—¿Qué? —pregunta él, mirándose los zapatos con desconcierto.

—Unos días antes de que todo esto sucediese, había pisadas en la losa enfrente de mi casa. Pensaba que serían de algunos niños que veían a dar timbrazos o algo así, si hubiese sabido la verdad...

Me recorre un escalofrío. Y pensar que todas aquellas mañanas que yo estaba en el trabajo él iba a mi casa, planeando como secuestrarme sin dejar rastro de mí. Recuerdo pasar la fregona por las huellas de la losa, maldiciendo por ese minúsculo inconveniente. No tenía ni idea de lo que se me venía encima.

—Oh... —Ángel dice, entendiendo mis palabras. Mira las suelas de sus zapatos y ve que están poco sucias, no empapadas en barro, pero sí levemente terrosas, lo suficiente como para dejar huellas solo si uno pisa superficies prístinas. Palidece. —No tenía idea de que había dejado huellas, estaba tan emocionado... fui demasiado despistado.

Me encojo de hombros.

—Has conseguido lo que querías de todos modos.

Él deja de mirar embobado sus suelas, como si contuvieran algún misterioso secreto, y bate sus pestañas hacia mí. Sonríe cálidamente, satisfecho, y gatea en la cama hasta terminar encima de mí. Su figura alta y musculosa siempre me resulta imponente, así que retengo un suspiro. Lo exhalo cuando él baja, dándome pequeños besos por todo el rostro.

—Mhm —asiente contra mi piel, entre beso y beso. —He conseguido lo que quería —reafirma, mirándome de arriba abajo con una sonrisa boba en su cara y los ojos entrecerrados, chispeando. No sé si es la mirada de un jovencito enamorado o de un cazador deleitándose ante su presa.

Un escalofrío me recorre entero, como ya es costumbre, y llevo una mano a su mejilla para acariciársela. Notar su rostro caliente y sonrojado, algo áspero por la sombra de barba que empieza a nacer, me hace sentirlo más humano y un poco menos aterrador.

Una pregunta surge en mi mente.

—¿Por qué delante de la puerta de mi casa? —él me mira con algo de confusión, así que extiendo la pregunta —si querías espiarme antes de secuestrarme, no sería mejor que te hubieses puesto en frente de las ventanas.

Entonces Ángel estalla en dulces carcajadas, como si acabase de contarle el mejor chiste del mundo.

—Oh, tontito, no estaba espiando a ver que había dentro de tu casa —frunzo el ceño ¿Entonces? —, estaba entrando en ella.

—¿Qué? —pregunto, quedándome helado. Como si lo peor no hubiese sucedido ya.

—Oh, amor —dice, tapándose la boca un poco para no reír de forma tan descarada, luego me tira de una mejilla, quitándome la mueca de estupefacción —¿Creías que lo que yo hice fue un plan apresurado? Antes de entrar en tu casa el día que te disloqué el hombro, que, por cierto, pensaba romperte el brazo, aunque me alegro de que no fuese necesario ir tan lejos... lo que decía, ese día entré a tu casa para cortar la línea del teléfono y todo eso, pero llevaba meses entrando. Me aprendí cada rincón y recoveco de tu casa antes de actuar, quería hacer todo perfecto. No habría soportado perder mi oportunidad —dice con semblante solemne, con la boca apretada. Pone su mano sobre la mía, en su mejilla, y estrecha mis dedos con firmeza —, perderte...

—Tú... ¿Entrabas en mi casa cuando yo estaba en el trabajo? —pregunto tragando saliva, inquietado por la idea.

Esto ya no tendría que inquietarme, él ya me ha secuestrado y sometido, pero aun así una sensación desagradable en mi tripa crece cuando pienso en que mientras yo estaba viviendo con normalidad Ángel recorría mis pasillos, se tumbaba en mi cama, abría mis armarios...

El niñero (Yaoi) [EN AMAZON] #PGP2022On viuen les histories. Descobreix ara