9. No juegues con la suerte

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Tras quedarse sin aliento de tanto bailar, decidieron volver a su reservado y descansar un poco. El local había empezado a llenarse y aunque no hiciera falta que María se metiera tras la barra, se acercó para ver como llevaban el trabajo y mientras tanto sus amigas charlaban en aquella mesa. Amelia recorrió aquel local con la mirada, y sin embargo, aunque no la hubiera visto llegar, era imposible que no reconociera a Luisita en cualquier parte. Normalmente, la habría notado antes, pues la luz que desprendía la rubia siempre hacía que todo el mundo fuera consciente de su presencia, sobre todo cuando salía de fiesta, pero ya no, ahora su presencia era demasiado discreta. Aunque no para Amelia.

Luisita estaba sentada en otro reservado algo más alejado con un grupo de chicas, a las cuales la ojimiel no reconocía, excepto a Bea. Estaba claro que Luisita no estaba integrada en aquel grupo, pues simplemente estaba sentada junto a su novia mientras asentía y sonreía tímidamente de vez en cuando, pero apenas intervenía, y una punzada de tristeza atravesó el pecho de la morena. Amelia todavía se acordaba de cuando trabajaba ahí e iba Luisita con sus amigos, eran el alma de la fiesta, y ahora se preguntaba qué habría pasado.

Un momento.

Amelia se acordó de uno de los integrantes de aquel grupo de adolescentes tan fiestero y quien podría darle una pista de que fue lo que ocurrió. Se giró hacia sus amigas e irrumpió a conversación sin tan siquiera saber de qué hablaban, aprovechando que María aun estaba ausente. No quería que pensara que quería cotillear sobre su hermana, era solo una duda que la estaba reconcomiendo.

- Oye, Lourdes. ¿Qué tal está Mateo?

- Pues muy bien, buscando trabajo como todos los recién salidos de la carrera, pero muy contento. – dijo orgullosa de su hermano pero extrañada por aquel interés de la ojimiel.

- Me alegro entonces, a ver si viene por aquí de fiesta algún día y le veo.

En cuanto dijo esa frase, Amelia notó perfectamente como a todas sus amigas se le cayeron la sonrisa.

-Mi hermano no viene ya por aquí, ni vendrá.

- ¿Por?

-Por esa zorra. – dijo señalando con la cabeza a Bea, haciendo que Amelia se girara para mirarla y verla tan sonriente con aquellas amigas. Tan amable. Tan inocente.

- Lourdes. – la regañó su novia.

- Es verdad, si Mateo y todos sus amigos han dejado de venir aquí es por culpa de esa imbécil que Luisita tiene por novia. Y bueno, ahora que no nos escucha María, igual de imbécil es su hermana por creer a Bea.

Amelia volvió a girarse hacia sus amigas y ver la cara de enfado de Lourdes. Ya no podía aguantarse la intriga.

- Pero, ¿qué es lo que pasó?

Su amiga pareció dudar antes de hablar, pero no tenía sentido ocultárselo a la ojimiel cuando aquello lo presenció todo el local.

- Pues todo empezó con la puta retrógrada idea de que un hombre y una mujer no pueden ser amigos sin más intenciones que esa, una amistad. A Bea nunca le hizo gracia que Luisita fuera amiga de Mateo y Fede, porque siempre le decía que ellos buscaban algo más en ella, y ya te digo yo a ti que no. Pero a mi hermano... a mi hermano se la tenía jurada. Mateo y Luisita estudiaron juntos psicología, por lo que estaban más unidos y por aquel entonces, mi hermano ya estaba enamorado de la que ahora es su novia, Silvia. Los tres estaban en la misma clase, por lo que Luisita la conocía, así que Mateo le pidió ayuda para acercarse a Silvia. Bea empezó a notar como su novia y mi hermano se mandaban mensajes a menudo, y no hacía más que repetirle a Luisita que todo aquello solo era una artimaña para acercarse a ella. Le comió la cabeza hasta el punto de que se lo creyó completamente. Una noche, cuando estaban de fiesta aquí en el King's, por lo que nosotras también fuimos testigos de aquello, Mateo estaba algo bebido y bueno, sé que tú no bebes, pero sabes como a veces con el alcohol nos da ese ensalzamiento de la amistad y no paramos de repetir cuanto queremos a todo el mundo. Mi hermano le dio un abrazo a Luisita como agradecimiento por todo lo que estaba haciendo por él y Silvia e, inocentemente, le dijo que la quería, y ese fue el límite. Bea le acusó se sobrepasarse con Luisita, y esta la creyó. Después de eso, la única que siguió siendo amiga de Luisita fue Marina, aunque no duró mucho más, y un mes después de aquello, Marina se mudó del apartamento.

Un refugio en ti (#1)Where stories live. Discover now