1. CIUDADES INVISIBLES

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«Voces melancólicas, susurros de humanidad que danzan con la neblina y que se apoderan de la escena final.» 

Lee Jeno propinó un insulto cuando la nave R-624 comenzó un ascenso dolorosamente lento hacia la superficie, y solo le quedó rezar internamente para que un día de estos, o por lo menos hoy, el motor no le traicionara por completo y le dejara atrapado en el oscuro y frío mar terrestre. Jeno odiaba muchas cosas que, inevitablemente, eran constantes en su vida, pero también les temía por el peligro que estas implicaban.

Odiaba la pestilencia de las profundidades del mar terrícola que incluso si no llegaban a sus fosas nasales directamente, sí se impregnaba en forma de verdor y manchas ennegrecidas en los cristales de la nave, y que al salir de regreso al hangar, se escurría por las paredes hasta las rejillas de desechos; era grumoso, apestoso y altamente tóxico, y las mascarillas poco hacían por él, pero menos ayudaban a los otros presos encargados de limpiar, y la pestilencia se quedaba en el aire por horas y horas hasta que les llevaban a la cámara de limpieza en donde desnudo, sentía el ardor de aquel lugar podrido escurrirse por su piel.

También odiaba al personal del piso de arriba, aquellos que podían irse a su planeta después de cada dos semanas, abrazar a sus familias y dormir en la comodidad de sus hogares, a diferencia de él, que regresaba a la frialdad de una celda compartida cada mes durante un fin de semana.

Odiaba aún más a los caraduras del escuadrón Elysium, una brigada élite de reconocimiento y restauración de tierra en el planeta que recorrían bosques, selvas, montañas y ciudades perdidas en busca de señales de fertilidad, un trabajo fácil y que cualquier idiota podría hacer, pero que se llevaba las guirnaldas de todo el sistema Trispos. Mientras tanto, el resto de ellos arriesgaban sus vidas en la toxicidad de los oscuros océanos, con el riesgo de ser embestidos por algún animal mutado y acabar muriendo en las profundidades de aquellos mares, como le ocurrió a los primeros nautas; o peor aún, de morir atrapado en el oscuro océano con esas malditas naves que apenas lograban sacarlos a la superficie al final de cada jornada.

Pero si hay algo que sin duda alguna detestaba, era a los estirados del Recovery, la nave que se posaba sobre donde ellos se encontraban, inmensa e imponente para recordarles a todos ahí que ellos eran quienes dominaban en principio y el final, el camino y la distancia de cada minuto en sus vidas.

Su empleo era una real mierda, pero era eso o permanecer en la prisión Sumir en el distante sistema Gliese 892, en los andares más recónditos del cuadrante beta, lejos de su madre. «Al menos no tengo que limpiar las naves», piensa cada que los operadores del hangar le quitan el traje y lo llevan a esterilizar, mientras observa a lo lejos a otros de ellos lidiando con las sustancias tóxicas de la nave, arriesgando sus propias vidas en el acto. Es un proceso al que ya está acostumbrado, lo ha hecho una y otra vez, día tras día durante tres años.

Por fortuna su sentencia no era ni tan larga ni tan dura como la de aquellos, y su seudo voluntariado estaba rindiendo frutos. De treinta y cinco años, ahora solo le quedaban quince, y eso que ya había cumplido con ocho desde antes de inscribirse al programa de Green Earth, así que para cuando el contrato terminase, habrá pagado sus años restantes y podrá volver a casa en su planeta para rehacer su vida.

Originalmente, el contrato otorgaba a los presidiarios con mejor comportamiento la oportunidad de rehacer su vida en la pronta a ser Nueva Tierra, pero aquello le importaba a Jeno una mierda, cuando hogar tenía solo uno y era precisamente en Keck.

― ¡Eh, Jeno-ge!

Jeno detuvo su andar de camino a los purificadores y se giró sobre sus pasos. Zhong Chenle intentaba alcanzarlo con los pasitos despreocupados y la eterna sonrisa en su rostro. A Jeno le costaba comprender cómo es que un niño como él había terminado en un foso podrido como aquel, pero luego recordaba lo potencialmente peligroso que era su genio y entonces todo cobraba sentido.

Supernova ✶ nominDonde viven las historias. Descúbrelo ahora