Capítulo 7 - Zhou II.

1.6K 263 137
                                    

—Mi señora...

La voz de Li WanYu sacó a Zhou LengMei de ese camino de recuerdos por el que estuvo andando. La puerta de la habitación se deslizó y a pasos silenciosos la doncella y sirviente de Madame Jiang se fue acercando. A un metro de distancia, habló:

—Mi señora, el amo Zhou está aquí...

Zhou LengMei abrió los ojos de golpe y de la misma manera se rompió la poca tranquilidad que su corazón se esforzó tanto por encontrar después de un día tan ajetreado. Se sentó en la cama con la ayuda de Li WanYu, quien a su vez le entregó un vaso de agua tibia al ver la repentina tez blanca de su ama. La obstrucción en la garganta le aminoró un poco pero el cúmulo de feos sentimientos no se redujo en absoluto.

—¿Quiere que busque al amo Jiang, mi señora?

Li WanYu fue testigo de las tantas humillaciones a las que su joven ama fue expuesta en la Villa Zhou; incluso ella misma puso su propia anatomía en juego para proteger a su ama de su padre, así que el mismo terrible hormigueo que a Zhou LengMei le recorrió el cuerpo entero también se hizo presente en ella. Sabía que, si el esposo de su señora estaba presente, entonces el amo Zhou no se atrevería siquiera a mirarla de mala manera.

—No —apretó los puños hasta que las uñas se le enterraron en la palma—. Que espere en la sala...—la detuvo antes de que se marchara—. Prepara té y bocadillos. Dile que me estoy cambiando e iré en unos minutos.

Si quería fingir que todo estaba bien entonces tenía que actuar de esa manera. Se levantó de la cama, sacudió la nula suciedad de su ropa de dormir y también intentó borrar las inexistentes arrugas. Se dirigió al armario y tomó una capa lila con los patrones representativos de la secta Jiang en un púrpura casi negruzco. Al tener el peso de la tela sobre los hombros, y bajar la mirada a las bellas flores de loto trazadas, sintió una ola de protección que calmó un poco su corazón acelerado. Frente al espejo revisó su aspecto y puso un poco de rubor en sus mejillas para disimular la palidez en su rostro.

Con la mano sobre el estómago salió de la habitación.

Al ver a su padre sentado causalmente, con una taza de té en la mano, el pulso de Zhou LengMei volvió a dispararse y la boca se le secó todavía más. Puso una suave sonrisa en los labios y se forzó a hablar con humildad.

—Padre —hizo una reverencia—. ¿Su estancia ha sido buena?

Zhou LiQin esperó a que su hija tomara asiento—. Nada mal —admitió—. Como se esperaba de la secta Jiang.

Zhou LengMei no pudo ver la expresión de suma satisfacción que puso, pues en todo momento mantuvo la cabeza gacha como una "muestra de respeto" que su padre le inculcó desde niña—. Me alegra mucho saber que se encuentra cómodo.

Li WanYu se acercó con otra taza de té para su ama, pero fue rechazada de inmediato con un rápido movimiento de mano. Si bien Zhou LengMei sentía la garganta cada vez más seca y rogaba por ese té, tenía las manos tan temblorosas que no se juzgaba capaz de sostener algo sin derramarlo.

Estuvo tensa por unos minutos, con la mirada pegada al piso, una tenue sonrisa y los puños apretados bajo la capa. El silencio en la sala fue asfixiante, pero, si su padre no lo rompía entonces ella no tenía el derecho a hacerlo. Con todos los sentidos alerta detectó cada movimiento que hizo su padre aún sin mirarlo; cuando se estiró por un bocadillo, cuando limpió el borde de la taza antes de dar otro sorbo y tuvo ganas de llorar cuando lo escuchó exhalar pesadamente. En el pasado, esa nunca fue una buena señal.

—Hija.

—¿Sí, padre? —acostumbrada, respondió de inmediato.

—¿Cómo va tu relación con Jiang Cheng?

Purpúreas nubes de loto | Lan MeiLing | C A N C E L A D ADonde viven las historias. Descúbrelo ahora