Aunque no era demasiado grande, había una mesa de trabajo, tres vespas con la pintura descorchada y una caravana cerca de la las herramientas.

El sonido volvió de pronto, asustándome, y ahí me di cuenta de que procedía de dentro de la caravana. Y, lamentablemente, mucho más fuerte.

Me pregunté si algún hermano o hermana de Tony estarían trabajando allí dentro. Y como no tenía nada más que hacer, y lo cierto es que la frescura del lugar parecía más cómodo que el bochorno de fuera... decidí entrar.

El suelo estaba frío bajo mis pies descalzos, mientras me movía de forma sigilosa. En cierta parte me sentí como si fuese una intrusa.

Atravesé los primeros metros hasta llegar a la caravana. Me asomé por la puerta doble trasera con toda mi buena intención de saludar con una sonrisa y...

Me quedé congelada.

Quien estaba allí dentro, agachado para atornillar algo en el suelo de aquel vehículo, era Jax. De alguna forma me daba la espalda, concentrado en el trabajo. Recordé entonces cómo me había hablado de su idea de remodelar una caravana y recorrer Europa después del verano.

Y vaya si lo estaba consiguiendo. Por fuera parecía vieja, pero por dentro había colocado un suelo de madera, y aunque todavía quedaba mucho trabajo por hacer, podías apreciar los muebles que comenzaba a colocar y el bonito diseño que podía salir.

Se movió un poco más, inclinándose sobre el suelo, de forma que su trasero quedó apuntándome. Una intenta hacerse la fuerte, pero tiene ojos en la cara, y ellos no pudieron evitar moverse a él.

Además Jax iba sin camiseta.

De pronto empezó a hacer más calor.

Tomé una fuerte respiración, y a los pocos segundos el sonido cesó. Tragué saliva, obligándome a dejar de mirarle el trasero cuando comenzó a levantarse, porque sabía que me atraparía y probablemente la situación fuese un tanto incómoda.

Gran error, porque mientras subía por su trasero mis ojos se ralentizaron, concretamente en donde comenzaba su abdomen y la pequeña forma de V que se perdía por dentro de su bañador.

Oh, mierda. La sangre comenzó a hervir en mi interior al recordar lo mucho que le gustaba que yo le tocase allí y...

—¡Joder! ¡Qué susto me has dado! ¿Cuánto tiempo llevas aquí?

Aparté la mirada mientras Jax se llevaba una mano al pecho desnudo (ay, señor...) y daba un paso hacia atrás, exaltado.

Tragué saliva pesadamente, esta vez con los ojos puestos en él y en cómo posaba el taladro de mano sobre un mueble a medio montar.

—Acabo de entrar. Escuché un ruido.

Sus cejas se elevaron de esa forma burlona y peligrosa que tanto me gustaba.

Volví a tragar saliva.

—Ya... —asintió, formando una sonrisa socarrona—. Y disfrutando de las vistas, ¿no?

—Te lo tienes muy creído —le espeté, frunciendo el ceño.

Mierda, me había pillado de pleno.

—No soy yo quien me estaba comiendo la polla con los ojos.

—¡Claro que no! Estaba mirando más arriba, no allí, y...

Me quedé callada.

Acababa de delatarme a mí misma. ¡Aplausos para Olivia, por favor!

Jax se cruzó de brazos, sin abandonar su sonrisa, y comenzó a caminar hacia mí. La altura de la caravana me obligaba a elevar la barbilla hacia arriba. Se agachó cuando llegó a la puerta trasera donde yo estaba. Colocó un brazo a mi lado y acercó el rostro al mío.

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now