Capitulo 25: Armas Demoníacas

Start from the beginning
                                    

La sonrisa ladina que tenía Beltasar decayó cuando cayó en cuenta que aún tenía la aguja clavada en su pierna. Heaven sonrió de lado y guardó el frasco entre su pantalón.

—Despídete de la vida para siempre, Beltasar. No volverás a ella nunca más.

—¿Qué…?

Las palabras del varón quedaron en el aire, cuando un escozor subió por toda su pierna hasta su pecho. Allí se escondió en su corazón y sangre brotó de su boca, mucha sangre. El veneno había recorrido todo su cuerpo infectando su organismo hasta llegar a su corazón, el cual explotó a los pocos segundos de haber consumido todo el veneno.

Beltasar cayó sobre sus rodillas y su cabeza salió disparada de su cuerpo. Heaven ahogó un grito cuando la cabeza de este aterrizó cerca de sus pies. Lacus la había cortado.

—Lo siento, es mi trofeo. Uno más a la lista —se agachó frente a ella y recogió la cabeza sin asco alguno y la guardó en un saco lleno de polvo que traía consigo—. Sigamos, no es buena idea quedarse aquí con demonios que quieren hacerte lo mismo que él.

Heaven asintió aun en shock y siguió al joven de ojos plateados hasta la entrada de la gran muralla. Allí, dos demonios más resguardaban la misma, ambos portando grandes espadas que brillaban de lo filosas que estaban.

—No hables y no veas a los ojos a nadie, ¿de acuerdo?

La teñida soltó un “mmju…” y se apegó más a Lacus, quien la sostuvo por los hombros como si fuera una prisionera. Incluso la hacía caminar entre gruñidos y empujones que casi la hacen caer de cara al suelo.

—Alto —ambos guardias unieron sus espadas en cruz para detenerles el paso a los jóvenes, uno de ellos alzó la voz sobre el otro—. Sabes que los humanos no pueden entrar a la ciudad demoniaca sin un permiso o cadena que demuestre que es para entretenimiento del amo, Lacus.

Heaven miró al ojos plateados y este le devolvió la cabeza hacia abajo, obligándola a ver el suelo. Ella gruñó, ganándose un pequeño golpe por parte del demonio.

No veas… le recordó una vocecita dentro de su cabeza. La voz del mismo Lacus.

—Lo sé, guardia uno, pero es mi nueva adquisición y no tuve tiempo de comprarle un lindo collar. Pensé que adentro podría conseguirle uno, como los que le pones a tu mascota.

Ambos varones rieron junto a él y lo dejaron pasar luego de varias palabras más. Entre ellas unas que no le gustaron a la teñida. Ella les regaló una mirada asesina cuando entre ellos le gritaron: adiós, perrita.

—¿Qué me van a hacer qué? ¿Mascota? ¿Entretenimiento? ¿Qué me van a meter qué por dónde…? —se detuvo abruptamente cuando las grandes puertas se cerraron detrás de ellos.

Lacus negó perceptiblemente molesto y la arrastró hacia un callejón altamente oscuro, donde no se veía ni rastro alguno de demonios.

—Escucha, no lo dije en serio, ¿bien? Tuve que hacerlo para que no siguieran preguntando y me dejaran entrar —suspiró, irritado—. Además, ese tipo de cosas son las que verás aquí. Incluso cosas peores. Lo que verás aquí no es como en el mundo humano, la diversión tiene otros significados en nuestros mundos.

—Se supone que venimos a recoger armas, no a ver espectáculos de BDSM o cosas así.

Se cruzó de brazos contra la vieja y deteriorada pared en la que estaban.

—Pues comienza a hacerte una idea de todas esas cosas, porque las armas que buscamos se encuentran en uno de los sitios más grandes y retorcidos con actos aún peores y más excitantes que los del BDSM —sonrió maliciosamente y la tomó del brazo con menos brusquedad que antes—. Ahora ponte esto… —sacó unas viejas prendas de su saco y se las puso sobre la cabeza—, te cubrirán de cualquier ojo curioso o pervertido.

El Bosque De Las Almas Perdidas ©️Where stories live. Discover now