¡ PRÓLOGO !

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❪ you are a monster from hell

Ese día tan lluvioso, tan gris y oscuro, Victoria se encontraba a punto de ir a dormir. Nada se escuchaba en la pequeña cabaña en la que ella y su madre vivían, ya que su madre, Beneth O'Connor, rara vez cruzaba palabra con ella, y cada vez que lo hacía era para desear buenos días, buenas noches o para recordar que el monstruo dentro de ella no debía salir y para ello debía decir sus oraciones todo el tiempo. Durante un par de horas, sólo se escuchaban los truenos y relámpagos fuera de la casa. Una gran tormenta eléctrica se abría paso en ese lugar tan desolado en Chicago. Los sonidos en el cielo prometían una noche agitada, sin embargo, Victoria nunca creyó que sería una noche agitada para ella también.

Luego de unos minutos, Victoria subió a tomar un baño. Estuvo un par de minutos sentada en la bañera, miró sus manos detenidamente. Desvió su mirada al jabón a un lado de ella, con un movimiento de manos, el jabón se encontraba flotando en el aire. Lentamente comenzó a levitar en dirección a ella, la joven pelinegra lo miró con cuidado. Recordó las palabras de su madre diciendo que cuando usaba sus poderes, su monstruo intentaría salir. Instantáneamente, dejó caer el jabón. Terminó de bañarse y salió del baño. Se colocó un pantalón negro y su chaqueta marrón, y se sentó frente al tocador minutos después. Cepillando su pelo, escuchó un ruido en seco en la planta baja.

— ¿Madre? — preguntó desde su habitación, no recibió respuesta.

Se colocó de pie y luego se puso sus tenis. Se asomó a la puerta de su habitación, con la esperanza de llamar a su madre. Sin embargo, una mano en su boca la obligó a callar. Abrió los ojos con impresión al ver ambas manos de su madre cubiertas de sangre. La mujer entró rápidamente a la habitación de ella y cerró con seguro. La chica retrocedió claramente asustada, la mujer se apoyó contra la puerta respirando agitadamente.

— Madre, ¿qué está pasando? — cuestionó asustada.

La mujer la hizo callar con un dedo en sus labios. — Nos descubrieron, Victoria. Empaca tus cosas.

La chica la miró asustada. — ¿A qué te refieres?

— Las personas en el pueblo saben de nosotros, o lo sabrán pronto. Hay un ladrón en la casa. — susurró mientras se acercaba y la tomaba de los hombros, la chica frunció el ceño.

— ¿Te lastimó? — cuestionó con miedo, la mayor asintió.

— Estoy bien.

Un fuerte golpe en la puerta las hizo sobresaltar. Victoria se colocó frente a su madre, muchos más golpes se hicieron presentes. Lentamente, la puerta blanca de la habitación comenzó a agrietarse, hasta que por fin la puerta se abrió completamente. Dejando ver a un hombre bastante más alto que Victoria enmascarado con un cuchillo en su mano.

— Madre, puedo con él. Permíteme usar eso. — habló refiriéndose a sus poderes, la mujer negó.

— Es muy peligroso, el monstruo va a salir y te controlará, Victoria. No lo hagas.

La chica no tuvo más remedio que obedecer a su madre y no usarlos. Miró hacia un lado, vió un jarrón grande con flores. Cuando el hombre estuvo más cerca, ella lo tomó y se lo estampó fuertemente contra su cabeza. Ambas salieron corriendo, sin embargo, el hombre desconocido tomó a su madre por un pie, derribándola. Enterró su cuchillo en la espalda de Beneth, logrando que soltara un fuerte alarido de dolor. Victoria volteó, vió a su madre ser apuñalada una segunda vez. Sus ojos se cristalizaron mientras veía la aterradora escena de su madre siendo lastimada por un desconocido. Su respiración se agitó, y todo en la habitación comenzó a vibrar. Su madre la miró una última vez.

— No dejes al monstruo salir, sólo corre. — susurró con su último aliento.

Victoria llevó una de sus manos a sus labios con impresión, algo en ella sintió que su madre había muerto, sin necesidad de estar tan cerca de ella. Un par de lágrimas salieron de sus ojos, miró al desconocido con miedo y enojo mientras susurraba un "Vas a morir por ello". Levantó una de sus manos, el hombre comenzó a levitar. Extrañas venas negras aparecían por partes de su rostro, mientras sus ojos se volvían extrañamente negros. El hombre levitó hasta una ventana, contra la cual chocó con fuerza. Sentía ganas de lastimarlo y hacerlo pagar por lo que le había causado a su madre. Al levantar otra mano, una de las cortinas blancas se enredó alrededor del cuello del hombre. Cuando Victoria apretó su puño, la cortina hizo presión en el cuello del extraño, causando así una gran falta de aire.

La chica O'Connor escuchaba los quejidos y golpes del hombre luchando por su vida con una sonrisa, pero para cuando pudo reaccionar, ya era demasiado tarde. El hombre había dejado de forcejear, y ahora no sólo había un sólo cuerpo en su habitación, habían dos. Miró a su alrededor en busca de una respuesta, sin embargo, decidió obedecer a su madre y correr. Tomó uno de sus bolsos, guardó sus cosas con rapidez y miedo sin pensar en las consecuencias que escapar le traería. Luego de guardar su ropa y tomar su billetera y la de su madre, observó una última vez la escena con lágrimas en sus ojos. La miró por unos segundos, deseó con todas sus fuerzas que su madre estuviera bien nuevamente, aún después del daño que ella le había causado. Tomó uno de sus crucifijos pequeños en collar y se lo colocó alrededor del cuello, era el primero que su madre le había regalado, y el más valioso de todos los que tenía. Se puso la capucha de su chaqueta y salió de la casa. Corrió por el frío y oscuro bosque, bajo la inmensa tormenta que caía en Chicago. Esperando que nadie supiera lo de esa noche. Lo que no sabía, es que esa noche cambiaría todo el rumbo de su vida.

Contando el poco dinero que tenía, lo primero y lo único que se le ocurrió fue irse de ahí lo antes posible. Yendo a la estación de autobuses, compró un boleto con lo que su dinero le permitía. Un boleto a un lugar en California llamado Beacon Hills. Sin dudarlo dos veces, aceptó y compró el boleto. Luego de esperar unos minutos, que para Victoria fueron eternos, su autobús rumbo a Beacon Hills partió. Subió con miedo y desesperanza, ahora se encontraba sola en el mundo, y no entendía cómo lograría sobrevivir sin la única persona que logró controlarla durante toda su vida. No sabía cómo sobreviviría, si jamás había tenido contacto con alguien que no fuera su madre, el cura o las monjas de la iglesia. Pero debía volver a empezar, y su madre le había enseñado que ella no debía darse por vencida y debía luchar contra sus demonios. Así que lo hizo, subió a ese autobús y partió rumbo a Beacon Hills. Con la esperanza de ahora poder ser una chica normal como cualquier otra.

© stellargardeen⠀|⠀julio 2021

𝐃𝐄𝐌𝐎𝐍𝐒 ⸻ scott mccall Donde viven las historias. Descúbrelo ahora