Capítulo Único

2.1K 297 177
                                    


El siseo del pincel pasando por el lienzo era lo único que llenaba el mutismo del salón de clases. Yatora estaba completamente sumido en sus pensamientos, concentrado en lo que estaba haciendo y en cada pincelada y toque suave que daba. Sus ojos se entrecerraban y se abrían mientras miraba por todos los lados posibles la pintura, sintiendo que había algo que no cuadraba del todo, mas no podía averiguar bien qué era.

Estiró los brazos hacia atrás, dando un gran bostezo. El verano estaba a punto de llegar y ya se percibía en el ambiente. Ese día el sol se reflejaba con intensidad a través de las ventanas, por ello el aula estaba más calurosa que en otras ocasiones. Por fortuna, era el único que quedaba allí de su clase, así que se llevó la mano al cuello, limpiándose el sudor que se le había acumulado. Detestaba tener el cuerpo pegajoso, lo único que le apetecía era tomar un largo baño con agua fría, pero no se permitía a sí mismo marcharse todavía.

Aunque veía complicado terminar el cuadro en aquel momento. Se distraía cada tanto por culpa del calor, también estaba incómodo por las gotas de sudor que caían por su espalda y su inspiración parecía irse cada vez más y más lejos de él.

Ladeó la cabeza, analizando de nuevo lo que le faltaba a la pintura, mas de la nada pegó un gritito de susto al sentir algo más frío y húmedo en la nuca.

—Wow, ese fue un buen grito —mencionó una voz que él conocía muy bien, por lo que Yatora rodó los ojos y se restregó la piel.

Cuando se giró en su puesto, se encontró con la afilada y resplandeciente sonrisa de Murai Yakumo. Ni siquiera había escuchado sus pasos, así de ensimismado estaba. Murai llevaba consigo dos latas frías de soda, y una de ellas fue la que pegó contra su cuello.

Yatora gruñó con molestia y volvió la mirada al frente. En definitiva no era bueno tratando con él sin importar cuánto tiempo llevaran estudiando juntos. No lo entendía.

—Hey, no me ignores. Mira que fui tan amable como para traerte una soda, debes tener sed, ¿no? —mencionó Murai al no conseguir una respuesta de su parte, apoyando la bebida en su pecho y obligando a Yatora que la aceptara.

Yatora suspiró con pesadez, sin poder negar ese hecho. Dejó el pincel a un lado y aceptó la bebida.

—Supongo que gracias —masculló en un tono bajo, abriendo la lata y dándole un sorbo, sintiendo un inmenso alivio con la bebida deslizándose por su garganta. Demonios, eso era justo lo que necesitaba en aquel instante, aunque no lo diría en voz alta.

—Se dice gracias y ya —comentó Murai en un canturreo, jalando otra silla del salón para hacerse a su lado.

Yatora quería replicarle que no tenía necesidad de sentarse allí, pero lo dejó ser; era claro que Murai hacía lo que quería y no le importaba las opiniones de los demás. También era por ello que más de una vez había insistido en pegarse a Yatora como un bicho molesto, y no había poder humano que lo alejara a pesar de que Yatora siempre huía de él. Poco a poco se había ido acostumbrando a la intensa presencia del chico, mas era difícil en ciertas ocasiones... Demasiado difícil diría él.

Había pensado en ir después de que terminara con la pintura por algo de beber, aunque no podía hacerlo cuando se sentía atascado con el proceso. Por más que aplicara lo que ya sabía, había un gran camino delante de él que desconocía y que era consciente que aprendería con el tiempo; aun así, se sentía impaciente. No podía permitirse quedar atrás.

Además, el calor infernal no ayudaba en lo absoluto a su paciencia. Tampoco había tenido una buena noche y se notaba con claridad en sus ojeras marcadas. Por ello vio la soda helada como un elixir de vida en ese momento, percibía cómo poco a poco recuperaba algo de energía.

Dulce esencia |Murai x Yatora - Blue Period|Where stories live. Discover now