Capítulo 2

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Se despierta por los rayos de sol que entran por la ventana y le impactan en la cara. Se recoge su cabellera rizada en un moño informal y sale de su cuarto. Va por el pasillo cuando escucha a sus padres hablar desde el piso de abajo.

— Tenemos que hacerlo ya, Jane- dice su padre malhumorado. La chica decide sentarse en las escaleras de manera que pueda escuchar la conversación sin ser descubierta.

— Pero...

— Pero nada— la corta el padre de la joven antes de que la madre pueda llegar a decir algo—. Hemos esperado demasiado tiempo. ¿Y si llega a descubrir algo?

— Vale.

Cuando intuye que han terminado de hablar, se pone de pie y baja los escalones que le quedaban para ir a la cocina a desayunar.

— Buenos días, mamá- dice entrando a la cocina—. Hola, papá.

— Buenos días Vero— saluda la madre—. Cariño, ¿podrías ir a hacerme unos recados?

—¿Y no puede ir papá?

— Tengo que ir al trabajo, hija— gira los ojos como de costumbre.

— Qué raro— el tono sarcástico que emplea la muchacha no pasa desapercibido.

Acto seguido el padre se despide de ellas, coge su maletín de la silla del comedor y sale de su vista.

Termina de comerse las tostadas y se dirige al vestidor para cambiarse e ir al supermercado. Tiempo después se encuentra en la calle caminando hacia este, ya que no está muy lejos de su casa. Solo le queda una manzana para llegar cuando ve que una camioneta negra se para a su lado. De esta se baja un hombre que, a pesar de estar en verano y hacer mucho calor, iba vestido entero de negro. Este se acerca velozmente a la chica y la agarra por el brazo, empujándola hacia la camioneta. Verónica lucha, patalea y grita por ayuda, pero la calle en donde estaban está desértica a esa hora. El miedo empieza a reflejarse en su cara al intuir el final que tendría aquella acción.

En un intento de escapar de los brazos del hombre, la manga derecha de la camiseta se le sube y la joven pudo ver que en la muñeca derecha tiene un tatuaje: dos triángulos entrelazados entre sí. Espera... ¿qué? Se queda paralizada al ver el tatuaje, cosa que facilita a la otra persona el poder arrastrarla.

La empuja al interior del vehículo. La muchacha deja atrás el asombro y vuelve a intentar salir de allí para volver a casa con sus padres. Intenta de todas las maneras habidas y por haber que no lleguen a cerrar las puertas porque eso sería su perdición.

Grita más alto, golpea todo lo que puede, patalea e incluso llega a morder a otro hombre que intentó sujetarle los brazos. Todo en vano. Lo último que ve es a una tercera persona acercarse a ella. Le da un golpe en la cabeza y todo se vuelve negro.

Se despierta con un fuerte dolor de cabeza. Mira a su alrededor y se da cuenta de que está en una habitación totalmente desconocida. Tarda un poco en recordar cómo llegó hasta allí. Empieza a analizar a fondo cada rincón del cuarto sin levantarse de la cama.

La puerta está frente a la cama, al lado hay un pequeño escritorio que solo tiene tres libros encima. En la pared que está a la derecha de la cama hay un pequeño ropero y, a cada lado de la cama, hay una ventana.

Se pone de pie para analizar la habitación más a fondo pero, cuando se dispone a caminar, se abre la puerta dejándole ver a un chico de unos veinticinco años, alto, moreno y de ojos oscuros.

Este se adentra en la semioscura habitación y deja una bandeja con comida sobre el escritorio.

— Por fin despertaste— se apoya en la mesa mirándola—. Diste mucha lata para traerte hasta aquí. Chica peleona, me gusta— comenta el chico mientras asiente y sonríe.

Decide ignorar lo último que dijo e intenta sacarle algo de información al chico.

—¿Dónde estoy?

Silencio.

— ¿Por qué estoy aquí?— vuelve a preguntar acercándose un poco más. El chico no deja de mirarla en ningún momento.

Silencio.

— ¿Por qué me trajeron hasta aquí?— ya la poca paciencia que le queda se le estaba agotando.

Silencio.

Ve que la puerta sigue abierta, solo tiene que acercarse un poco más y salir corriendo. De manera disimulada se va yendo hacia la puerta. Para bruscamente cuando vuelve a oír la voz del joven.

— No te esfuerces en salir corriendo de aquí. Hay dos hombres vigilando tu puerta y no dudarán en atraparte si intentas escapar— la chica frunce el ceño.

— ¿Qué es lo que quieren de mí? ¿Dinero? Puedo ofrecerte dinero a cambio de mi libertad— se estaba empezando a poner nerviosa de que la mirase tan fijamente a los ojos—. Puedo llamar a mis padres y decirles que te den la cantidad de dinero que quieras.

El chico se empieza a reír escandalosamente.

—No quiero tu dinero y créeme cuando te digo que tus padres no te van a sacar de aquí— dicho eso se va, cerrando la puerta con llave detrás de él y dejándola con miles de preguntas sin respuesta.

Decide acercarse a las ventanas que tiene aquella habitación para ver si puede lograr salir a través de ellas. Ninguna tiene barras que le impidan salir por ellas y al mirar hacia abajo calcula que la altura puede ser igual que la de un segundo piso. Puede romperse algún hueso o darse un golpe en la cabeza, pero prefiere correr ese riesgo a quedarse allí dentro sin saber qué es lo que harán con ella. Decidida, intenta abrir una de las ventanas pero está no cede. Aplica más fuerza pero nada, la ventana no se abre. Prueba suerte con la otra y lo mismo. ¿Qué hace ahora?

La idea de romper el vidrio la descarta tan rápido como llegó a su cabeza. Si hace mucho ruido alertaría a los guardias de la puerta y a saber qué sería de ella entonces.

Resignada, se vuelve a acostar sobre la cama e intenta apartar el nerviosismo que lleva encima para poder pensar un plan que la haga salir de allí lo antes posible.

Durante toda la tarde y parte de la noche piensa en numerosas maneras de salir de esa habitación, pero ninguna acaba bien, por lo que decide comer algo de la bandeja que le dejaron hace un cuarto de hora. Coge los macarrones con queso y del yogurt de macedonia que hay sobre dicha bandeja. Bebe un poco de agua y seguido a esto siente mucho sueño, cada vez le cuesta más mantener los ojos abiertos. Siente ruido y mira hacia la puerta, a duras penas ve que está abierta y que entra alguien que se acerca hasta ella para quitarle el vaso de las manos y ponerlo sobre el escritorio. Intuye que es un hombre por su silueta.

— Buenas noches, Verónica— es lo último que escucha antes de caer en los brazos de Morfeo.

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¡Holaaa! Hace bastante quería empezar a publicar esta historia pero fue hoy cuando decidí por fin empezar.

Espero que les guste.

Besos desconocidos.

A.

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