—Elegiste una carrera de letras. ¿Qué esperabas? —alego con una sonrisa.

—No sé. ¿No tantas letras?

Niego con la cabeza.

—Eres un caso.

Cuando entramos a clase, me detengo unos segundos para detallar a Alexa quién se sienta a mi lado. Mi amiga tiene ese tipo de rostro perfilado que queda perfecto con su cabello corto por encima de los hombros y el flequillo cuadrado que cubre la frente como si hubiera nacido para tenerlo.

Sus ojos pardos me miran con un brillo genuino y que me hacen preguntarme: ¿Me miraría de la misma forma si supiera quién es mi padre?

No, no lo haría y es por eso que debo mantener mi identidad oculta y seguir usando la máscara que me protege.

El día transcurre demasiado lento para mi gusto. A las cinco de la tarde me apresuro para llegar a la parada del autobús antes de que llegue el próximo ómnibus.

Tengo demasiado frío, puesto que dejé el suéter en el salón de mi última clase y me da mucha pereza regresar a por él. Además de que perderé el autobús si lo hago. Camino concentrada en la canción que se proyecta a través de mis auriculares.

Este es uno de los pocos momentos del día en los que puedo bajarle el sonido al mundo y subirle el volumen a la música.

Cuando la melodía se detiene para darle paso a la próxima canción, escucho el pitido constante de la bocina de algún vehículo. Me quito uno de los audífonos, ladeo la cabeza y veo una intensa luz acercarse a mí. Es entonces cuando me doy cuenta que estoy en el medio de la calle con la luz roja de los peatones y un auto a mi lado a punto de hacerme picadillo.

Mi cuerpo se queda petrificado viendo como aquel vehículo se aproxima cada vez más. Cierro los ojos por instinto esperando el choque en el momento en el que la nueva canción comienza a sonar.

No me da el tiempo suficiente para pensar que voy a morir, ya que unos brazos me sujetan por la cintura sin previo aviso, llevándome de vuelta hacia la acera de la que había cruzado. Mi cuerpo impacta con el del sujeto, quedando recostada sobre su pecho en el suelo.

Abro los ojos cuando su aroma se impregna en mis fosas nasales. Levanto la cabeza encontrándome con lo que se puede ver de la mandíbula refinada que sobresale en el rostro cubierto por un casco de la persona que me salvó.

—¡Oh Dios mío! —exclama una señora acercándose a nosotros— ¿Están bien?

—Hay que llamar a una ambulancia. —indica otra voz a mi alrededor.

—Y a la policía. —añade la señora con un tono preocupado en su voz.

Oh no. La policía no.

Apoyo mis manos sobre el pavimento, impulsándome hacia arriba para ponerme de pie. Le tiendo una mano al hombre que aún está en el suelo, pero este logra levantarse por sí solo y tengo que fingir que no me ignoró, sacudiendo el polvo imaginario de mi trasero.

—Estoy bien. No hay que llamar a nadie. —aclaro hacia las personas que nos rodean.

—¿Cómo qué no? La persona que casi los atropella se dio a la fuga y vosotros necesitan ir al hospital. —alega la señora con el móvil en la mano, dispuesta a marcar.

—En serio, no es necesario.

No me gusta relacionarme con la policía. Me da terror pensar que algo puede salir mal y descubran quién soy realmente. Por esa razón es que evito ponerme en situaciones de riesgo.

—Vamos. —al momento en que escucho su voz ronca, algo dentro de mí se remueve. Su mano se ciñe sobre mi muñeca y puedo sentir que el contacto quema metafóricamente de una forma extraña mi piel.

Control: un cuerpo, dos almas©️ [Killer #0]Место, где живут истории. Откройте их для себя