Aparcó en su plaza. Subió a su despacho en ascensor, y cuando abrió la puerta vio a su ayudante dormido en la mesa. Cerró la puerta de golpe causando que el moreno despertara y viera por la ventana que su jefe ya había llegado. 

-Señor Lee. -KyuHyun entró con unos papeles en la mano.- Aquí tiene lo que me pidió. 

-Bien. Déjalos en la mesa. -Dijo sin despegar la vista de la pantalla del ordenador. El moreno hizo lo que se le ordenó y se quedó parado, como esperando algo.- ¿Qué? 

-Bueno...yo...hoy era mi día libre. 

-¿Y?

-Eso...

-Haz lo que quieras. -Siguió escribiendo cosas en el ordenador mientras KyuHyun esbozaba una sonrisa y salía del despacho. 

Suspiró. Le importaba una mierda su ayudante, pero era molesto tener a un inútil que le estorbara todo el día, porque eso era el moreno ese día, un estorbo que lo molestaría todo el día si no lo dejaba libre. Limpió los cristales y se puso las gafas de nuevo. 

Bajó al aparcamiento y entró a su coche para irse a casa. Arrancó. Condujo por la ciudad hasta que llegó al callejón de la otra noche, por alguna razón desconocida la curiosidad le había llevado allí. Aparcó y salió del deportivo. Encendió la pantalla del móvil y se adentró en el callejón. Apuntó tras el contenedor, y ahí estaba. El chico seguía como el día anterior, pero esta vez estaba dormido, cubierto con un cartón y el bol de ramen estaba vacío y mordisqueado. ¿Habrían sido las ratas?

Escuchó un sollozo y vio que el chico estaba llorando y temblando. Otra vez tenía ese sentimiento, parecía un cachorro abandonado. Estiró el brazo para acariciarlo, pero no lo hizo. Chasqueó la lengua y se levantó. 

Diez minutos después volvió a agacharse frente al castaño durmiente. Retiró el vacío y dejó el bol de ramen que acababa de comprar. Puso los ojos en blanco. No sabía porque estaba haciendo aquello, pero daba igual. Solo era una estupidez, simplemente su cuerpo actuaba por si solo. 

Dos semanas pasaron y HyukJae aparcó el coche otra noche más frente a la tienda. Las puertas automáticas se abrieron y entró.

-Buenas. 

-¡Bienvenido de nuevo! -Le sonrió un mujer mayor. Cogió lo mismo de siempre y pagó. -Gracias por su compra. Hasta mañana.

Salió de la tienda. Bufó. Se revolvió el cabello con frustración. Llevaba quince días llevándole la cena al chico, y siempre que iba lo encontraba durmiendo y el bol estaba mordido, o roto. Llegó e hizo lo mismo de siempre, sacando su teléfono móvil. No se esperó un cuerpo sobre el suyo, ni una lengua en su mejilla. Se estremeció y alumbró al chico con el teléfono.

-¡Quita! 

Lo empujó y la bolsa con la comida salió volando. El castaño corrió tras ella, dejándolo libre. Sacó el ramen de la bolsa y se acercó al rubio con este en sus manos.- ¡Abre! ¡Abre! 

CachorroWhere stories live. Discover now