5-✯HYDE PARK✯

Start from the beginning
                                    

Él me largó una mirada de soslayo.

—Eres una chica muy lista, Katia. Se supone que hay que apoyar a los listos. Y si esto te gusta, yo no tengo problema con ello. Aunque esté pensando a cada segundo a qué hora nos vamos.

Me mordí el labio inferior. Eso había sonado tan lindo de su parte.

—¿En verdad?

Se detuvo en seco, inclinó su cabeza hacia mí y me dirigió una de esas incómodas sonrisas que me parecían demasiado sexys y de las que creí que pronto me acostumbraría, pero que mientras tanto me hacían tener escalofríos y lograban que los hombros se me tensaran.

Sabía que Ryder y yo ya éramos amigos después de casi tres semanas de vivir juntos, pero a veces no podía evitar pensar qué sucedería en el futuro con nosotros. Y nunca en mis veinte años se me había cruzado ese pensamiento con otro chico al que había conocido.

—No, solo era una broma, ¿podemos irnos ya? —dijo haciendo pucheros—. Siento que estoy envejeciendo diez años por minuto.

Rodé los ojos.

—Eso es físicamente imposible —me quejé. Y al ver que él daba un paso al frente, yo di un paso hacia atrás.

A veces mantener las distancias era bueno.

—Mira mis arrugas. —Se inclinó peligrosamente hacia mí—. Ya es tarde, parezco de treinta y cinco años cuando solo tengo unos jóvenes e inocentes veintitrés.

Sí, claro, inocentes.

—Creí que tenías menos —admití.

Una sonrisa burlona se desplegó en su rostro.

—Yo creí que tenías más —bromeó.

Comenzamos a caminar de nuevo hacia la salida y atravesamos el enorme patio diseñado por Norman Foster, un arquitecto muy reconocido.

—Que tonto eres.

—Lo decía de verdad.

Bebí un poco de jugo de naranja y luego me sequé la condensación que había quedado en mi mano.

—Vaya, tú sí que sabes cómo animar a una mujer, Ryder Montgomery.

—Tranquila, tengo otras cosas para animar a las mujeres. Solo que no me gusta que siempre quieran más. A veces resulta abrumador.

Me atraganté con el jugo y Ryder se detuvo para golpear mi espalda.

—¿Estás bien? —preguntó con una sonrisa divertida.

Mis mejillas intensificaron su carmesí.

—Sí, pero si pudieras dejar de decir las cosas con doble sentido me facilitarías mucho nuestras citas.

¿Qué había dicho? ¿Citas?

Su mano se quedó apoyada en mi espalda, sin moverse. Solo allí, quemándome con el calor que emanaba su palma.

Tragué saliva.

—Así que estamos en una cita, ¿eh? —dijo alzando una ceja.

Tenía miedo de querer hablar y que las palabras no me salieran.

—¡Oye, no quise decir eso! Quise decir salidas. Sí..., salidas —tartamudeé.

Su mirada me recorrió lento, desde arriba hasta abajo, dejándome paralizada. El suave movimiento de sus ojos me estremeció, como si estuviera grabando mi imagen en su cabeza. Sus ojos zafiro parecieron brillar por un efímero instante. Sentí un ardor en mi cuello y mi estómago, y además era evidente que mis mejillas ardían como dos malditas manzanas rojas.

Mi dulce destrucción [COMPLETA]Where stories live. Discover now