9. No juegues con la suerte

Start from the beginning
                                    

- ¿Pero no crees que es un poco inapropiado?

Luisita la miró extrañada y luego miró hacia su vestido.

- ¿Por?

- Pues porque se te marcan todas las curvas.

Luisita se apartó de ella y se dirigió hacia el espejo de pared que tenían en la entrada y se dio cuenta de que tenía razón, se le marcaba un poco aquellos kilos de más que había ido ganando con el tiempo. "¿Cómo no lo había visto antes? ¿Y yo iba a salir así?", y una especie de ansiedad mezclada con vergüenza al mirarse al reflejo se instaló en su pecho.

-Tienes razón, no me había dado cuenta – murmuró.

Bea se acercó hasta ella y la abrazó por la espalda para ponerse tras ella frente al espejo.

-Ademas, no sé... deja poquito para la imaginación, y este culo es sólo mío. – y le agarró el culo mientras le empezó a besar el cuello sin ningún pudor.

Luisita se rio ante las cosquillas que le estaba haciendo con la nariz en el cuello.

-Vale pues, voy a cambiarme rápido. Espérame aquí. – y le dio un beso rápido antes de entrar a su habitación.

Amelia, que había sido testigo sin quererlo de aquella conversación por estar sentada en el sofá, no sabía de que narices hablaban. Ese vestido le hacía a Luisita un cuerpo perfecto, si, con curvas, pero eso era lo que lo hacía perfecto. La ojimiel era una de las personas más pacientes y tolerantes que existían, su infancia le había enseñado eso, a soportar mucho sin rechistar, pero ver todas aquellas alarmas sonando tan alto y que la rubia pareciera estar sorda, era algo que estaba empezando a no aguantar más.

Antes de que pudiera levantarse y dirigirse hacia Bea, María salió totalmente lista para salir, así que decidió dejar a un lado aquello que acababa de ver y salir de ahí antes de que le dijera algo de lo que quizás más tarde se arrepentiría.

Mientras caminaban hacia el King's, Amelia intentó deshacerse de la mala sensación con la que se había quedado tras haber presenciado aquella conversación entre las novias. Tenía sentimientos encontrados, por un lado, sentía un gran enfado porque aquella chica le hablara así a Luisita, pero por otro lado, tenía una tristeza que no sabía muy bien descifrar. Durante un segundo en aquel salón, a Amelia le dio ganas de seguir a Luisita hasta su habitación para decirle que se quedara con aquel vestido, que estaba perfecta con él. Que ella siempre estaba perfecta. Que ella lo era. Y abrazarla hasta que se lo creyera. Quería proteger a Luisita, pero sabía que ya no era su pitufa, que ya era una adulta y que ni si quiera la soportaba. No debía meterse en su vida. Todo había cambiado y aún le costaba adaptarse a ello.

Llegaron al local y el ambiente hizo que aquellos pensamientos desaparecieran un poco. María y ella dejaron sus abrigos y sus bolsos en el despacho y volvieron a salir para esperar a sus amigas. Se sentaron en la mesa que tenían reservada junto con Natalia que ya había llegado y diez minutos después llegaron la parejita feliz del grupo. Hacia demasiados años que no se reunían así las cinco, sonrientes, disfrutando de la noche, riendo a carcajadas. Madre mía, hacía cuanto Amelia no reía a carcajadas sinceras, esas carcajadas que hacen que se te salten las lágrimas y se te vacíen, no solo los pulmones, sino toda la oscuridad que puedes ir arrastrando durante el día. Que terapéutico puede ser una quedada con amigas.

Además de ponerse al día y beber sus copas que no paraban de llenarse, refrescos para Amelia, bailaban en la pista de baile como si no hubiera mañana. El hecho de ser abstemia nunca había hecho que la ojimiel se incomodara con gente bebiendo alcohol a su alrededor, ni se molestaba demasiado cuando tenía que hacer de madre del grupo, cada una era libre de hacer lo que quiera, pero simplemente... Amelia no era capaz de consumirlo. No era algo que le importase mucho, la verdad, aparte de algún que otro comentario tonto típico sobre lo aburrida que era al no beber, nunca sintió que le hiciera falta para divertirse.

Un refugio en ti (#1)Where stories live. Discover now