Complices

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Cómplices

– ¡ESE MALDITO BASTARDO! –Exclamó golpeando el escritorio de Abelard – ¡SIEMPRE LO SUPE! ¡SIEMPRE!

–Joh, tranquilízate –Alexander apoyó una mano en el hombro de su amigo. Lo sintió tenso. No esperaba menos. Dos días habían pasado desde que Abelard le había informado a Alexander acerca de que lo descubrieron en su departamento y hasta ahora se lo decían al pobre Johann –. No sirve de nada que te pongas así. Además, Abel nos va a ayudar… No debes preocuparte por nada –Si había una cosa que agradecía, era el hecho de no haberlo visto llorar de nuevo. Eso le partía el alma–.

Johann inhaló profundo y exhaló, intentando calmarse. Apartó la mano de Alexander de su espalda. Estaba molesto porque habían tardado en decirle aquello, pero por otra parte, no podía recriminarles nada. Entendía que la situación era delicada y difícil de tratar. Además, Abelard y sus dos “Gorilas” había aceptado ayudar por el mínimo precio. No. Definitivamente no tenía nada que recriminar.

– ¿Saben dónde está? –Preguntó ya más calmado, mirando seriamente al alemán a los ojos. Éste sonrió. Por lo general, la gente bajaba la mirada ante él, debido a que imponía temor y respeto… Temor, más que nada… Johann le agradaba por eso–.

–Aún no. Y nótese que dije “Aún” porque estoy seguro de que lo encontraremos. Pero debes mantenerte calmado, evitar rozarte con alguien que mantenga el mínimo contacto con él.

–Porque eso nos delataría –Terminó de decir el mismo Johann. Abelard asintió y Johann suspiró –Entiendo. Pero… Entiéndanme a mí… Necesito saber dónde está, cómo está… Necesito encontrarlo… –En su rostro se notaba la preocupación, y Alexander supuso que volvería a quebrarse, pero no fue así. Johann, sobrio, era más fuerte de lo que aparentaba–.

–Nosotros entendemos eso –Respondió Abelard, notando la forma en la que Alexander miraba a su amigo –Pero no podemos trabajar bajo presión. Eso solo entorpece la investigación. No debes preocuparte. Mike fue lo suficientemente idiota como para dejar aquellos juguetes sexuales en un lugar tan común, permitiéndole a cualquiera saber cuáles eran sus intereses.

Alexander, al oír eso, bajó un poco la mirada, con el ceño ligeramente fruncido, pensando.

–Y… ¿Si lo hizo a propósito? –Cuestionó a Abelard volviendo a alzar la mirada, para dirigirla al mismo– ¿Y si él quería que nos enteráramos de lo que planeaba?

Abel lo pensó un momento y luego, algo confundido, miró a Alexander.

– ¿Te refieres a algo así como un reto?

–No –Se apresuró a decir Johann–. Él solo me está provocando –Y de un momento a otro, Johann abrió los ojos como platos – ¡Se está vengando! –Exclamó habiendo adivinado las intenciones de aquel tipo– Esto debe ser por todas las veces que no lo dejé correrse dentro de Henry… –Bufó molesto y Abelard lo miró incrédulo–.

– ¿En serio dejabas que se follara a tu novio? Vaya… –Johann lo miró con mala cara. Ya suficiente tenía con que Alexander selo estuviese repitiendo todo el tiempo, no necesitaba que ahora Abelard también se lo echara en cara–.

Abelard se limitó a reír por lo bajo y Johann frunció aún más el ceño. Se dio media vuelta y, antes de salir de aquella oficina, volteó a ver al alemán.

–Limítate a hacer tu trabajo, y no a juzgar mi vida personal ¿Quieres?

Y, diciendo esto, se retiró, dejando a los cuatro hombres allí dentro, literalmente, con la boca abierta. Nunca nadie le había hablado así a Abelard. Volvió a reír ligeramente agachando la cabeza. Definitivamente le encantaba Johann.

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–Así que… Lo hiciste… –Gastón expulsó humo por la nariz y Mike lo miró con cierta repulsión–. Ahora debes tener más cuidado –Aconsejó dándole otra pitada al cigarrillo–. Últimamente, Alexander, el amigo de Johann, ha estado recibiendo en su bar a unos sujetos que no tienen buena pinta, y bien podrían estar siguiéndote…

Mike suspiró. Había decidido tomarse ese día para visitar a Gastón, y ahora se encontraban en la esquina de un bar de los suburbios. El rubio bebía un trago junto a su amigo mientras éste le comentaba los sucesos semanales.

–Dudo que me encuentren –Habló al fin–. A no ser que tú les digas dónde estoy –Sonrió ladino. Gastón era incapaz de hacer tal cosa–.

El hombre soltó una ruidosa carcajada acompañada de varios golpes a la mesa. No había muchos clientes en aquel bar, y algunos voltearon a la mesa de Gastón y Mike. El rubio, incómodo, dio un largo sorbo a su bebida hasta que su amigo logró contener la risa.

–Lo lamento –Se limpió una pequeña lagrima con el pulgar, dejando ya de reír -. No pude evitarlo…

–Aún no sé qué es lo que te causa tanta gracia –Posó el vaso sobre la mesa–. Sabiendo como son las cosas, estoy dejando mi vida en tus manos, prácticamente.

–Exageras –Dio un sorbo a su bebida, lo retuvo unos segundos en su boca y lo tragó, sintiendo el ardor del alcohol en su garganta –. Sí, tal vez te golpeen un poco, pero no creo que lleguen a matarte.

– ¿Tú crees? –Sonrió ladino–.

–En fin… ¿No tienes algo qué hacer? –Apagó el cigarro en el cenicero.

–De hecho… Ya me voy –Se levantó tomando su chaqueta y comenzó a ponérsela –. Llámame si te enteras de algo ¿Sí?

Gastón se levantó junto al rubio, dejando propina en la mesa y le sonrió.

–No te preocupes. Te mantendré al tanto. Sólo trata de ser cuidadoso.

Mike asintió y ambos se despidieron para salir del bar y tomar caminos diferentes en la oscuridad de la noche. El rubio se subió a su auto y volvió a la casa de campo, dónde Henry aún se encontraba apresado.

Todo su cuerpo dolía. El día anterior, Mike lo había tenido sujeto de las manos al techo del ático, con unos grilletes, y le había dado varios azotes en el torso, la espalda y las piernas. Había sido un castigo porque el menor se había negado a tener relaciones en la mañana, esto también porque sus caderas le dolían. Mike solía ser muy brusco, y Henry apenas podía corresponder.

Recostado en la cama, escuchó el motor del auto acercándose y luego detenerse. También logró escuchar la puerta de la entrada abrirse, el televisor encenderse y, luego de un rato, los lentos pasos en el recorrido hasta las escaleras, subiendo por las mismas y acercarse sobre al cuarto.

Volteó levemente su rostro a la puerta, que no tardó en abrirse, dejando ver a Mike del otro lado.

–No estaba cerrada –Comentó entrando al cuarto, cerrando la puerta detrás de él–. Pudiste haber escapado.

–No puedo moverme –Respondió casi al instante, volviendo su vista al techo –. Gracias a ti.

–De nada – Sonrió y se sentó en la orilla de la cama junto al menor –. ¿Estás listo para otra ronda? Estoy algo aburrido.

–Por favor, no –Suplicó. Sus ojos comenzaban a humedecerse –. Me duele todo.

–Puedo hacer que te sientas mejor…

Mike se acercó a Henry y besó su cuello mientras dirigía las manos a su pecho, acariciando el mismo, sintiendo como el menor se removía de incomodidad y dolor.

–Ya vas a ver cómo nos divertiremos esta noche, muñeco…

Fin del Capítulo 9

Muajajaja amo el suspenso (¿?) Se me hace que ésta historia, en cierto punto, se está convirtiendo en un policial… Me gustan los policiales, y espero que a ustedes les gusten también c:

Mi Fantasía SexualDonde viven las historias. Descúbrelo ahora