Pone mis tobillos en sus hombros y me empuja contra el mármol, estirándome medio desnudo con mi sexo en el saliente de este, dejándome a su disposición. Veo su pecho subir y bajar rápidamente y largas gotas de sudor recorriéndoselo. Sus ojos, entrecerrados, se fijan en este cuerpo que tanto me cuesta mirar al espejo y él debe morderse el labio para frenarse un poco y responderme con voz roja, colmada de lujuria:

—¿Qué?

Su tono impaciente me atraviesa entero y por un momento pienso en no responder, en dejarle hacerme lo que desee. Luego pienso en lo que desea y la idea me horroriza demasiado. Lo miro temblando, mi lengua choca con mis dientes y no soy capaz de soltar un solo sonido coherente.

Lo va a hacer. Lo hará. Él va...

<<Te quiero tanto...>>

Me duele la cabeza ¿Qué es esa voz d-

—No llores —dice Ángel acercándose de golpe a mí y poniendo sus manos en mis mejillas. Me mira directamente a los ojos y los suyos, oscuros por el deseo, poco a poco vuelven a iluminarse con ese verde vívido que parece tan inocente. —. No quieres hacerlo ¿Cierto? —niego y suspiro un aliento que no sabía que estaba reteniendo, aliviado por no tener que usar mis propias palabras. —He esperado mucho por ti, Ty, y no quiero arruinarlo ahora. No debería estar intentando tomarte ahora, no aún. Todavía no te he entrenado lo suficiente para que pueda soportarlo —dice de una forma escalofriante. Me asusta pensar que avanza poco a poco solo para escalar cada vez más y hacer cosas peores, horribles, pero por ahora tengo el alivio de que no seré tomado hoy. —Ven tranquilízate.

Su voz suena tan dulce que surte efecto casi al instante. Dejo de llorar, confiando ciegamente en sus palabras, y él me ayuda a bajar al suelo con mis piernas temblorosas y a ponerme la ropa de nuevo. Apenas puedo aguantarme de pie y él me sostiene por la cintura, acercándome a su cálido cuerpo.

—No llores, Tyler —susurra con pena. Apoya su rostro en mi hombro y noto gotas caerme en la clavícula. —, me duele dañarte, no deseo hacerlo, no quiero destruirte. Solo quiero amarte, cuidarte, dar todo de mí por ti. Por favor, no te resistas.

No es hasta que su voz se quiebra que me doy cuenta: está llorando. Ángel me abraza más fuerte entonces, con desespero y noto en su forma de clavarme los dedos que no busca retenerme en sus garras, sino aferrarse a lo único que lo salva de caer por un abismo. Él se abraza a mí igual que yo lo hago a él cuando siento que es mi única salvación.

Solloza en mi hombro, destrozado. Su voz no es más que afilados fragmentos de lo que era, suena tan aguda e histérica.

—S-solo quiero ser feliz contigo...

Apenas puedo oírle, las palabras se apagan entre sus labios y las sorbe, víctima de un llanto que no puede controlar. Me recuerda a un niño en estos momentos, a un pequeño yo escondido bajo la manta y que quiere no hacer ruido, pero no puede parar de hipear. Se me hunde el corazón de tristeza.

Podré haber olvidado muchas cosas, pero recuerdo este dolor. No quiero que nadie más lo sufra.

Llevo mi mano a su rostro y nos recuerdo en la ducha, cuando al acariciarle el pelo él se ha relajado como un dulce gatito. Vuelvo a hacer lo mismo, hundiendo los dedos en las suaves ondas castañas. Noto un suspiro sobre mi cuello y las lágrimas dejan de empaparme el hombro. Ángel tiembla como si el gran cuerpo que me aprisiona entre sus brazos estuviese hecho de hojas que se estremecen con el viento. Y las ondas que mis dedos trazan deben ser un terrible huracán, porque Ángel me abraza como si fuese a desmoronarse.

—Te quiero, te quiero mucho —musita, pero esta vez incluso si el tono es sutil como una brisa, no la tiembla la voz ni un poco. Son palabras suaves, pero con una convicción de acero tras ellas.

El niñero (Yaoi) [EN AMAZON] #PGP2022Where stories live. Discover now