"Estábamos encerrados, por nuestra seguridad pero encerrados. Yo quería ser libre pero el dios, ese dios que se había coronado como mío sin previo aviso, él no nos dejaría salir nunca de aquel paraíso infernal"
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Oh, los seres humanos... La especie más problemática de la Tierra. Dotada de tantos dones desaprovechados a lo largo de los siglos, los mismos que han utilizado para destruirse entre ellos.
A causa de ello, los dioses decidieron poner un final a la humanidad. En el año 2980 se encargaron personalmente de exterminar a todos los nacidos de la especie humana. Primero hicieron desaparecer a todos los niños, futuros destructores de la naturaleza igual que lo habían sido sus progenitores. Después dejaron el mundo despoblado de la especie, los últimos que quedaron vivos trabajaron como esclavos para los dioses hasta que murieron. Los dioses construyeron un mundo para sus otros servidores, otras criaturas, e hicieron desaparecer también las estructuras humanas para hacer retroceder al mundo a la Antigua Grecia, época en la que aún eran respetados.
Pero un dios poco común, con ancestros humanos pero provisto de dones sobrenaturales, tuvo compasión por la humanidad y robó cinco bebés humanos. Aquellas cinco criaturas, tres hembras y dos machos, eran los últimos de la Tierra. Hados se encargó de criarlos en su jardín en un bosque griego, lejos, donde nadie pudiera encontrarlos. Lo que comenzó como un acto altruista se convirtió en su pasatiempo. Los niños humanos eran mucho más entretenidos que los dioses inmortales.
Los cinco niños crecieron en un jardín idílico, podría considerarse un paraíso perfecto para jugar y relacionarse. Se hicieron mayores, en lo que para Hados fue muy poco tiempo se convirtieron en muchachos de 16 años. Desde ese momento... Todo fue a peor. Los humanos comenzaban a mostrar aquellas tormentosas ansias de libertad y destrucción, de desobediencia. Hados, preocupado, visitó a las Moiras con la intención de poder evitar un futuro fatal. Ellas no pudieron nada más que afirmar sus preocupaciones. Debía matarlos antes de que los matara otro u ocurriera algo peor, pero no podía... Le pertenecían, eran su responsabilidad. Tenía que ocuparse de ellos.
Además de aquello, las profetisas le comentaron algo de máxima importancia... Algo oscuro se acercaba peligrosamente hacia la isla, algo que podía hacer que no solamente sus mascotas, sino él, corrieran peligro de muerte.
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