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Nota de autora: Para una experiencia más agradable (y masoquista), les recomiendo escuchar esta canción mientras leen, la cual cada vez que la escucho me hace acordar a la historia de Holden y Chloe.

Recomendación 2: Cuando lean "Ven aquí", reproducen la canción.

Adiós no es para siempre.

—Prometeme que te cuidarás allá, ¿sí? —repitió mi madre mientras sostenía mi rostro con ambas manos

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—Prometeme que te cuidarás allá, ¿sí? —repitió mi madre mientras sostenía mi rostro con ambas manos.

—Lo haré, no te preocupes —respondí sonriendo—. Te hablaré tres veces por semana como quedamos.

—Cinco —debatió.

—Que sean cuatro —indiqué y entonces ella asintió.

Nos encontrábamos en la parada de buses, el mío salía dentro de treinta minutos por lo cual ya habían bastantes pasajeros aquí colocando sus bolsos y valijas en el enorme vehículo mientras se despedían de algunas personas.

Tenía que tomarme aquel bus para luego parar al aeropuerto y salir de aquí, irme lejos de este lugar el cual estuvo lleno de momentos inefables e inolvidables.

Y pensar que yo quería irme a penas mis pies pisaron este lugar, y ahora me estaba costando tener que despedirme de todo esto, del vecindario, de las personas que conocí, de aquella hermosa vista hacia el mar, y de todos esos momentos que viví.

Era increíble como en un año había conectado más con las personas que en mis diecisiete años viviendo en lo de mi padre.

Los lugares hacían diferencias y distintos corazones.

Había venido mi familia a despedirme, mi madre estuvo alrededor de quince minutos preguntándome sobre las cosas que tenía y si no me estaba olvidando algo en mi habitación, luego me ordenó más de una vez hablarle a penas llegara a la ciudad y exigió fotos de mi departamento.

Cuando mi madre se alejó con lágrimas en su rostro, mi hermano mayor se acercó para así entrecharme entre sus enormes brazos y darme grandes palmadas en la espalda, las cuales dolieron como los mil demonios.

—Sigue estudiando —habló sin romper el abrazo—. Sé el orgullo de mamá, de todos nosotros —indicó—. Quédate tranquilo, yo cuidaré a nuestras chicas —explicó, refiriéndose a mamá y a Sophia.

Reí entre dientes ante sus palabras, sin duda iba a extrañar demasiado sus peleas y las veces que solo entraba a mi habitación con intenciones de molestar.

Pero a veces el pelinegro también tenía sus momentos donde podía comportarse como una persona de su edad, he perdido la cantidad de veces las cuáles me aconsejaba y ayudaba en el instituto o incluso con mis problemas de cualquier adolescente.

Bienestar © #3 ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora