· T r e i n t a & O c h o ·

Bắt đầu từ đầu
                                    

—Sí, y si os despido lo sería mucho más.

Nos separamos rápidamente (o, al menos, yo lo hice), ante la voz de nuestro encargado. Nos observó con los brazos cruzados y expresión de pocos amigos.

Aclaré mi garganta y murmuré un breve lo siento, pasando a su lado para dirigirme directamente hacia la salida. Poco después me siguió Jax.

Sabía que, si nos consentía aquellas muestras de afecto y no nos había echado aún, era por toda la clientela que él llevaba al local. Nuestros turnos eran una completa locura por la fila de jóvenes que se acercaban a que él les sirviera la comida.

A decir verdad, si ganaba tantas propinas también era porque no dejaba en ningún momento de trabajar.

—No dejas de meterme en líos, Jax DeLuca —me burlé, camino hacia su coche.

Él llegó a mi altura y pasó una mano por mis hombros, dificultando así nuestro camino, pero haciendo que las mariposas revoloteasen en mi interior.

—¿Tendré yo la culpa? Aquí la piojosa que se lanzó a besarme en el trabajo fuiste tú.

Culpable.

Y nada arrepentida.

Jax puso a mi querida Taylor Swift todo el camino, y cuando llegamos al complejo de apartamentos estaba sonriendo como una tonta mientras tarareaba el final de "Look what you made me do".

Aparcó cerca de la entrada, y mientras me quitaba el cinturón y salía, todavía tenía la canción moviendo mis labios, metida en mi mundo. Mi tía me había prometido hacer una cena rica para compensar la ducha fría de por la mañana, y eso mejoraba mucho el ánimo.

Por eso mismo, al girarme, no vi venir a Jax.

—Yo puedo decirte qué es lo que tú consigues que haga —susurró.

Y segundos después volvía a besarme, como en "Alitas Picantes", atrapando mi boca con agresividad y sujetándome de las caderas. Solo que esta vez, también me apresó contra el coche.

Solté un pequeño jadeo, tomada por sorpresa, pero no tarde en rodearlo y hundirme en su beso, que despertaba la sangra bajo mi piel. La temperatura subía en mi interior y el cansancio del trabajo había desaparecido completamente.

Solo notaba a Jax, besándome con ganas, y cómo mi cuerpo siempre reaccionaba a él.

—¡Vándalos!

El beso se rompió, y apenas se separó unos centímetros de mí. A lo lejos, por donde los cubos de basura, vimos una cachaba sacudirse en el aire mientras el señor mayor del primero nos gritaba.

No pudimos evitar echarnos a reír, porque al menos no se molestó en intentar perseguirnos. Suponía que ya nos daba como una causa perdida, pero al menos desfogaría gritándonos.

Maldito Jax, nunca tuve problemas con el vecindario hasta que decidí juntarme con él... Y tampoco me importaba.

Nos alejamos del coche y subimos las escaleras. El momento se había roto, pero todavía notaba el calor pesando en mi cuerpo y el hormigueo de sus labios sobre los míos.

Cuando llegamos al descansillo del segundo piso, la puerta de su apartamento se abrió, y Tony DeLuca nos saludó con una sonrisa.

—Me voy a trabajar, chicos —se despidió, pasando de largo y dando un pequeño golpe en el brazo a Jax—. Portaos bien.

Lo seguí un momento con la mirada mientras continuaba escaleras abajo. Al volverme, Jax ya estaba camino a su casa, y yo seguía en el último escalón.

Una Perfecta Equivocación © YA EN LIBRERÍASNơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