Él ríe.

—Cuando estabas en el trabajo y cuando no. A veces entraba mientras dormías, al parecer tus pastillas para el dolor de cabeza te dejaban con un profundo, profundo sueño —trago saliva. Me espió tanto tiempo que conocía mi rutina, incluso detalles tan tontos como lo de las pastillas. —. Me gustaba acercarme a tu cama, acariciarte el rostro y rodear tu cuello con la mano. Solía pensar en lo fácil que sería asfixiarte hasta hacerte perder el conocimiento y meterte en el maletero de mi coche, pero necesitaba planearlo todo mejor.

Me quedo boquiabierto al escucharle. Cuando él se paró frente a mi habitación aquel día sentí que el corazón me daba un vuelco y pasé tanto miedo, estaba realmente aterrorizado. Pero es que despertar en medio de la noche con un extraño grande y fuerte estrangulándote y que lo próximo que sepas es que estás en un maletero suena demasiado. No sé si mi corazón lo habría resistido siquiera.

Ángel me saca de mis pensamientos dándome un sonoro beso en la mejilla.

—¿Te gusta? —pregunta apenas en un susurro. Lo miro confundido, hasta que unos segundos más tarde entiendo que se refiere a su ropa y no puedo evitar ponerme rojo. Asiento y él se sonroja también.

—Estás... estás realmente guapo —confieso, sintiéndome un idiota. Siempre lo he considerado atractivo, pero después de todo lo que me ha hecho debería vomitar al verle y aun así... algo se remueve en mi interior.

Pienso en lo que ha pasado antes. En sus manos venosas y fuertes empujándome hacia su hombría, obligándome a chuparle hasta que me he quedado desesperado por aire. Ángel siempre me toca cuando me fuerza a hacerle algo malo y esta vez, sin necesidad de sus manos, he acabado duro yo solo.

Mierda, tengo que pensar en otra cosa, no quiero tener otra erección ahora.

—¿Qué quieres ponerte tú para la cita? —me pregunta totalmente ajeno a mi debate mental.

Se voltea, abriendo de par en par el armario y me doy cuenta de algo ¡Es el armario de Oliver! No lo había pensado hasta ahora, pero con lo caro que le costó si él al final no hubiese ido a recogerlo habría quedado muy sospechoso, así que debe haber ido algún día de estos a por él. Ah, me pregunto si Oliver estaba triste porque yo ya no trabajo ahí.

Ángel señala una esquina del armario, donde cuelgan varias prendas mucho más pequeñas que las demás. Deduzco que son para mí. Me acerco un poco y me fijo mejor, notando la gran variedad. La ropa de Ángel es básica y práctica, pero la mía... Hay de todo un poco: ropa ancha, ropa estrecha, ropa de mujer y de hombre, ropa de colores pastel y otras prendas oscuras como la noche, con patrones psicodélicos o estampados de distintos estilos. Me acerco para curiosear en el armario y veo que debajo de las perchas hay más ropa plegada, gorros, guantes, calcetines y ropa interior. Me fijo un poco más: hay boxers, slips...

Trago saliva. Ángel pone sus manos en mis hombros.

También hay piezas de lencería.

Noto su boca en mi cuello, la lengua pasando orgullosa por la marca que me ha dejado antes.

—¿Ves algo que te guste? —pregunta con normalidad. Sus dedos me masajean los costados, como harían los de un novio mimoso.

Aparto mis ojos de la ropa interior y vuelvo sobre las otras prendas tratando de decidirme. Al final selecciono algo simple, como la ropa de Ángel: unos leggins grises y una camisa de tirantes blanca. Si vamos a ir al bosque será mejor que no me arregle mucho.

Ángel asiente y toma las prendas, dejándomelas sobre la cama. Junto a ellas deja unos calcetines y unos slips ajustados de color negro. Siento algo de reparo pensando que tengo que desvestirme delante de él, incluso si me ha hecho pasar semanas desnudo, pero pronto todas las dudas que me asaltan se ven arrasadas cuando Ángel toma los extremos de mi camisa, empezándola a levantar.

