· C a t o r c e ·

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—Esto está lleno de gente —comentó Jax.

Asentí, repentinamente nerviosa al sentir el roce de sus dedos sobre la piel. Se habían metido entre mi top corto y la cinturilla del pantalón veraniego. Cuando me vestí aquella mañana solo pensaba en el calor que haría durante el día, no en que Jax me agarraría de la cintura.

Tampoco me quejaba, pero...

Digamos que aumentaba todavía más la temperatura.

—¿Y si nos vamos de aquí? —Propuso de pronto.

Sí a todo.

Apreté los labios, indecisa. Él seguía sosteniéndome cerca, aunque ya nadie me empujaba. Llevé los ojos hacia Tony y mi tía, que estaban sonriéndose de forma muy acaramelada. Si aquel viaje era algún tipo de prueba para ellos como pareja, estaba claro que los había unido más.

Volví de nuevo a mirar a Jax. Tenía las cejas alzadas y solamente me prestaba atención a mí. Su expresión era expectante.

—¿A dónde propones?

Una pequeña sonrisa iluminó con fuerza su rostro.

Entonces me soltó, pero fue solo para que, segundos después, sus dedos rozaron los míos. Sin dejar de mirarme y sonreír, entrelazo nuestras manos en un agarre cálido.

—A la aventura —respondió.

Y tiró de mí lejos de toda la gente.

Lo seguí mientras él era quien abría camino entre la gente con su cuerpo, apartando a la mayoría para que yo pudiera ir justo detrás. Cuando por fin salimos a una zona donde podíamos respirar un poco más tranquilos, traté de buscar a mi tía entre la multitud.

Me puse de puntillas, hasta que localicé lo que me pareció la parte alta de su cabeza, pero un hombre enorme se colocó en medio de mi campo de visión.

—¿No deberíamos decirles algo? —Comenté hacia Jax.

Él negó con la cabeza, sabiendo que me refería a ellos.

—Tranquila, luego le mando un mensaje a mi padre.

—Es verdad —asentí—. Yo no tengo todavía tarjeta para el teléfono.

Ni siquiera había barajado esa opción. Continuaba sin tener un número italiano para poder comunicarme. Como solo iba por dos semanas, no pensé que fuese necesario.

—Luego te conseguimos una, piojosa —replicó, guiñándome un ojo descaradamente y haciendo que mi corazón diese un vuelco—. Y ahora, déjame llevarte a comer.

Tiró de mí por una pequeña callejuela de las que nos rodeaban, y lo seguí sin replicar.

No me soltó la mano en ningún momento.

Y, por algún extraño motivo, yo tampoco quería apartarla.

*****

Comimos en un restaurante que daba a Campo de' Fiori y al que Jax ya había ido antes. Decidí dejarle escoger a él, porque lo cierto es que tenía un paladar demasiado bueno. Acabamos con una tosta con tomate cada uno, seguida de una pizza y un tiramisú de café de postre. Jax llegó a sacarme una foto con el teléfono mientras le hacía un corazón con las manos a la pizza por la buena pinta que tenía.

—Me siento como un turista de verdad, aquí contigo —bromeó, posando la cucharilla sobre el plato de tiramisú vacío.

Su frase me hizo pensar. Él venía mucho a Italia y estaba claro que le encantaba, pero durante el curso escolar había vivido en Estados Unidos.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now