Su boca, a diferencia de sus dedos, arde. Arde sobre mi labio herido, arde mientras baja por mi cuello con besos violentos que dejan marcas violetas, arde mientras va y viene del pecho al estómago para volver a virar su lengua sobre mis botones rosados, duele cuando vuelca su cuerpo sobre mí y me muerde vilmente los costados, duele cuando atrapa mis muñecas entre sus dedos y bisbisea en mi oído:

—Eres tan bueno, Tyler, un buen chico. —su tono, su sonrisa... hay algo mal en ello, algo horrible, repugnante. Familiar.

Vuelve a bajar por mi cuello, lamiendo marcas tan dolorosas que incluso su lengua me hace estremecer. Él busca mi herida, la que me hizo hace poco ahí, y la abre nuevamente con sus dientes. Reconozco el calor de mi sangre bajarme por el cuello, los hombros y las clavículas y puedo notar su sonrisa contra mi piel cuando lame las largas gotas rojas y luego me da un nimio beso en el cuello. Yo solo espero a que la tortura acabe pronto, pero solo empeora: pone su mano en mi entrepierna. Atrapa mi miembro flácido con solo una mano mientras que con la otra me aprieta la cintura con la fuerza de una mordida animal.

Animal.

Eso es lo que es. Una bestia, un salvaje. No hay salvación para él y yo... yo jamás saldré de sus garras. Empieza a moverse más rápido, forzando mi excitación a despertar, y mientras mordisquea mis clavículas. No son pequeñas probadas, no me toca de modo juguetón: es tosco y duele. Su mano en mi pene exige y va tan rápido que hace que la sensible zona se irrite y su boca me deja marcas rojas en las clavículas, hundiendo fuerte los dientes contra la piel y el hueso.

Suspiro de alivio cuando para de morderme. Baja con pequeños besos por mi vientre y a esta altura ya me ha soltado las manos porque no estoy siquiera intentando luchar. Es extraño, sus labios pueden ser tan agradables a veces... ahora mismo, para ser exactos. Bajan por mi tripa despacio, dan pequeños besos de esos que causan cosquillas y otras veces me dan besos más apasionados, deslizando la punta húmeda de los belfos después por mi piel. Y no se siente terrible, es como una caricia, es una sensación bonita ¿Por qué entonces cuando me relajo muerde y araña y sonríe?

Mi pene despierta por culpa de lo sediento que me siento de suaves caricias. Él aprovecha que me he excitado y me daña: aprieta sus manos hasta clavar las uñas y baja para morder y chupar mi muslo hasta dejarlo violeta y rojo.

Quiere confundir a mi cuerpo, enseñarme a responder bonito a sus malas acciones. Quiere adiestrarme.

Grito de la impresión cuando bajo la vista y veo su boca cubrir mi pene. Siento el impulso de agarrarle del cabello y empujarlo lejos, pero mis manos se paralizan a medio camino. Noto el intenso calor rodeando mi masculinidad, la cómoda humedad de su boca y el fuerte músculo de la lengua rodeándola estrechamente. Él baja su cabeza más, mirándome a los ojos, y la toma toda de golpe. Jadeo y muerdo mi mano, sus dientes están solo levemente presentes, rozan muy poco, como una amenaza que me obliga a quedarme quieto y dejarlo hacer.

De repente se retira y noto un frío incómodo en mis bajos, él la agarra con una mano, masturbándome ahora que mi pene está húmedo, y las sensaciones son demasiadas. Me retuerzo y muerdo más fuerte aún mi dedo, él lame sus dedos y los lleva a la punta de mi pene, roja, sensible, dolorida. Los desliza por él, causándome una sensación intensa que no sé si es dolor o placer. Grito y lo miro con los ojos llenos de miedo.

—Eres tan bonito... —murmura casi apenado, haciendo un puchero.

Y antes de que pueda decir nada su boca vuelve a devorarme. El calor acogedor me envuelve entero, se siente bien y odio que se sienta ver. Sus ojos me miran con esa intensidad tan estremecedora, hermosas esmeraldas ¡No! El placer me hace pensar extraño.

Intento distraerme, imaginar a otra persona. Pero es imposible, en mi cabeza solo está él, él y él. Solo puedo pensar en Ángel.

Me entra el pánico. Hace tanto tiempo que no veo a nadie que solo puedo imaginar su cara. No puedo siquiera recordar la de mamá. Oh, dios... es como si él fuese el único humano sobre la tierra. Sus ojos verdes los únicos capaces de verme, sus manos poderosas y suaves las únicas capaces de acogerme. Su rostro, su angelical rostro... esos ojos pequeños, gatunos y brillantes, las largas pestañas, las cejas frondosas y el agradable cabello castaño.

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