−Buenas tardes− Digo mirando la entrada del área, observo sillones en hilera frente a una pantalla enorme indicando letras y números− Necesito hablar con la Dra. Díaz, me incorporo este año.

−Buenas tardes ¡Bienvenida! – sonrío sorprendida, la señora es animada. − ¡Su identificación y especialidad!

−Odontología general− digo emocionada entregando el documento.

Ella lo toma tranquilamente. Su semblante cambia- ¡Cielo Santo! – Exclama mirándome antes de escribir el nombre. Me mira y mira el plástico incrédula – Así que es usted, me da una mirada confidente, la directora de área la está esperando.

− ¿Ah sí? – Digo incómoda. Me van a pillar y me van a matar. Christine me colgará de las te...

−Tranquila− Baja la voz −La está esperando. −Para mi sorpresa no anota nada y me devuelve mi documento de identidad. −Adelante Señorita Grant. −Susurra mi apellido como su fuese una grosería. −Del fondo de la habitación, hasta la izquierda, última puerta del pasillo.

−Gracias. −Camino confundida hacia la oficina.

Debe ser por el ofrecimiento que hice por ingresar. Sonrío traviesa mientras camino hacia el pasillo con las oficinas de los diferentes jefes de área hacia la que será la de mi jefecita. ¡Está bien! ¡No me aceptaron por ser lista! ¡Ni esforzada! ¡Ni bonita! Me río nerviosa silenciosamente. Escribí una carta exhibiendo mis cualidades y mis inmensas ganas de aprender en el mejor hospital de este país, con el más completo equipo y las más modernas tecnologías. Me encargué de que se le pagara a los necesarios para hacer de mi solicitud y un documento que no llame la atención. Sobre todo, en la parte del nombre, puesto que, en el ámbito familiar, sólo mi abuela, Marie Grant se dedicó a lo que yo. Después de todo, ella era mi abuela favorita y también trabajó aquí. Fue directora de área también, pero claro, ella tenía más facilidades y no tuvo que pagar, puesto que tener el apellido Edwards de soltera, es tener un cupo asegurado en este lugar.

Y desde luego, un Edwards trabaja en un hospital.

Pero a veces pasa que salen bichos raros como yo, que llevan la contraria y desde luego que no esperaba gran recibimiento. Por un momento me siento más confiada, recuerdo al idiota de mi amigo decir antes de que viniese ''el dinero da poder y todo lo puede. Pero un nombre, un nombre poderoso con solo nombrarse debería abrirte miles de puertas y posibilidades. Y el tuyo Ángela Grant, te da posibilidades infinitas''. Escucho en mi mente la risotada segura e idiota con la que finalizó su frase. Sonrío ¡Pero tiene razón! tengo el maldito nombre, y desde luego tengo el dinero necesario para comprar mi lugar. Supongo que si la gran y neurótica Christine Edwards lee mi ficha estoy frita. Pero lo que ella no sabe, es que mi abuelo conoce a su directora Olivia Diaz. Compañera y vieja amiga de la Universidad de mi difunta abuela, ambas crecieron como profesionales y se especializaron en la hermosa área de la Rehabilitación Oral, la cuál es a lo que vengo. Suspiro enamorada sintiendo maripositas en el estómago. ''Postgrados de excelencia con sello Edwards'' otorgados por la mismísima cabeza de la familia, sello que me permite estudiar un doctorado con más facilidades, acceder a becas, cursos, clases y un espacio en esta gran y poderosa corporación dedicada a la salud de las personas.

Estaré aquí el tiempo que la suerte lo decida, ¡pero desde luego no podía perder esta oportunidad!

Inhalo fuerte y exhalo suavemente. Toco la puerta y la abre una encorvada viejecita, delgada, de cabello blanco y largo delantal.

−Dra. Diaz, es un verdadero honor saludarla. −Hago una reverencia sutil.

−Oh vamos, Ángela, aquí no hay nadie. Pasa querida. −Me deja pasar a su oficina. En vez de apuntar a las cómodas butacas de su mesón de trabajo. Me hace seguirla hasta unos sillones de cuero negro en lo que parece ser un cuarto de estar personal. Antes de que hable toca un botón y pasa un hombre de traje a la oficina.

Mi Pareja Perfecta IVWhere stories live. Discover now