32. Me estoy volviendo loco.

ابدأ من البداية
                                    

—¿Qué quieres?

Sus ojos están enrojecidos y ahora mismo parece más molesta que otra cosa.

—Hablar contigo. ¿Puedo subir? —No espero su respuesta, abro la puerta de atrás y me meto al auto. Sé que es capaz de arrancar el motor y salir de ahí sin mí, así que mejor me aseguro de prevenirlo—. ¿Te encuentras bien?

—Lucas, no dije que pudieras venir, bájate.

Agarra el volante con una mano y enciende el vehículo con la otra.

—¿A dónde irás? —insisto.

—No es tu problema.

Gira su cuerpo y abre mi puerta desde adentro, como forzándome a bajar, pero no lo hago.

—Sí lo es... y creo que estás así por mí. —Busco sus ojos a pesar de que ella evade mi mirada—. Dime la verdad, Pulga.

Se está aguantando las ganas de llorar, lo veo en su garganta apretada y el temblor repentino que sueltan sus labios cuando no consigue contenerse. Es solo que es demasiado orgullosa para aceptarlo y estoy seguro de que, por dentro, está haciendo un esfuerzo enorme por reemplazar ese dolor con enojo. Por eso parece que va a clavarme un puñal en cualquier momento.

—Esto no tiene nada que ver contigo —me miente—. Bájate de una vez, me tengo que ir cuanto antes.

—Pulga, en serio necesitamos hablar... —Le coloco una mano en el hombro, pero se hace hacia adelante para que la deje.

—¡Estoy hablando en serio! ¡Bruno puede estar en problemas!

¿Qué? ¿Bruno?

—¿De qué estás hablando? —Cierro de nuevo la puerta que ella abrió y me inclino en el espacio entre ambos asientos, con medio cuerpo adelante. Me quedo muy cerca de su rostro y casi puedo sentir el estrés que tiene encima—. Explícame, por favor.

Ella suelta todo y me empuja con ambas manos. Me dejo caer en el asiento del copiloto y paso mis piernas adelante hasta acomodarme bien, mientras la escucho quejarse.

—Bruno va algunos fines de semana a un bar de mala muerte, donde la última vez lo golpearon. Y podría meterse en problemas de nuevo. —Hace una mueca de reproche y continúa—. Tal vez lo sabrías si te hubieras preocupado un poco más por él, en vez de estar revolcándote con Maia.

Claro, no podía perder la oportunidad de reclamarme por algo que ni siquiera hice en realidad.

—Las cosas no son como estás pensando...

—¡Cállate! —Me interrumpe—. Solo quiero ir por Bruno.

Sin agregar nada más, toma de nuevo el volante y saca el auto de su aparcamiento, resignada a llevarme consigo. Me coloco el cinturón y se lo pongo también a ella al ver que está tan nerviosa que se lo ha olvidado.

Lo que dice tiene sentido, puesto que no hace mucho vi a mi amigo lleno de cicatrices y no quiso decirme a qué se debían.

—¿Es peligroso? —Le pregunto, mientras nos deslizamos sobre la autopista.

—Si tienes miedo, puedes bajarte.

Siempre consigue devolverme el golpe.

—Sabes que no lo tengo, solo quiero estar preparado para lo que podamos encontrar. Y para cuidarte, también —agrego.

—No tienes que cuidarme porque, si ocurre otra pelea, llamaremos a la policía —ordena, tan molesta que sigue incapaz de mirarme—. Ni se te ocurra intervenir.

Ese último momentoحيث تعيش القصص. اكتشف الآن