◌₊˚⋆ 𝐄𝐓𝐄𝐑𝐍𝐈𝐓𝐘 ♡【kamukoma】

𝐏𝐀𝐑𝐓 𝐎𝐍𝐄 :【𝐓𝐡𝐞 𝐋𝐢𝐠𝐡𝐭 𝐚𝐧𝐝 𝐭𝐡𝐞 𝐃𝐞𝐚𝐝】

Desde el principio hubo luz. El comienzo de todo empezó con un brillante estallido de luz y las historias contadas de una sola Diosa con manos de vida.
También conocida como Madre Naturaleza, cultivó las plantas y elevó las montañas. Fue ella quien pintó el cielo de azul y lloró lluvia para que sus animales prosperasen. Pero luego se sintió sola, ya que por mucho que apreciara a sus animales, estába sola, por lo que creó otro Dios, cuyo nombre se perdió a través de los años, pero que los humanos simplemente llaman Padre Tiempo.

Padre Tiempo regaló a todas las criaturas la capacidad de reproducirse y envejecer con la hermosa oportunidad de morir para su fin. La Madre Naturaleza y el Padre Tiempo amaban su universo, pero sintieron que les faltaba algo, por lo que crearon juntos su último regalo para el mundo, y ese fue el primer bebé humano.
El primer humano no tenía poderes, pero para compensarlo, se le dio brillo.

Eso fue solo el comienzo. Eventualmente, más Dioses dieron vida y el trabajo para mantener el mundo se dividió entre ellos.
La Madre Naturaleza era la esperanza, el Padre Tiempo era el fin, pero a medida que más y más Dioses hacían su aparición, se desvanecían en meras leyendas entre los mortales a medida que se volvían menos necesarios.
Un Dios para llover sobre las tierras, un Dios para prender fuego para que el bosque comience de nuevo, un Dios para guiar a los espíritus de los muertos hasta su final, un Dios para el cambio de estaciones, pero el amor entre los Dioses se volvió demasiado, y los que nacían no tenían trabajo que reclamar como propio.

Como los Dioses no envejecian, no morian, y estalló una pelea entre los jóvenes para reclamar las asignaciones que tanto les faltaban. Esa lucha acabó con casi toda la humanidad, provocando un reinicio forzado y la rabia de la Madre Naturaleza.
Declaró que a los Dioses se les prohibiría amarse unos a otros, de lo contrario, podrían causarse estragos si nacían más.
Eso fue hace casi seis mil años, pero antes de ese decreto, nacieron dos Dioses bebés.
El primero, un pequeño Dios de la luz, con el deber compartido de sacar el Sol por el horizonte cada mañana y bajarlo para la puesta de Sol.
El segundo, un descendiente lejano del mismo Padre Tiempo, envuelto en la oscuridad que custodiaba las almas de los muertos en el subterráneo hueco.
Los dos Dioses bebés crecieron con sus trabajos, y sus vidas enormemente diferentes nunca debieron cruzarse. Sin embargo, el destino los juntaría un día.

El Sol alcanzó su punto más alto en el horizonte, con el grupo de deidades que luchaban tirando de el hacia el cielo en una lucha.
El más joven de los Dioses soltó un fuerte gruñido antes de soltar la cuerda y secarse el sudor de la frente. "Finalmente lo hicimos." Su brillante sonrisa se encontró con el ceño fruncido de los otros Dioses. "Obviamente. Lo haces mucho más complicado de lo necesario, Komaeda." Su cabello rubio bronceado por el Sol parecía casi brillar mientras levantaba una ceja. "Eres joven, pero incluso para un Dios joven, eres patéticamente débil".

"Lo sé." Komaeda se mordió el labio y evitó el contacto visual. "Me lo recuerdas todos los días, Byakuya, solo tengo seis mil años, sé que alguien como yo ni siquiera puede empezar a compararse con los otros Dioses de la luz. ¡Realmente no habría diferencia si no ayudara al amanecer de todos modos!"
Trató de reír, pero los demás solo mantuvieron sus miradas frías como un carámbano. Byakuya se burló mientras soltaba su propia cuerda.
"No te librarás de tus tareas tan fácilmente. Solo ve a un lugar donde no seas una molestia hasta el anochecer".
Para sorpresa de Komaeda, nunca se apresuró a sacarlo de enmedio. La joven deidad solía ser despreciada por ser el último bebé antes de que los Dioses prohibieran el amor, pero aún así, nunca fue despedido.

Se encontró acercándose un poco más a Byakuya e inclinando la cabeza como un cachorro.
"¿Vas a algún lugar?"
Quizás estaba siendo molesto, pero no era como si uno pudiera matar a un Dios por ser molesto, incluso siendo alguien cuya existencia era tan inútil.