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Elizabeth

Seque mis manos y salí del baño. Estire un poco mis brazos, me encontraba un poco agotada. Salude a mi amiga Alice desde lejos y seguí mi camino al cuarto de fotocopiado. Tenia que hacer algunas copias de respaldo de todos los documentos que estaba organizando. 

Para ser sincera, el trabajar en esta empresa en un poco agobiante. No sabes que puede suceder en cualquier día, justo como ahora. Todos los miembros de la familia Preston ingresaban a la sala de conferencia con un aspecto que no auguraba nada bueno.  Baje la mirada evitando hacer contacto visual con alguno de ellos.  Aunque todos ellos son corteses conmigo, ya que en mas de una ocasión en las fiestas que han organizado hemos charlado, no quería tentar mi suerte.

Verifique la hora, son apenas las ocho de la mañana. No entendía porque tanto alboroto tan temprano. Realmente esperaba que nada sucediera. 

Suspire, me volví a concentrar en los papeles que primero tenía que organizar dependiendo a su importancia y clasificarlos si estos valían la pena ser vistos por el señor presidente de la empresa. Ser una secretaria personal no era nada sencillo, aunque no lo estaba sirviendo directamente, lo hacía desde lo lejos. De cierto modo lo agradecí, el me intimidaba. 

En cada encuentro que tuvimos antes de que yo ingresara a trabajar aquí, siempre me observaba desde lejos con el ceño fruncido o me fulminaba con la mirada.

Supongo que no soy su persona favorita. Desde aquel día donde le dijeron personalmente que tendría que trabajar con él, se confino en su departamento y no regreso a la empresa. Me parecía que era un poco infantil su comportamiento, pero no podía hacer o decir algo. Solo acatar órdenes que me daban. Ganas no me faltaban, pero no quería que me despidiera. 

El sonido de mi celular  retumbo en mis oídos haciéndome sobresaltar. Masaje mi sien, ella tenia que darse por vencida. Esta mierda se estaba volviendo cada vez más pesada. Sin tener otra alternativa de que hacer más que contestar me levante de mi asiento y fui hacia el corredor que estaba un poco apartado, no muchos pasaban por ahí. Es una suerte que se encontrará vacío en este momento, no quería que nadie escuchara las palabras tan amorosas de mi señora madre.

-Hasta que te dignas a contestar el maldito celular -fueron las palabras que me saludaron de mi querida progenitora. Me quedé en silencio dejándola seguir soltando su veneno diario, después se intoxicaba. -Tienes que hablarle al hijo de mi amiga, no sabes como me costo para que me diera su número.

Suspiré, de nuevo con ese tema. Al parecer no lo iba a olvidar fácil.

-Lo haré después. -fue mi única respuesta. No podía contradecirla, ella no se detendría. A través de la línea pude escuchar su maldición.

-No, tienes que hacerlo ahora. El es un buen partido para que puedas casarte al fin. -rodé los ojos. Si, el mejor partido que me pudo encontrar pensé sarcástica.

Un hombre que se jacta por tener a todas las mujeres bajos a su pies no era el tipo ideal que estaba buscando.

No era ni de cerca.

-Después hablamos mamá, cuídate. -corte la llamada resignada a su actitud. En algún momento ella tendría que aceptarme como soy, sin querer cambiarme. Solo a mi misma, a su Elizabeth.

Conte del 1 hasta el 10 unas cuantas veces. Necesitaba tranquilizarme, no deseaba que las emociones me dominaran, por lo menos no en este lugar. Recogí todo mi trabajo y fui hacia hacia mi pequeña oficina que estaba  a lado del desaparecido Presidente de la compañía.

Al poner un pie en el piso donde trabajo se podía sentir una tensión palpitante, pero ahora con mas fuerza.  Observe a mi alrededor, todos estaban actuando como la última vez que se apareció el señor Bruno. Quizás tenga algo que ver que todos ellos estén aquí.

Siempre Serás TúWhere stories live. Discover now