My Little Girl |6| E.C

Prólogo.

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El apellido Uley era conocido en la reserva Quileute y sus habitantes. Ya sea por el Alfa de la manada que había allí, o por el desastre de Joshua Uley.

Ese hombre era una mala persona.

Roxxanne Uley, su mujer, su primer esposa, había dado a luz a dos hermosos hijos. Samuel y Sasha. Estos se llevaban 3 años de diferencia, siendo Sam el mayor. Su padre, Joshua, había desaparecido de un día para otro, dejando a la pequeña familia en la banca rota.

La madre de ambos los pudo sacar adelante por si sola, y cuando Sam se hizo mayorcito, la ayudó. Ambos cuidaban y protegían a Sasha. La familia se agrandó cuando Sam trajo a Leah Clearwater como novia y Seth Clearwater como su cuñado garrapata.

Sasha y Seth eran grandes amigos. Siempre que los mayores iban a la playa, ellos los acompañaban y hacían competencias; Corrían, hacían castillos de arena; o Se mojaban con el agua creando una guerra.

Para Sasha ese tiempo era hermoso, invaluable. Pero algo pasó, y desató un caos.

Su hermano desapareció. Ella y su madre estaban desesperadas por encontrarlo, sin tener resultado alguno. Dos semanas de puro sufrimiento pasaron, antes de que Sam Uley, volviera a su hogar con su apariencia totalmente cambiada.

Estaba más alto, más musculoso. Su larga cabellera, aquella que Sasha peinaba con tanto amor, fue cortada. Y sobre todo, estaba sumamente irritable. Si se enojaba, temblaba como una hoja de papel. Se iba en la madrugada, y volvía en la tarde. Rompió el compromiso con Leah. Y ya no hablaba con su madre y hermana.

Una tarde, luego de ir a la escuela, Sasha vio que su madre hacía maletas. Se extrañó, y preguntó, pero la única respuesta recibida era: "Estaremos a salvo, lejos." O "Se suponía que esto no debía ocurrir". La joven no entendía nada de lo que su madre decía, pero no tuvo más opción que irse con ella a la casa de una tía lejana.

Pero ahora, después de dos años, todo cambió.

Sasha comenzó a mostrarse irritable, inestable totalmente. Temblaba en cada enojo, y gruñia como un animal. La jovencita de 16 años no entendía que era lo que pasaba, que era lo que le ocurría. Su madre lo sabía, y quizás esa era la razón por la que la enviaba a la reserva Quileute junto a su hermano.

Ella se negó en un principio, obviamente. Ver a su hermano luego de un tiempo, no era exactamente lo que esperaba para su cumpleaños número 17. Pero ahí estaba, en un avión rumbo a Seattle, donde su hermano Samuel Uley, la esperaba pacientemente y lleno de emoción. Ojalá, esa emoción de verse, fuera mutua.