se vistió. Bajó hasta el aparcamiento, apretó un botón del mando que llevaba enganchado a las llaves y una luz se encendió en el deportivo negro. Subió en él y arrancó, dirigiéndose a su oficina. La empresa Lee S.L. de la que era dueño desde que sus padres fallecieron. 

CachorroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora