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Algo tan simple como caminar, se torna inalcanzable ante el exceso de alcohol. Todo me da vueltas y el vaivén de mis piernas es incontrolable. ¿Qué me poseyó para creer que era buena idea ir a mi pieza en el segundo piso?

—Alberto...—recordé, gruñendo y conteniendo mis lágrimas.

¡Toda la culpa la tiene ese desgraciado homicida! Me da asco y aún me pone la piel de gallina pensar en él. ¡Yo habría muerto si no le hubiese revisado el celular!

Solo buscaba respuestas sobre su extraño comportamiento, y tenía la certeza de que habría compartido sus secretos con su mejor amigo.

Sin embargo, lo que descubrí fue un vínculo mucho más oscuro: eran amantes conspirando mi muerte para hacerse con mi herencia. El horror se queda corto para lo que mi alma atravesó en ese instante.

—Ojalá no salgan de la carceeeeel...—mi susurro se volvió un grito cuando tropecé con la escalera.

Hice un esfuerzo titánico por aferrarme a la barandilla, sin embargo, mis movimientos eran desesperadamente lentos. En cuanto mi cabeza tocó el suelo, todo se oscureció.

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La conciencia me llega de golpe, como si me hubieran dado una descarga eléctrica. Sentada y todavía agitada, miré detenidamente a mi alrededor. Quedé en blanco... No puede ser cierto, no puedo estar viendo nieve y montañas.

Se me escapó una risa nerviosa; la situación es tan absurda que me resulta cómica

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Se me escapó una risa nerviosa; la situación es tan absurda que me resulta cómica.

Entonces, algo extraño llamó mi atención. A pesar de la distancia, vi a alguien en lo alto de la montaña. Pero tengo miopía, ¿cómo es posible? La duda se apoderó de mí, y cuanto más me concentraba, más detalles notaba. Incluso podía jurar que lo escuchaba...

—¿Qué diablos está pasando? —susurré en un tono ronco, con un inusual picor en mi garganta. Sin embargo, mi voz resonó en mis oídos con una seductora suavidad, muy lejos de mi tono habitual—. ¿Hola? —intenté de nuevo, aún incrédula. Definitivamente no es mi voz.

Una idea absurda se apoderó de mí en un instante, enviando un escalofrío que recorrió mi espina dorsal. Con temor, me forcé a contemplar mi propio cuerpo.

—No... no puede ser—susurré, mi voz apenas audible.

Mis ojos se posaron en la desconocida ropa invernal que me cubre, antes de ver unas manos inmaculadas, sin ningún indicio de quemaduras ni uñas mordidas. Finalmente, vi ese cabello rubio que caía en ondas sedosas, que al ser tocado da una sensación de realidad inconfundible.

Anhelaba que fuera un sueño, pero la experiencia en sueños lucidos me dice lo contrario.

Aun así, mis ojos escudriñaban este cuerpo, buscando desesperadamente cualquier señal que dijera que todavía era yo. Pero la cruda realidad era abrumadora. Me invadió una angustia incontrolable, sin poder escapar de la opresión en mi pecho y de los pensamientos catastróficos en mi mente. Mirar a mi alrededor solo empeoraba las cosas.

Fue entonces que un pensamiento perturbador se abrió paso en mi conciencia. Morir. No le tenía miedo a la muerte en sí, pero la idea de una agonía insoportable antes de morir me aterraba. Estaba segura de que enfrentaría ese destino si no actuaba de inmediato.

Inhalé profundo, pero al exhalar, un sollozo se escapó de mi garganta. En un intento por contener mis emociones, mordí con fuerza mi propio labio hasta que el dolor se convirtió en un bálsamo momentáneo.

Seguí respirando profundamente, y esta vez, un delicioso aroma llenó mis sentidos, haciendo que olvide todo. Mi garganta, que antes solo me irritaba, ahora me ardía intensamente.

En un abrir y cerrar de ojos, me encontré en medio de una macabra escena. La nieve esta teñida de rojo, con los restos de carne humana esparcidos a mi alrededor. Y yo... yo me encontraba lamiendo los rastros de sangre en mis labios, incapaz de contener un gemido de satisfacción mientras mi cuerpo se meneaba en aquel horrendo espectáculo.

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Horas (¿o minutos?) pasaron, la euforia menguaba y la pesadez en mi estómago crecía.

—Por favor, detente. Tengo una hija... — habia suplicado aquella persona.

Solté un suspiro tembloroso. Mi cordura se está cayendo a pedazos, mientras mi mente oscila entre el deleite por la sangre y la moral gritando que había cometido una atrocidad. Pero ¡fue un accidente!, me repetía una y otra vez, buscando una justificación que sabía en el fondo que era inútil.

En medio de la lucha por ocultar la atroz escena que había desatado, mis manos temblaban descontroladamente, y el miedo a ser descubierta me aplastaba. Apenas logré susurrar una disculpa, sintiéndome una farzante por ello.

Si mi situación ya era trágica, empeoró cuando las nubes se dispersaron por un instante, dejando que un rayo de luz se abriera camino hacia mí. En esos pocos segundos, brillé con la belleza y el resplandor de un diamante a la luz.

Sabía perfectamente de dónde provenía ese brillo sobrenatural, y eso me hizo soltar una risa histérica, con un intenso deseo de llorar. Pero mis lágrimas nunca caerían, porque yo... soy un vampiro.

—Quiero ir a casa...

♡ ˢⁱ ᵗᵉ ᵍᵘˢᵗᵃ ᵈᵃˡᵉ ᵃᵐᵒʳ ♡

𝐃𝐑𝐄𝐀𝐌 |ᴇᴅᴡᴀʀᴅ ᴄᴜʟʟᴇɴWhere stories live. Discover now