7 Maneras Para Amarte | OnePieceWeek2021

Sexta Manera | Prision

En la tripulación del hombre más fuerte del mundo, los distintos miembros pertenecientes a esta luchaban para contener a su comandante de la segunda división.
El pecoso de sombrero de vaquero gritaba con desesperación con ahora cadenas de piedra de mar rodeando su cuerpo.

Después de que el periódico de la mañana cayera en las manos del primer comandante y este leyera la noticia que decoraba la hoja principal, supo de inmediato que tenía que actuar. El fénix rápidamente advirtió al resto sobre el periódico, ordenando que no dejaran que Ace lo viera bajo ningún concepto. Lamentablemente cuando sus ojos cayeron sobre la presencia del pecoso, este ya estaba arrugando aquel papel con fuerza y con notable enojo. El fuego empezó a surgir y la tripulación empezó a moverse.

En una taberna del East Blue, una chica de cabellos verdosos empezó a llorar sin poder evitar tal acción, a su lado se encontraba el alcalde de la Aldea, este aún tenía una copia de la noticia en sus manos.

Cierto pirata pelirrojo no recibió la noticia de una manera muy pacífica.
Se encontraba con su típica reseca después de haber bebido cantidades exorbitantes de alcohol la noche anterior, el dolor de cabeza le causaba una pequeña molestia al igual que la luz solar, por lo que la sombra de un enorme árbol fue su salvación.

Un periódico cayó desde arriba aterrizando justo en la cabeza del pirata, con cansancio retiro aquel montón de papel de su rostro, sus ojos aún no se acostumbraban a estar abiertos por lo que veía borroso todo a su alrededor. Estuviendo a punto de lanzar aquel objeto para así retomar su descanso, entre borrones leyó el titular.

El alcohol se esfumó rápidamente de su sistema.

El líder de la organización que tenía como objetivo derrocar al Gobierno, se encontraba observando el exterior desde el balcón de su base, se sintió egoísta por lo que estaba a punto de hacer. El sabia que las acciones del gobierno eran por el, para incitarlo, y también sabía que lo estaban logrando.
La ejecución de su propio hijo era la perfecta razón para que el actuara de una u otra manera, y el como líder de la Revolución Armada, estaba dispuesto de acelerar sus planes para aceptar aquella declaración de guerra silenciosa del gobierno.

Se sentía inútil, extremadamente inútil, su única obligación era proteger a su capitán a toda costa, dar su vida por el si era necesario, pero no pudo, no pudo evitar que se llevaran al chico de sombrero de paja, todo por su debilidad.

Deseaba ser más fuerte, no pasaba un segundo en el que dejara de desear más fuerza, fuerza para proteger a sus compañeros de tripulación y sobre todo al azabache que le dio otro motivo para vivir.

La primera vez que lo vio supo que su vida daría un vuelco de 180 grados, y aún así no se quejó, no evito que aquel niño inmaduro lo arrastrara a decenas de problemas, dudo, claro que dudo, dudo de sus sueños y metas, dudo de sus sentimientos y emociones, pero nunca dudo de que ese chico de goma se convertiría en el Rey de los piratas.

Al principio se dijo a sí mismo que era un idiota, que debía alejarse lo más posible del chico, que solo sería un estorbo para lograr sus objetivos. Sin embargo, sus objetivos habían sido desplazados en importancia cuándo lo conoció, el ahora era lo que debía proteger.

Le juro lealtad en silencio, nunca hizo falta alzar la voz para demostrar que el iría hasta el fin del mundo si su capitán tuviera la necesidad de ir, estar a su lado en todo momento, apoyar cualquier decisión que tomase y sacrificar hasta la última gota de sangre de su cuerpo para que la sonrisa del azabache nunca desapareciera.

Lealtad

Le dio toda su confianza, toda su fuerza, todo el respeto y todo el amor de si mismo, pero no sirvió de nada, seguía siendo insuficiente, no pudo salvarlo de las garras de ese maldito, no pudo luchar contra la inconsciencia efecto de la gran perdida de sangre, no pudo soportar el dolor de sus huesos rompiéndose y sus tendones rasgándose.

Le había fallado y eso no sabia si iba a poder soportarlo.

—Zoro, no fue culpa.— Hablo la pelinaranja con lágrimas decorando sus mofletes. El mencionado no se atrevió a mirarla.

—Fue la culpa de todos, Luffy es nuestro capitán también.— Dijo la llamada Robin con notable culpa en su voz.

—Robin-chan tiene razón, cabeza de musgo.— Afirmó un rubio con cigarrillo en mano.

El periódico temblaba ligeramente por el movimiento de tensión que ejercían las manos del peliverde en el.
Escuchaba las palabras de sus compañeros, sabía que el se estaba comportando como un idiota al seguir sintiéndose de esa manera cuando el resto se sentía de la misma forma.
El como primer oficial tenía que ser el pilar de donde apoyarse cuando no estuviera su capitán para que lo fuera, pero ¿de dónde debía apoyarse el?

Las palabras de su capitán eran lo que le permitía seguir avanzando pero ahora el no estaba, ahora lo más probable es que Luffy estuviera en una celda privado de su libertad.
Aquella imagen hizo que náuseas se apoderaran de su estómago y la necesidad de gritar invadiera a sus cuerdas vocales.

No, el no podía seguir pensando en temas que no llegaban al tema.
Ya no podía seguir pensando en su debilidad. Una debilidad dolorosa pero una que debía superar.

El solo tenía que hacer una cosa.

El tenía que ir por su capitán.

Ir por Luffy.