Alzo los brazos para que se le haga más fácil desnudarme y cuando estoy descamisado y voy a tomar la prenda para ponérmela él me agarra las muñecas desde detrás, obligándome a permanecer quieto.

—Déjame admirarte —dice en mi nuca. Sus dedos se deslizan desde ahí hasta el final de mi columna y yo me arqueo, sintiendo el roce como si se tratase de un relámpago que me atraviesa —, he esperado mucho por ti, he sido tan paciente. —dice orgulloso, arrastrando sus palabras y empujándome para que me tumbe en la cama mientras él sigue acariciando mi espalda —Ahora, quiero poder saborearte despacio, así que cuando te desnude no vas a ponerte ropa hasta que yo te lo diga ¿Entendido? No hay ninguna prisa para tapar este cuerpo tan hermoso, este cuerpo que me pertenece.

Habla de forma deliberadamente lenta y ronca, mientras mantiene una de sus manos en mi nuca, presionándome contra el colchón, y la otra me baja los pantalones y la ropa interior. Yo me quedo quieto, los ojos cerrados y respirando profundo. A Ángel es mejor darle lo que quiere sin oponer resistencia, además sus manos no se sienten tan mal ahora.

Me desnuda con poco esfuerzo y quedo tendido sobre la cama, con el rostro hundido en el colchón. Ángel se sienta sobre mis piernas y me contempla como si fuese su obra.

Él ya lo ha dicho mil veces: soy suyo.

Siento su ardiente mirada sobre cada parte de mí, pesada, deseosa, como la respiración acelerada de una bestia que está a punto de saltarte al cuello. Su mirada lame mi cuerpo, desde los hombros pequeños y angulosos hasta mi trasero, pasando por la línea curva de mi espalda y mis estrechas caderas. Entonces decide que sus ojos no son suficientes y me toca. Pone sus manos en mis hombros, notando como sobra espacio en su palma para abarcarlos. Los aprieta un poco incluso si jadeo porque mi hombro malo aún duele y luego desliza sus palmas por mi espalda, presionando mis omoplatos.

Se queda mirando la extensión de su mi cuerpo raso y dice para sí:

—Como un lienzo...

—Ángel, se nos hará tarde... —advierto nervioso, empezando a notar en mi trasero que verme desnudo empieza a excitarlo.

Él me mira como si acabase de salir de un trance, confundido al inicio, asintiendo después.

—Te llenaré de marcas cuando volvamos entonces —declara con voz rígida y tranquila.

La idea me asusta, pero si son marcas como la de antes quizá todo sucede rápido y sin demasiado dolor. Se levanta de encima de mí, dejándome vestirme. Él me observa con frialdad analítica mientras lo hago, como queriendo memorizar cada movimiento en su máximo detalle. Finalmente, cuando estoy vestido, me pongo el cabestrillo y unos zapatos de deporte que él ha dispuesto para mí. Son de mi talla exacta, igual que el resto de la ropa.

Ángel me sonríe y baja para darme un rápido beso.

—Estás precioso —me dice sobre los labios. Luego me los muerde y añade —, pero estabas mejor sin ropa.

No puedo ocultar mi nerviosismo ante ese comentario y él ríe por ello. ¿Qué estoy haciendo? ¿Sonrojándome cuando mi jodido secuestrador flirtea conmigo? Quiero parar, pero joder ¿Acaso no es mejor disfrutar de su mejor lado que enfadarle y sufrir por su peor faceta? Si nunca saldré de aquí prefiero pasar mis días dándole besos que pudriéndome en la oscuridad.

Ángel toma una pequeña mochila donde ha guardado un poco de agua y alguna cosa más que desconozco y se la cuelga de un hombro y me dirige hacia la puerta.

Fin del cap ¿Qué os ha parecido?

¿Qué os parece la dinámica entre Ty y Ángel ahora?

¿Esperabais que Ángel llevase tanto tiempo espiandolo y hasta entrando en su casa?

¿Cómo irá el P A S E O?

Gracias por leer <3 No olvidéis votar y comentar n.n

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