Juventud y Belleza.

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Rumpelstiltskin se observó por última vez en el espejo situado en su vestíbulo y sonrió. Esa mañana pasaría por Belle a la biblioteca para desayunar juntos en la cafetería antes de iniciar un nuevo día. Salió de su residencia y se acercó a la acera para dirigirse a su vehículo. Cuando abrió la puerta de su automóvil, creyó ver a Belle de espaldas del otro lado de la calle, luciendo un atractivo vestido rojo que el desconocía que tuviera en su guardarropa. Cerró la puerta con la intención de ir por ella y caminar juntos hacia la cafetería, pero descartó esa idea cuando Belle se abalanzó hacia un hombre mucho más joven que él, que terminó besándola.

Rumpelstiltskin dejó caer su bastón al suelo al sentir un repentino dolor pulsante en el pecho, que bien pudo confundir con un ataque al corazón si él fuera un simple mortal. Sin poder  evitarlo,  Rumpelstiltskin recordó a Milla, a Cora, a todas las personas que decían quererlo y al final lo abandonaron.

Rumpelstiltskin pensó que Belle era diferente, que de verdad había encontrado el verdadero amor después de tanto tiempo...

Pero se equivocó.

—Buenos días, señor Gold—David lo saludó al cruzar la calle, y detrás de él venía la mujer que confundió con Belle, tomada de la mano con el hombre que debía ser su novio. La pareja siguió su camino, pero David se detuvo a poco centímetros de él, con una mirada nada amistosa—Espero que no esté tramando nada malo hoy—Le susurró—StoryBrooke ahora está en paz, y así quiero que siga, ¿me entendió?—David no esperó a que Rumpelstiltskin le respondiera y continuó su camino rumbo a la comisaría, ya que le esperaba una serie de pendientes que lo consumirán el resto día.

Rumpelstiltskin no le prestó atención a las palabras de David, debido a que continuaba aturdido por lo sucedido. Se sentía avergonzado por desconfiar de Belle, y del amor que ella le demostraba todos los días. Recordó el momento del malentendido que los separó, y se maldijo. Debía de confiar en Belle de la misma manera en la que ella confiaba en él. Sólo así podría ser el hombre que ella deseaba y merecía.

Volvió abrir la puerta de su vehículo pensando que entre Belle y él había una diferencia de edad considerable. Incluso ahora él era abuelo de un niño que pronto sería un adolescente que empezaría a darle a todos dolores de cabeza.

¿Realmente Belle podría soportarlo? ¿Podría soportar su faceta de padre y abuelo? ¿Soportaría las caricias íntimas de un hombre que necesitaba de un bastón para defenderse, y de magia para ser un hombre interesante y no un cobarde? Belle era joven y hermosa; valiente y tenaz; ingenua y muchas veces demasiado buena. Merecía a un hombre joven y atractivo; valiente y sobretodo un héroe.

Todo lo contrario a él.

Tomó su bastón e ingresó a su vehículo.

Hablaría con ella.

Rumpelstiltskin entró a la biblioteca que, como siempre, se encontraba vacía, y rápidamente fue recibido por un abrazo de Belle, que lo reconfortó y lo hizo sentir amado, bendecido por una oportunidad que claramente no merecía. Belle le mostró una sonrisa de enamorada, y sus ojos azules brillaban de manera especial, como luz propia.

—¿Pasa algo?—Belle dejó de sonreír al sentir inquieto a Rumplestilkin.

—¿Te soy atractivo, Belle?—Rumpelstiltskin no pudo evitar preguntar. Durante el trayecto, vio brevemente a Killian paseando con Emma aparentemente sin rumbo fijo. Killian vestía mejor de lo habitual, y varias mujeres lanzaban suspiros al verlo. Milla lo había abandonado por él, y ahora entendía por qué. Killian era atractivo, joven, y se estaba convirtiendo en otro héroe de StoryBrooke.

Belle no pudo evitar sonreír por la ocurrente pregunta, al mismo tiempo que acariciaba con cuidado y dulzura los castaños cabellos de su amado.

—¿Belle?—Rumpelstiltskin no pudo evitar pensar que el silenció era respuesta suficiente.

—¿Recuerdas nuestra última plática en el castillo antes de…,mandarme al pueblo por paja?—Rumpelstiltskin asintió, probablemente recordando, como ella, lo que había sucedido después—Te dije que nunca le entregaría mi corazón a alguien tan superficial—Colocó sus brazos sobre los hombros de Rumpelstiltskin, y le obsequió una sonrisa sincera, plena, que pudiera transmitir todo el amor que sentía por él—Me enamoré de ti, Rumple. Tú me demostraste la bondad que hay en tí, de lo que eres capaz de hacer por las personas que amas—Acarició su mejilla, y Rumple le besó el dorso de la mano.

—Belle… —Rumpelstiltskin no pudo evitar sentirse afortunado. Pero continuaba inquieto;  todavía dudaba del único futuro que podría ofrecerle—Eres todavía demasiado joven, querida. Hay todo un mundo ahí afuera que te brindará la posibilidad de encontrar a un hombre joven que te merezca. Con el que podrás recorrer el mundo sin que le moleste una cojera.

La belleza y la juventud no son eternas, Rumple—Le recordó Belle, en un último intento de hacerle entender que no le importaba el futuro, al menos no de la forma en la que él se refería—Si el hechizo no hubiera sido lanzado, el tiempo nunca se  hubiera detenido. Eso quiere decir que yo ahora no sería joven ni muy hermosa. Y tú seguirías como hasta ahora. Dime, ¿me hubieras dejado de querer si eso hubiera sucedido?

Rumpelstiltskin tomó las manos de Belle, pensando que no habría mejor futuro que envejecer junto con ella para cuidarla, atenderla, recordar su historia de amor con una sonrisa de satisfacción.

—A mí no me importa tu edad, Rumple. Nunca me importó. Tu atractivo no se perdió con una piel escamosa o una cojera. Está en ti, en tu mirada, la dulzura con la que me tratas, y el deseo de querer ser un  hombre mejor para mí.

Belle se lanzó a los brazos de Rumpelstiltskin y lo besó, sintiéndose tan dichosa como en su primer beso, en su primer abrazo, en su primera cita. Era un sentimiento que la fortalecía, que no le permitía rendirse, que la mantenía viva y feliz.

—Nuestra historia de amor jamás fue sencilla. Por favor, no permitas que estos pensamientos se conviertan en un nuevo obstáculo para nosotros—Guió a Rumpelstiltskin hacia el mostrador, dónde había dejado la pequeña taza de porcelana blanca con unos finos dibujos de color azul, que representaban diminutas flores—Esta taza es la fuerza de nuestro amor. Tú mismo me lo dijiste. Y la mantuviste contigo aún después del engaño de Regina. Nuestro amor sobrevivió al hechizo junto con ella. Y así seguirá si nosotros la protegemos; si protegemos nuestro amor.

El amor no se equivoca, Rumple. No me equivoqué cuando decidí aceptar mis sentimientos por ti.





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