El profesor sonó su silbato indicando que ahora deberíamos caminar.

— ¿Que quieres, Caleb? — preguntó molesto bajando el ritmo.

— Hacerte una pregunta.

— ¿Me dejarás tranquilo?

— No

— Eres malo, un demonio, una bestia o como quieras llamarte y a las personas así me gustaría tenerlas lejos.

— ¿Y sino te gustan los demonios para que te metiste conmigo?

— Yo no...

Ni idea de lo que iba a decir porque su cuerpo cayó desplomado sobre el césped.

— Venga Ray —me crucé de brazos— no tienes que fingir un desmayo para que te deje en paz.

Nada

— Ray, no intentes jugar conmigo.

Nada.

Me preocupe solo un poco, me arrodillé y lo sacudí hasta que abrió los ojos de golpe.

— ¿Estás bien? 

— Si estoy bien —respondió incorporándose.

— Estás sudando.

— Estamos en deporte y los rayos de sol son intenso, es normal.

— Tu pulso está acelerado deberías ir a enfermería.

— Ya dije que estoy bien.

— Vale como tú digas, mejor me voy y te dejo solo.

No lo volví a ver, después de aquello no coincidimos en ninguna clase, el día pasó súper rápido y sin ningún inconveniente por suerte, hasta la salida.

— Dichosos los ojos que te ven —habló la morena ante mi.

— Estás muy mayorcita para estar aquí —bromeo.

— Hace días no me vas a ver y decidí hacerte una visita.

— Si estás fogosa busca a otro porque yo no tengo ganas.

«El destino se está burlando de mí»

Segunda vez en el día que digo que no quiero sexo. Eso no es normal porque si que quiero, pero solo que me imagino haciéndolo con él.

— Menuda sorpresa —bramó.

Le arrebaté un cigarrillo de sus labios y me doy una larga calada.

— Me sorprende hasta mi, pero resulta que estoy teniendo un pésimo día.

— ¿No quieres relajarte conmigo? —coqueteó.

— Ya dije que no quiero.

— No insisto.

Regreso a casa y me encuentro con una nota en la encimera, que decía que mi tía tenía que trabajar y no volvería hasta mañana.

Arrojo la mochila al suelo, me retiro toda mi ropa, quedando solamente en bóxer y me tiro en el sofá a ver la tele. No recuerdo cuando me quedé dormido y el tiempo que pasó pero el timbre me despertó.

— ¡Voy! —miro el reloj y eran más de la media noche.

— Hola Caleb —restregué mis ojos.

— No lo puedo creer —me burlé abiertamente— ¿Qué hace William Ray en la guarida de la bestia, a esta hora?

— ¿Rose está aquí?

— No —fruncí el ceño.

«Perfecto»

Se abalanzó sobre mi y me besó. Me tomó por sorpresa pero no demoré en reaccionar con mayor intensidad. Esto era lo que quería.

— Te besé —abrió los ojos como platos tomando su distancia.

— ¿Estás borracho?

— Puede que los antiguos amigos del ejército de mi padre lo visitaron y me obligaron a tomar un poco bastante con ellos.

— Bravo —aplaudí— ¿No tenías un lugar mejor dónde pasar la borrachera?

— Nada mejor que contigo —soltó sin más.

— Eso lo dice porque estás alcoholizado.

— Los borrachos y los niños siempre dicen la verdad.

— Voy a fingir que no escuché eso.

— ¿Pero por qué? —chilló— desde que me conociste has dejado señales claras de que me quieres follar.

— Bien, vamos a mi habitación.

— ¿En serio?

— Si —me encogí de hombros y subió a tropezones las escaleras.

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Me levanto y voy directo a la cocina, agarro un vaso con agua y una de las pastillas para los dolores de cabeza de mi tía. Subo las escaleras y entro en mi habitación.

— ¡Ray! —grité— despierta.

— Auch, no grites —se incorporó en mi cama— mi cabeza va a reventar.

— Ten —le entregué las pastillas y el vaso.

— Gracias.

Me mantuve en silencio hasta que volvió hablar.

— ¡¿Lo hicimos?! — preguntó escandalizado.

— No, claro que no.

— ¿Seguro?

— Ray estoy seguro, tanto así que una sola pastilla no te solucionaría tu dolor.

— No entiendo.

Mi boca se curvo en una sonrisa.

William abrió la boca y la volvió a cerrar— Ok, mejor así. ¿Dónde dormiste?

— Dormí en el sofá

— ¿Por qué?

— Porque quiero que me pidas que te folle sin estar borracho — sentencié.

Se atoró y comenzó a toser con el agua que le había entregado hace un momento.

— Eso nunca va a ocurrir —repicó.

— Eso ya lo veremos.

La Bestia ✓Where stories live. Discover now