Me quedé quieta en el mismo momento en el que estiró las manos hacia la cara del novio de mi tía, apretó ambos cachetes y tiró de ellos como si quisiera romperlos. ¡Y encima el hombre tuvo el humor de reírse!

Y cuando lo soltó, le estampó un beso sonoro en la mejilla.

Acto seguido, lo abrazó.

Ciao, mamma —saludó él.

O al menos creo que saludó.

Compartieron otro abrazo entusiasmado y entonces los ojos de la mujer recayeron en mi tía... que dio un paso hacia atrás.

No podía recriminarle nada.

Yo hubiese hecho lo mismo.

—Tú debes de ser Jennifer —comentó con un acento increíble al mirarla.

A su lado, Tony carraspeó.

—Es Jenna —corrigió, acercándose a ambas y tomando la mano de mi tía para luego unirla a la de su madre—. Por fin puedo presentaros.

Mi tía compuso una de sus envidiables y amables sonrisas y asintió. Segundos después dijo, en lo que supuse era un italiano muy ensayado:

—Piacere di conoscerla, signora Bianchi.

La mujer miró a Tony, luego a mi tía, de nuevo a Tony... Y dio un aplauso atrevido ante ella, antes de rodearla con los brazos y... ¿levantarla en el aire?

Aquella señora de setenta años (¡o más!) acababa de levantar en el aire a tía Jenna.

Entonces su cuerpo giró, y me enfrentó a mí.

Resistí las irrefrenables ganas de girarme e irme corriendo, hasta donde el camino de tierra me llevase. ¿También me besaría? ¿Me abrazaría? ¿Me sujetaría en el aire?

En su lugar, casi susurré:

—Soy Olivia, un placer.

—¡Olivia! —Exclamó con demasiada alegría, sujetándome la mano y sacudiéndola—. Es un nombre precioso.

No se me pasó la forma diferente en la que pronunció mi nombre, en especial la primera inicial. Parecía una mujer amable y en realidad, aunque sorprendente, su recibimiento había sido bastante agradable.

Estaba segura de que terminó con cualquier atisbo de nervios que mi tía hubiese podido tener.

—Vamos dentro —continuó, tomando la maleta de ruedas de mi tía—. Os enseñaré las habitaciones.

La seguimos hacia la enorme casa de piedra, que a diferencia de otras, parecía todavía más inmensa por dentro. ¡Y más moderna!

Mientras que por fuera era bastante peculiar, con su rupestre imagen de piedras, la hiedra y la tejavana caída, por dentro era completamente distinto: el suelo renovado, las paredes recién pintadas, una cocina de última generación...

—Ostras, mamma —murmuró Tony al pasar—, ¿hiciste reformas?

—Oh, ¡tu hermano! —Exclamó ella, aproximándose a la encimera de la cocina enorme, lo primero que nos recibió—. ¡Para que todos estuviésemos más cómodos!

Entonces, de lo que a mí me pareció la nada, sacó una tabla de madera llena de... ¿quesos?

Observé como Tony sonreía y tomaba uno, y de seguido mi tía, así que yo también hice lo mismo.

Al morderlo lo primero que me llegó fue un sabor fuerte y amargo, pero segundos después me encantó. Abrió mis papilas gustativas y me encontré a mí misma susurrando:

Una Perfecta Oportunidad © 30/03/2023 EN LIBRERÍASDonde viven las historias. Descúbrelo ahora