No había tenido el tiempo suficiente para atender a su corazón hasta que ella apareció en otro departamento de cazadores de demonios.

De pronto, Aki convirtió su amor. Su mirada era fría, dura e imparcial, pero la castaña encontró a un niño travieso, con ganas de jugar y reír como cualquier otro. Aki no tenía la culpa de lo que le había sucedido y la fémina adoptó el papel más importante para recordarselo cada que era posible con una caricia, un beso y hasta una mínima sonrisa.

—Estoy pensando mucho... —se dijo Aki y el silencio engulló esas palabras.

Dio una última mirada al lugar, seguía solo. Rascó su nuca y en el momento no pudo evitar el recuerdo de la ocasión en que conoció a la castaña y la vez que le confesó sus sentimientos. Habían sido tantos sus nervios que tomó el cigarro de forma incorrecta y ella no pudo ocultar la risa.

Un momento difícil de olvidar y que cada que lo recuerda, una sonrisa se le dibuja en los labios. Era un tonto, ella lo había descubierto en su momento y eso sólo lo volvía más lindo.

Se recostó por fin en la cama. Había tomado su sitio en ella, y al encontrarse cansado, pero sin sueño, decidió pasar el rato en su laptop revisando lo último que hay sobre demonios en la oficina. Parecía que lo único en lo que podía pensar era el trabajo hasta que la puerta del baño se abrió.

No le dio importancia y siguió en lo suyo, dejando que las luces del aparato se reflejaran en sus ojos y sus cabellos sueltos crearán la sombra de un hombre responsable. Mordió su labio inferior y ella apareció siendo iluminada por la luz del baño.

—Creí que no vendrías a dormir —murmuró la castaña con la voz ronca pero dulce. Estaba medio adormilada y su bostezo la delató—. ¿Todo bien en el trabajo?

—Siempre vuelvo a dormir —respondió Aki con seguridad y distraído en la pantalla, aunque no soportó por mucho y su mirada recorrió su cuerpo. Tan solo traía su ropa interior con una de sus camisetas, sus cabellos también estaban sueltos en unas cascadas incontrolables.

Permitió que un silencio hablara por él, cuando supo que la había estudiado por mucho tiempo, volvió la mirada al computador con un sutil color rosa en el rostro, tan poco perceptible por la poca luz. Pero ella sonrió, sabiendo muy bien lo que había causado en él y se aproximó a paso lento.

—Las cosas son como siempre en el trabajo —respondió Aki poco después. De poco le valía levantar alguna queja si después de todo el punto de sus rabietas vivía con él.

Por parte de la castaña no hubo más respuestas. Aki tampoco intentó revivir la conversación y la perdió de vista creyendo que iría directamente a dormir mientras él perdería el tiempo. Allí danzó el primero de sus errores, pues pronto sintió un peso ligero escalar desde la punta de sus pies hasta llegar a su pecho debajo de las cobijas.

Levantó la laptop y bien abrazada a su pecho se la encontró sonriendo con un brillo travieso en sus ojos.

—¿Pasa algo? —murmuró en un intento de ocultar sus emociones bajo el sutil temblor de sus labios—. ¿No puedes dormir?

Ella asintió, mejor que él podía dormir, pero había algo que hacía falta.

—Sí puedo, pero hay algo que necesito de ti Aki —reprochó la castaña, tomando el tiempo necesario para saborear esos ojos celestes y la imagen agresiva que daba el joven con su cabello suelto. Pocas veces se le podía ver así—. ¿Lo olvidaste?

Hayakawa recorrió su mirada. Esta vez fue imposible ocultar el rojo de su rostro y formó una mueca en donde con un segundo de ayuda, dejó de lado el aparato para abrazar a su novia por la cintura y apegarla lo suficiente a él como para hacerla sentir todo lo que le provocaba. No podía olvidarlo ni en un millón de años.

La fémina se encogió de hombros, su cuerpo conectó a la perfección con el de Aki y altivos en una serenidad se unieron en un beso donde la castaña alcanzó a ser la dominante. Jugueteó con los labios del azabache, demostrando nuevos movimientos, mientras sus manos se adherían a su pecho y lo recorrian bajo la camisa.

Entonces tomaron su espacio. La imagen de un Aki sumiso la hizo morder sus labios y saborearlo en un segundo.

—No puedes dormir ¿verdad? —preguntó y Aki negó con la cabeza comenzado a llevarte lo suficiente como para cambiar los roles y posicionarse sobre ella—. Entonces vamos a jugar, no pasará nada si llegas tarde al trabajo el día de mañana.

Palacios de besos, jadeos y caricias forjaron esa noche de juegos llenos de fantasías y sudor. Los labios de Aki recorrieron el cuerpo de la castaña hasta haber llegado a rincones donde las golondrinas de tinte virgen hacen sus nidos.

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Un romance infernal ━ Chainsaw man escenariosWhere stories live. Discover now