Capítulo seis: "Kiss this"

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Damiano mentiría si dijera que no se había pasado los próximos días pensando en maneras de corromper al muñeco, buscaba las formas más creativas, las que más le llamaran a él la atención, las que fueran más placenteras... Era algo que ansiaba. Tenía muy claro que la próxima vez que se vieran ardería todo: cielo, mar, tierra e infierno.

El sábado llegó antes de lo esperado y cuando a las doce y media entró al club ya divisó a Frigdiano en la barra, con un vaso de Ron en la mano y mirando a su alrededor con suma curiosidad. Era la primera vez que entraba al club y, aunque no era tan diferente al de su cuñado, le causó intriga desde el primer momento. Ethan le había dado una buena bienvenida, pues ya sabía que era la fantasía de su compañero y lo que menos quería era espantarlo el primer día.

—Tienes a tu muñeco esperándote —informó Victoria, regalándole una sonrisa que él no tardó en devolverle.

—Dejad de llamarle muñeco, se supone que yo le llamo así —se quejó poniendo los ojos en blanco—, si todos le llamáis por ese nombre va a perder la gracia.

—Solo lo hacemos para molestarte.—Ella rió mientras le daba unas palmaditas en su hombro–. Diviértete, los demás también lo haremos.

El pelinegro sonrió y se pasó una mano por el cabello, ahora más corto que nunca pues había decidido deshacerse de esos largos mechones que tanto lo caracterizaban. Llegaba el verano y con él el calor, atarlo de mala manera no iba a ser una solución eficaz así que prefirió pasarle las tijeras y rebajarlo un poco.

Al español le tomó por sorpresa su nuevo estilismo, Damiano llevaba unos ajustados jeans negros y una chaqueta de cuero, sin camiseta ni nada por debajo. Estaba acostumbrado a verlo con camisas y ropa de vestir, pero admitía que ese look le quedaba de maravilla. De cierto que sus ojos recorrieron la desnuda piel de su pecho y abdomen, analizando la tinta de sus tatuajes. La mítica frase de "Il ballo della vita" bajo su clavícula, un corazón flechado alrededor de uno de sus pezones, una serpiente enredada en una manzana en el centro de su pecho...

—Buenas noches —saludó el italiano en cierto tono divertido—, me encanta que me mires pero si quieres tocar tampoco tengo problema, ¿eh?

Frigdiano se aclaró la garganta un tanto avergonzado y se disculpó por lo bajo.

—Me gustan los tatuajes —confesó—, mi hermana está llena de ellos pero yo le tengo miedo a las agujas... Pánico, en realidad.

Damiano se carcajeó. No era al primero que escuchaba decir eso y después terminaba con el cuerpo cubierto de tinta.

—Mira, este de aquí me lo hice yo mismo —señaló dicho tatuaje, casi con nostalgia—, a mi exnovia también le hice un par de ellos.

—¿Exnovia? —interrogó él mirándolo.

—Si, muñeco, los dominantes también tenemos novias, novios y tal —burló.

—Si, tienes razón, perdón —sacudió ligeramente la cabeza, la imagen mental de ver a Damiano como un novio no le desagradaba—. ¿Crees que algún día podrías hacerme uno?

—¿Un tatuaje?

—Pues si, ¿que más te iba a pedir que me hicieras? —la pregunta abandonó sus labios sin quiera pensarlo, dándose cuenta más tarde de la interpretación que tendría él sobre lo que acababa de decir.

—Oh, muñeco, tú vas a pedirme que te haga de todo y no vas a tardar —rió de esa manera tan sexy que hacía que a Frigdiano se le revolviera todo en su interior.

No iba a negárselo porque sabía que tenía razón, el italiano le atraía y si hasta el momento sólo lo había besado y le había hecho un mamada ya había sido suficiente para hacerle saber que con él vendrían muchas más cosas, todas ellas buenas, por supuesto. Sabía que yendo al club solo estaba dándole la razón, pues estaba admitiendo que todo le había gustado lo suficiente como para estar ahí otra vez.

—Hasta el momento solo quiero que me hagas un tatuaje —murmuró por lo bajo.

—¿En la nalga derecha?— preguntó sonriente.

—¿Qué? ¡No!—chilló negando con la cabeza—. ¿Quién se haría un tatuaje en la nalga derecha?

—Yo —respondió con diversión–, bueno, yo me lo hice en la izquierda.

—¿En serio?—cuestionó incrédulo—. ¿Y que te tatuaste?

—Míralo por ti mismo —rió antes de llevar las manos a su pantalón y bajándolo para que el español tuviera visión de su nalga izquierda, no pareció avergonzado por la acción así que este supuso que tranquilamente lo podría haber hecho noche tras noche en el club, además de que nadie se había extrañado de ver a Damiano con los pantalones bajados y las nalgas al aire.

Alejó todo tipo de pensamientos de su mente para centrarse en la frase que tenía tatuada con tinta negra.

—Kiss this —leyó en voz alta, casi se rió. Solo a él se le ocurría tatuarse una frase en el culo que pusiera "besa esto".

Obbeditemi —indicó con su tono de voz ya enronquecido, además de que había usado el italiano y eso a Frigdiano lo prendía. No necesitaba ser un genio para descifrar lo que le acababa de decir, al igual que tampoco había que serlo para hacerle caso.

O sea, no todos los días se tenía la oportunidad de besarle una nalga a Damiano.

Posó sus labios sobre el tatuaje y lo besó como si acaso estuviera besando los labios del italiano, acción que a este le agradó bastante.

La noche había empezado bastante bien y ahora iba a ir a mejor.

Vieni con me —extendió su mano para que él la tomara—, vamos a cumplir tu fantasía.

—¿Cuál fantasía?

—El tatuaje, muñeco, ¿o hay alguna fantasía más que quieras cumplir conmigo?—su tono coqueto hizo que las pupilas del español se dilataron, delatando una respuesta que él todavía no había admitido en voz alta. Por suerte, el italiano era bueno en eso de leer expresiones y no había necesito más que mirarlo a los ojos para entenderlo—, accompagnami.

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